Ahora que empezaron las reuniones de transición y que también se conocieron algunos de los puntos de vista de la CGT, sería interesante señalar algunos puntos.
Respecto de las reuniones, una cuestión interesante a proponer para ahorrar tiempo es establecer un patrón que guíe la discusión. Así, antes de empezar cada charla -muy especialmente en la que haya recursos económicos de por medio- ayudaría mucho que la gente de Milei le preguntara a su contraparte del gobierno si van a querer que la reunión se desarrolle bajo el principio de la racionalidad aritmética o si pretenden hacerlo bajo el principio de la “racionalidad de la magia”. Porque si eventualmente el gobierno creyera que la “racionalidad de la magia” tiene aún espacio para operar, lo siguiente a hacer (siempre con el ánimo de ahorrar tiempo, que no sobra) sería levantarse e irse.
Es decir, si alguien cree que, aún después de las múltiples evidencias de bancarrota que el país experimenta gracias a los dislates de 80 años de administración populista, es posible seguir “tirando magia” para hacer aparecer (sin costo alguno) lo que no existe, entonces habrá que concluir que, con la gente que cree eso, no se puede seguir hablando: habrá que hacer lo que hay que hacer y listo, a otra cosa.
Un ejemplo paradigmático en ese sentido es la obra pública. Desde Katopodis, subiéndose a los colectivos y visitando operarios en las calles, hasta los sindicalistas que hablan como si aquí no pasara nada, se sigue insistiendo en la demagógica cantinela de la “obra pública”.
A ver, muchachos, se los voy a decir en francés antiguo para ver si lo entienden: “No hay un puto mango”. ¿Entendieron? No tenemos plata. Y el verso de que el que gasta el dinero que no es de él y se envuelve en la bandera al grito de “¡Argentina, Argentina!” es el patriota y el que viene a cuidar el mango de doña María y de Don José (porque esos mangos son de Doña María y de Don José y no del que los gasta) es un hijo de puta que viene a cortar la obra pública, no va más. Ya vivieron mucho de eso. Vivieron y robaron mucho.
Por décadas lograron, en su propio beneficio, juntar lo mejor de los dos mundos: llenarse los bolsillos de oro y hacerse pasar por los verdaderos defensores del pueblo y de la Argentina. Al mismo tiempo lograron convencer a una mayoría electoral (que hasta el domingo pasado había sido decisiva), que el que se presentaba como alguien que venía a cuidar la plata de los argentinos (porque la plata que iba a administrar no era suya) era un turro y un antipueblo.
Fue mucho tiempo de funcionamiento impecable de esa fórmula exitosa. Exitosa para ustedes y para la runfla que se supo acomodar a su alrededor, porque el pueblo quedó arruinado y en la miseria.
Así que, muchachos, ya está. Bastante bien les salió el truco durante mucho tiempo. En otros países la gente les hubiera dado una patada en el culo hace rato. Pero aquí, como parte del mismo plan de ustedes, consistió en crear generaciones de zombies y de cabezas de termo que no pensaran, se pudieron dar el lujo de durar más de la cuenta. Ahora, de ahí a seguir jodiendo con lo mismo, no. Otra vez, no. Ya está. Terminó. La gente se dio finalmente cuenta.
Tuvo que llegar a ver a sus hijos revolviendo la basura para comer, u otros verlos partir, con una mano atrás y otra adelante, hacia otros horizontes fuera de la Argentina para convecerse de que el país había tocado fondo. La magia terminó, muchachos. La estiraron bastante teniendo en cuenta lo dura que suelen ser las matemáticas en el resto del mundo.
¡Pero no fue gratis, eh! La destrucción de la Argentina ha llegado a tal profundidad que lo más justo sería que agacharan la cabeza y se llamaran a silencio.
Lo mismo va para los dirigentes sindicales. Sí, sí, para esos dirigentes sindicales que permitieron, con su hipócrita inacción, que, en la Argentina, ya sean pobres, no quienes no tienen trabajo, sino los trabajadores registrados. ¡Vergüenza debería darles! ¡No sé cómo tienen cara para hablar! Deberían estar todos escondidos debajo de la cama.
No tuvieron un solo acto de reclamo para con un gobierno que destruyó los salarios como nadie, como ningún otro en la historia argentina. ¿Y ahora ya se perfilan como los “nuevos malos” que van a ir contra Milei? En serio, gente, ¿no les da vergüenza?
Ustedes son todos millonarios mientras los trabajadores viven en el barro. No tendrían ni derecho a hablar -si la justicia fuera justa-, aunque más no fuera por decoro. Pero el aire es gratis y la Argentina es un país muy generoso y con escasa memoria. Por eso aun sueltan la lengua, encima como si lo hicieran desde una alta torre nacionalista que es la única que resguarda el interés del pueblo. ¡Caraduras!
Lo mejor que podrían hacer es ponerse a disposición del presidente electo, sin ninguna ínfula (porque han perdido toda autoridad moral para tenerlas) para ver cómo pueden colaborar con la ciclópea tarea que él tiene por delante. Ciclópea porque los desastres y los robos que ustedes cometieron convirtieron a la Argentina en un yermo miserable.
Bájense del pony, muchachos. A ustedes también la mentira peronista les fue útil más allá del tiempo que hubiera sido conveniente. Seguramente en todos lados hay ladrones. Pero el latrocinio que se cometió aquí, en nombre del pueblo, de la soberanía y no sé de cuanta otra idiotez suelta, es sencillamente incalificable.
La racionalidad de la magia se acabó. NO-HAY-PLATA. Punto. Se la robaron toda. Se la llevaron. Al menos dejen trabajar a alguien que, apoyado en la única racionalidad posible (la de la aritmética) intentará volver a poner las cosas en orden. Ustedes son los responsables del desquicio. Dejen de señalar a los que vienen a arreglarlo.