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Las predicciones, otro engaño de la parapsicología

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Cuando el afán por conocer el fu

 

Cuando el afán por conocer el futuro pasa al terreno práctico, se habla de "predicción". Una de las más antiguas de estas prácticas ha sido la astrología nacida en la Mesopotamia Asirio-Caldea. Aquí es donde se hace más evidente la inquietud del hombre por conocer lo que vendrá.

El miedo al futuro engendra el deseo de conocerlo.

El mito astrológico continúa teniendo vigencia en nuestros días, precisamente por la inquietud de todo ser humano por conocer lo que vendrá, por aquello que le depara el destino.

A diferencia con el animal que vive en un presente, el hombre se proyecta hacia un futuro que se le configura incierto, especialmente sobre la base de las experiencias pasadas, muchas de las cuales han sido desagradables y se teme que se repitan.

Si se produce algo desagradable, el individuo ya se halla preparado y se cura de ello o actúa con cautela para evitarlo.

Desde luego que se trata de un juego de acertijos, porque el astrólogo o el vaticinador lanzan por los medios de difusión una serie de probabilidades.

Luego basta con que ocurra una casualidad de las que constantemente se cumplen en el universo, para que esto se valore más que los fracasos, porque las gentes no aceptan fácilmente la casualidad, precisamente porque le tienen miedo. El propio temor a la casualidad que puede provocar hechos nefastos hace que sea rehuida mentalmente y se prefiera atribuir intencionalidad, lógica, al mundo, como si este en conjunto fuese un ente pensante. Así tenemos los dichos populares como “el tiempo está loco”, cuando hace frío o calor excesivos fuera de temporada o se producen lluvias continuadas o prolongadas sequías.

Esto nos indica que el mundo mágico del primitivo animismo continúa vigente en plena civilización y los hechos y cosas que dañan son atribuidas a un universo que “piensa”, causa daño y también, ¿por compasión?, restaña heridas.

La precognición trasciende lo insondable, al traspasar la barrera del tiempo; el hombre deja de estar capturado en el instante presente ignorando el futuro con todo su pasado vivencial, mezcla de felicidad y amargura, que pesa sobre él creándole inseguridad en su existencia.

Si la predicción vaticina hechos trágicos, hay tiempo para precaverse y tomar los recaudos necesarios; si pronostica hechos felices, despierta optimismo, pero en ambos casos resuelve el problema existencial de la inseguridad vivencial, del yo frente a un futuro oscuro, lleno de sorpresas imprevisibles.

Exactamente igual que en el caso de los milagros, la predicción obra con el mismo impacto sobre las masas.

Si de cien predicciones no se cumple ninguna, pronto se olvida todo, como en el caso de los presentimientos y los sueños pero si de cien predicciones se cumple una sola por mera casualidad, este único acierto llama poderosamente la atención, porque el azar se halla descartado por temor a él.

Puesto que las casualidades no se aceptan porque se les tiene miedo, cada uno de nosotros, por ejemplo, pensamos que las desgracias siempre les ocurren a los demás, no concebimos que ciertas cosas atroces nos pueden suceder a nosotros. ¿Por qué tendría que ser así? No hay motivos, y nos exponemos temerariamente a mayores probabilidades de accidente viviendo en las ciudades, manejando automóviles, viajando en avión, sumidos en esa esperanza de que a nosotros no nos tocará la mala suerte, a pesar de que al mismo tiempo desearíamos conocer qué nos depara el destino no azaroso para un futuro siempre lejano. Sin embargo ¡cuán distinta es la realidad! La casualidad, el azar, nos están rondando fatalmente y pueden incidir contundente e indiscriminadamente en cualquier instante. Si se trata de un peatón, las posibilidades de accidente son menores que si se es un automovilista; si este último aumenta la velocidad de su vehículo, entonces las posibilidades de accidente aumentan también, pero estas posibilidades no se tienen en cuenta a corto plazo, se las proyecta en todo caso hacia un futuro lejano, como probabilidades remotas; se cierran los ojos y el hombre sigue adelante.

Es que veladamente, la mente no acepta las coincidencias, la casualidad, y sobre todo aquella “demasiada casualidad”, y si la presiente, si la intuye, entonces trata de rehuir esa idea y se acepta que todo acierto de los vaticinadores es realmente el resultado de sus dones extraordinarios, no precisamente para revelar lo que “el azar nos tiene preparado”, sino para descubrir lo que el destino nos tiene deparado, porque la inquietud surge de la falta de conocimiento de los acontecimientos futuros “escritos” que nos tocará vivir; de ahí el éxito de estos personajes y de la vigencia de esta creencia hasta nuestros días. El azar se rehuye y se acepta que todo ocurre por algo y que el vaticinador lo sabe porque ya está escrito y lo “puede leer”. El destino es más aceptado que el ciego azar y así es como se oye decir la frase consuelo ante una desgracia de alguien: “era su destino”, “estaba escrito que debía suceder así”. Lo otro, lo fortuito, que puede acaecer o no dependiendo sólo del acaso, resulta ser más tenebroso, deprimente y se prefiere su rechazo.

