Éste comentario se va a tomar de un ejemplo que desde ya es muy técnico y muy puntual pero que de todos modos sirve para entender cómo funciona la mente del argentino promedio frente a las opciones electorales.
En mucha medida está relacionado con lo que veníamos comentando ayer sobre la extraña incapacidad de los argentinos para identificar qué y quién los favorece y qué o quién los perjudica.
Tomemos el caso de la moneda. La moneda es -o debería ser- el tesoro más cuidado al que un ciudadano debería prestarle atención puesto que es el bien que se le entrega por su trabajo o en el que se transforma la riqueza que produce.
Muy bien. Los gobiernos tienen un arma que puede pulverizar el valor de ese bien, que puede destruir el valor de la moneda.
Con su facultad exclusiva para emitir dinero legal de curso forzoso, tienen, de alguna manera, tu vida en sus manos.
Si un gobierno aumentara la cantidad de moneda por encima de la masa de bienes y servicios que la respalda, esas cantidades marginales de billetes agregados a la circulación envilecería el valor del dinero que está en tus bolsillos y en los bancos y, en general, en el sistema financiero. No es una cuestión cuyo entendimiento dependa de una profunda ilustración económica: es algo derivado de la matemática simple o, incluso, hasta del propio sentido común. No hay que ser un genio para darse cuenta que valoramos más lo escaso que lo abundante y que tienen más valor aquellos bienes de los que hay pocos que aquellos de los que hay muchos.
Con los billetes ocurre lo mismo que podría ocurrir con las zapatillas: a más cantidad de billetes (o de zapatillas) los billetes (o las zapatillas) valen menos.
¿Qué quiere decir eso en el caso del dinero? Muy simple: que con lo que te pagan por tu trabajo vas a poder comprar menos cosas. Es lo que vulgarmente conocemos como “inflación” que NO ES el aumento de los precios sino la pérdida del poder adquisitivo del dinero.
¿Estamos OK hasta ahí? Muy bien, avancemos.
Si lo “popular” se definiera como la defensa de lo que más le conviene al “pueblo”, no hay dudas que el candidato “más popular” debería ser el que propusiera deshacerse voluntariamente del arma que puede matar tu dinero que -como dijimos- es lo que te dan, lo que te ganas, por trabajar (si sos un trabajador en relación de dependencia) o por generar riqueza (si sos un emprendedor o un autónomo).
Aquí hay un candidato que, desde que se lo conoce, ha declarado que se va a deshacer voluntariamente del arma con la que podría matar tu dinero, que, en alguna medida, es una forma de matarte a vos.
Desde el punto de vista de su propio poder (o del poder que uno supone buscan los desesperados del poder) esa propuesta -si uno la analiza desde el punto de vista egoísta de un político común- es sencillamente una locura: ningún político “común” se deshace voluntariamente de un arma así, de un arma con la que puede licuar sus propios desastres y enchufarte el fardo a vos.
Pero Javier Milei está dispuesto a hacer eso. En mi opinión, es la decisión de mayor desprendimiento personal que podría hacer un político: renunciar a la herramienta que le pondrá a él mismo y a su gobierno un corset que lo obligará a administrar con corrección los dineros públicos porque, ante el menor desliz, no dispone del arma que podría salvarlo a él aunque, usándola, te hunda a vos.
Sin embargo, frente a este acto de desprendimiento inédito en la política argentina, el que se ha formado el concepto de ser “un liberal insensible que viene a quitarle los derechos al pueblo argentino”, es Milei, el mismo que va a renunciar a usar el arma con la que te podría matar.
¿Cómo se explica esto? ¿Cómo puede ser que el que promete como primera acción de su gobierno destruir voluntariamente el arma con la cual los gobiernos matan al pueblo, sea el que se gana el concepto de “antipopular”? ¿Y cómo puede ser que el que goza de la etiqueta “defensor del pueblo” sea el que no sólo usa sino que abusa del arma con la que te mata? ¿Acaso los argentinos tienen una vocación tan masoquista que incluye la eventual entrega de una autorización para que alguien los mate?
Yo sé que los temas técnicos relacionados con el Banco Central y los impactos monetarios de sus decisiones son complicados. Pero esta cuestión fue explicada muchas veces y no es difícil de entender:
1)Los gobiernos disponen del arma que puede destruir el bien que retribuye tu trabajo (el dinero);
2)Uno de los aspirantes al gobierno dice que, voluntariamente, se va a deshacer de esa arma;
3)Esa medida restringe el poder de él y aumenta tu poder;
4)Y vos, como toda respuesta, decís que es un “insensible que viene por tus derechos…”
De nuevo, ¿cómo se entiende esto?
Este es un comentario que no tiene nada que ver con una discusión de técnica económica: este es un comentario que se vale de un ejemplo económico para tratar de entender cómo funciona la mente de los argentinos en términos de interpretar lo que más le conviene a ellos mismos.
Olvídate de los vericuetos económicos: los argentinos deben saber por experiencia propia que los gobiernos han destruido su moneda, esto es, el dinero que reciben por su trabajo. En el curso de los últimos 50 años los gobiernos le quitaron trece ceros a la moneda y, si fuéramos prolijos, deberíamos estar hablando de que se necesita quitarle otros tres ceros adicionales.
Se trata de una formidable dilapidación de riqueza. Eso los argentinos lo vivieron en carne propia. No hay que ser economista para comprender semejante desastre.
Frente a esa realidad aparece un candidato a presidente que dice que se auto prohibirá destruir la moneda con la que te pagan tu trabajo. ¿Y el resultado es que vos lo cagas a puteadas a él?
Y no solo eso: le renovás el poder al que sigue destruyendo el dinero que recibís por tu trabajo, el dinero con el que atendés tus necesidades y las de tu familia…
Cómo se ve la profundidad de la “enfermedad argentina” es de tal magnitud que su cura está seriamente en dudas, en mi opinión personal.
Lo que debería haberse esperado de una sociedad sana y no enferma frente a este caso, es una inmediata adhesión, al menos, a lo que ese candidato dice en esa materia puntual. Después, si se hubieran querido discutir otros puntos de sus propuestas, perfecto. Pero en ese punto la adhesión a Milei debería haber sido unánime porque se trata de una medida que, si se quiere, lo “perjudica” a él y te favorece a vos. ¿Qué político hace eso? ¿Qué político tira por la ventana la llave de la puerta que puede salvarlo de su propio incendio porque en lugar de hacer eso prefiere que te salves vos?
¿Y qué haces vos? Le das el poder al político que, con tal de salvarse él, te va a matar a vos. Sencillamente incomprensible para un ser humano mentalmente sano.
Las complicaciones de la Argentina no son económicas. Se hallan en un plano de dificultad mucho mayor que el de la economía. Las dificultades que enfrenta el país navegan en las profundidades de retorcimientos mentales muy difíciles de enderezar y que, mientras, sigan allí no importa cuál sensatas sean las propuestas que se presenten si, justamente, la sensatez no existe como patrón para resolver esas disyuntivas.