Una mañana de 2006 no iba a ser igual a las demás en Sao Paulo, para la ciudad en particular y para Brasil en general.
Una plataforma marina de búsqueda de petróleo offshore trasmitiría la noticia de que finalmente había hallado una enorme cuenca del hidrocarburo frente a las costas de Espirito Santo. Se trataba de una de las reservas de petróleo crudo más grandes del hemisferio occidental y de una de las más grandes del mundo.
Días después, el presidente Lula da Silva diría públicamente “Obrigado meu Deus por esse presente”.
Naturalmente el agradecimiento era más que acertado. Pero el presidente olvidaba algo: de no haber sido porque su gobierno -sin perjuicio de mantener pour la galerie mucha de la alharaca socialista– había sentado las bases para que un esquema de seguridad jurídica garantizara los derechos de propiedad de los inversores, ninguno de ellos hubiera llegado al país, la instalación de la plataforma offshore no existiría y el “presente de Deus” habría continuado hundido en las profundidades del océano por los siglos de los siglos sin producir un solo céntimo de riqueza para los brasileños: “a Dios rogando, más con el mazo dando”.
Diez años antes, en 1996, en un reportaje radial a Bernabé Arnaudo, el entonces gobernador de La Rioja, el mandatario me confesaba que “en La Rioja no hay nada que hacer”, cuando le pregunté por qué su provincia tenía tantos empleados públicos.
Recuerdo que, medio estupefacto por lo que acababa de escuchar, atiné a decirle “¿Pero cómo no hay nada que hacer? Yo diría que es al revés: que en La Rioja todo está por hacerse”.
El gobernador entonces trató de explicarme que la provincia era pobre y que, de no ser por el Estado, nadie tendría trabajo porque no había recursos. En vano intenté decirle que los recursos no existen, que los recursos se generan; que del otro lado de la cordillera, en Chile, le habían encontrado la vuelta por el lado de explorar el subsuelo y buscar minerales; que no había ninguna razón para que esos minerales estuvieran de un lado de la montaña y del otro no hubiera nada… Llegué a decirle: “agarre una pala y haga un agügero a ver qué hay”.
Pero no hubo caso: era obvio que el gobernador tenía de la riqueza la idea del maná y que los manás existen o no existen, de modo que los lugares que tienen la mala suerte de que “Deus” no haya puesto nada allí estaban poco menos que condenados a la miseria.
Hoy, casi treinta años después de lo de Arnaudo y casi 20 después de los “presentes de Deus” de Lula, la Argentina se encuentra, como en el Juego de la Oca, de nuevo en el casillero de salida.
El programa del presidente Milei supone un amplio proyecto de desregulación de todas las actividades económicas y un regreso irrestricto al esquema de seguridad jurídica del derecho de propiedad previsto en la Constitución.
Atraídos por ese llamador ya hay muchos potenciales inversores averiguando oportunidades. Uno de ellos es el excéntrico emprendedor norteamericano de origen sudafricano Elon Musk.
El dueño de Space X, Tesla, X (ex Twiter) y otros millonarios emprendimientos adelantó que está muy interesado en traer a la Argentina sus inversiones para explorar la búsqueda de litio que, naturalmente, es usado en las baterías de sus autos eléctricos y en muchos de los cohetes que lanza al espacio.
Frente a eso, otro gobernador de La Rioja, viene a cobrar notoriedad. Ricardo Quintela ya anticipó que si Musk o cualquier otro intentan llegar a La Rioja para extraer litio, va a tener que “que venir con el Ejército porque aquí no va a sacar una sola piedra sin el consentimiento de la provincia, sea quien fuere”.
Quintela remarcó que “los recursos naturales pertenecen a los riojanos” y remarcó que, en caso de que “se exploren y se exploten va a ser en beneficio de La Rioja y de la Argentina y no en beneficio únicamente de las empresas o de los pícaros que se quieren apropiar de los recursos naturales del país”.
No en vano “en La Rioja no hay nada que hacer”. No hay nada que hacer, no porque no haya nada para hacer: no hay nada que hacer porque todo lo que podría hacerse está prohibido.