También está el detalle de las similitudes. No es necesario que la predicción se cumpla al pie de la letra; basta con que ocurra un hecho que en algo se asemeje a lo predicho o que se trate de un hecho confuso que puede dar lugar a múltiples interpretaciones. Para uno será totalmente distinta que para otros y para los que creen, la producción del hecho cuadrará muy bien para alguna predicción por tal o cual característica, aunque en realidad nada tenga que ver en esencia Por otra parte, tenemos también a la ambigüedad, oscuridad y generalidad de las predicciones, las que en este caso son ellas mismas interpretadas de múltiples maneras, según los intereses de cada uno, en relación con los hechos que se hacen concordar con ellas.

Así es casi siempre posible hallar alguna correlación entre una predicción confusa o articulada en general para abarcar muchas posibilidades, lo cual ya puede entrar e el terreno de la picardía por parte del vaticinante.

En un texto redactado con arte perspicaz, de esos que se envían a los que desean conocer cómo son y qué futuro les espera, cualquier personalidad psíquica puede verse allí retratada y con sorpresa se exclamará: ¡Pero si yo soy así! ¿Cómo lo sabe el vidente, si nunca me ha conocido antes?

Pero, el lector pasa por alto, o no hace hincapié en el resto de la exposición donde, en un alto porcentaje, se refiere a otras personalidades psíquicas que nada tienen que ver con el interesado.

Si ese mismo papel pasa por diez manos, es muy probable que las diez personas encuentren allí algo íntimo y se sorprendan también.

Este arte retórico es el empleado por muchas personas que buscan un beneficio pecuniario, pero lo fundamental, lo básico, es que la credulidad persiste en nuestros días porque subsisten los mismos problemas existenciales como el interrogante acerca del futuro incierto que a cada uno le depara el destino.

 

5 comentarios Dejá tu comentario

  1. Que alegria volver a tenerlo en el foro Don Vadas! Quiera Dios y los angeles, asi Ud. no les de credito a estos , por su salud y bien estar. Es un gran honor tenerlo nuevamente entre los comentaristas. Necesitamos un poco mas que noticias de la rancia politica que nos circunda. necesitamos saber quienes somos y hacia donde es que vamos, si es que hacia algun lugar nos vamos. Sobre lo que escribe, es cierto, que queremos saber siempre que nos deparara el destino, y si no lo sabemos tratamos de inventarlo, porque necesitamos combatir esa angustia existencial que todos tenemos. Mas a diario, que no sabemos en que quedara el futuro economico y politico del pais. Ni en que quedara la famosa brecha o grieta que nos divide como el agua y el aceite, a lo largo y a lo ancho de este pais. Uno necesita imperuiosamente inventarse algun tipo de filosofia de su propia vida y con esa herramienta, tratar de combatir la diaria existencia. Uno necesita creer en algo, en alguna mascota, en algun Dios, o algun santito, en alguien. Uno necesita tener fe en algo o sino se empezara a querer pisotear, y animalizar por no saber nada de mas nada, de uno mismo. El asunto es no desorganizarse De momento, solo nos queda ser pacientes y tolerantes, serenarnos y agradecer lo que ya tenemos, sea lo que sea y aceptar lo que es, el dia que es y el exito de sentirnos vivos. Necesitamos gentes pensantes como Ud. que nos den un poco de calma y material para reflexionar. Gracias por regresar

  2. Un libro que quiero comprar y compartir, es el del Dr. Daniel Lopez Rosetti. Quiero saber que es lo que me estoy perdiendo. Debo comprarlo. Su titulo es enganchante: ANALFABETISMO EMOCIONAL. Que nos pasa como pais y que les pasa a las personas? que abandonan a sus hijos , que salen y matan a otros hijos....que tienen armas en sus manitos, que son usados, abusados y descartados? En que fallo el plan de subencion por hijos? Donde estan los padres de todos estos hijos que estan x las calles, que no van a la escuela y que si van, son forajidos, con padres que pegan a los maestros. De donde viene esta descomposicion moral tan profunda? No es necesario tener la bola de cristal para saber que pais nos viene encima , ni parapsicologo que nos invente ninguna poesia.

  3. Algo muy similar es lo que hace la dialéctica aplicada a la historia o a la política. Una explicación no deja de serlo porque sea equivocada grosera o carente de todo valor. Cualquier hecho o proceso histórico puede explicarse después de sucedido como choque de dos tendencias opuestas y su síntesis. Claro que en el intento casi siempre se hacen negaciones y simplificaciones muy groseras, pero a fin de cuentas todas son explicaciones. El problema, grave patético y lamentable, es que la dialéctica como explicación, y también como proyecto hacia el futuro e incluso como método de investigación, sigue teniendo vigencia en las ciencias sociales y esa es una de las razones por las que realmente son seudo ciencias.

  4. En cuanto al contenido de la nota, no es lo mismo la astrología que la adivinación y ninguna tiene que ver con la parapsicología. Pero está visto que la definición de seudociencia es más amplia y muchas veces más rigurosa.

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