El constante verso de que la explotacion de los recursos será en beneficio de La Rioja y de la Argentina y no en beneficio únicamente de las empresas o de los pícaros que se quieren apropiar de los recursos naturales del país”, es solo eso: un verso patriotero, nacionalista al pedo y demagógico cuya initerrumpida vigencia cultural ha hecho, no solo de La Rioja, sino de la Argentina toda un yermo de miseria. Finalmente los recursos no terminan siendo para nadie.
Nunca Quintela podrá decir, como dijo el que quizás sea su admirado Lula, “Obrigado meu Deus por esse presente”, porque jamás tendrá, con el criterio que tiene, la posibilidad de disfrutar del regalo que Dios nos hizo: el regalo quedará para siempre en las profundidades de la tierra, como habría quedado el petróleo brasileño si Lula hubiese sido tan obtuso como él.
No hay ninguna duda de que la apelación nacionalista ha sido una de las variables más exitosas de la decadencia. El escudarse detrás de la defensa de “recursos” que nunca se convierten en riqueza porque de tanto “cuidarlos” jamás producen un resultado, se transformó en un ariete barato del populismo que sabe que, si el pueblo viviera bien gracias -entre otras cosas- a que en la Argentina todos pudieran emprender, sus chances de llegar y mantenerse en el poder se derrumbarían como un castillo de naipes.
El populismo necesita la pobreza; necesita que la gente no tenga horizontes, ni abundancia ni prosperidad. La pobreza endémica es una condición de vida para el populismo y para el populista. Sin ella no existirían ni lo uno ni lo otro. Con riqueza, horizontes, abundancia y prosperidad no hay populismo. Es tan simple como eso.
Por lo tanto toda acción que tienda a disminuir o terminar con la pobreza es una amenaza directa al populismo y al populista. El engaño de envolverse en la bandera y gritar ¡Argentina, Argentina! ha sido un recurso que les funcionó muy eficientemente hasta ahora. Por eso su plan es seguir usándolo. En esa verborragia de nacionalismo barato se enmarcan las declaraciones de Quintela, de quien, por otro lado, muchos están esperando que cumpla su promesa de renunciar puesto que eso es lo que había prometido que iba a hacer si Milei ganaba las elecciones.
El mismo verso clasista supone el seguir incentivando el odio de clases con frases como esta: ”Todas las decisiones que ha tomado el Presidente benefician a un espacio muy reducido de la población argentina. Una élite que concentra el poder económico, mediático y político. No hubo una sola medida para la mayoría del pueblo”.
Yo le quisiera recordar a Quintela, con todo cariño, que el único que, probadamente, ha puesto en ejecución una estructura social y jurídica que perjudica a la mayoría y beneficia a un grupo muy reducido de personas es el peronismo, toda vez que el resultado de su práctica nos ha entregado un país con 50% de pobres, 10% de gente que no come y una élite privilegiada y sectaria (de la que Quintela obviamente forma parte) que se ha enriquecido fruto de la expoliación del pueblo, del robo, de la más asquerosa corrupción y de la explotación de privilegios innombrables.
Este impresentable tiene el tupé de hacer referencia al “nivel de vida que (la gente) tenía” como si hace 20 días la sociedad estuviera viviendo en un mar de abundancia y Milei la hubiera arrojado a la indigencia.
Por último, también con toda estima, gobernador, no diga ni haga burradas: su gobierno solicitó que la Corte declare inconstitucional el DNU 70/2023. La Corte no es un Tribunal Constitucional al estilo de los tribunales de casación europeos. La Corte no puede declarar en abstracto, porque el aire es gratis, la inconstitucionalidad de nada en tanto un particular directamente damnificado pruebe el perjuicio a sus derechos constitucionales que se deriva de la aplicación de una norma. Pretender que el Poder Judicial declare la inconstitucionalidad del decreto basándose en generalidades que se parecen más a un discurso de barricada que a un escrito en el que se solicita la protección estatal frente a la violación de un derecho puntual, no hace otra cosa que confirmar lo que todo el mundo preusme desde hace rato, Quintela: usted es un burro. Y su ignorancia y la de muchos como usted (sazonada con mucha viveza corrupta) es la que ha hundido a este país en la miseria.