Un hombre escucha la radio, sintonizada en el auto que está manejando. El locutor advierte sobre el peligro de un automovilista conduciendo en contramano por la Panamericana. El conductor indignado afirma a los gritos: “no uno, miles”. El chiste es muy conocido y puede funcionar como metáfora de la manera en que conduce las relaciones internacionales de la Argentina el presidente Javier Milei.
En los últimos meses se peleó, insultó o intercambió agravios con el gobierno de China; con el presidente de Brasil, Lula; el de Chile, Gabriel Boric; el de Colombia, Gustavo Petro; el de México, Manuel López Obrador y, ahora, con el presidente de España, Pedro Sáchez. Todos ubicados por Milei en su particular eje del mal: comunistas o socialistas, empobrecedores y asesinos. China, Brasil y España están entre los socios comerciales más importantes para el país.
Más allá del “alineamiento sin contraprestación de ningún tipo”, como lo definió el embajador Jorge Argüello, con los Estados Unidos. A todas luces un estadio superior a las recordadas “relaciones carnales” propiciadas por el canciller Guido Di Tella, funcionario de su admirado Carlos Menem, la política exterior de argentina podría definirse como de “relaciones estúpidas”.
Milei decidió por sus prejuicios ideológicos y su singular personalidad, enemistarse con los líderes de tres de los principales socios comerciales del país: China, Brasil y España. Es difícil conciliar esas decisiones con la necesidad, tan promocionada, de recibir inversiones extranjeras. De hecho, en el último episodio, los empresarios españoles que se reunieron con él en la embajada argentina en Buenos Aires salieron a cuestionar sus calificativos de corrupción sobre la esposa del Presidente español. A las críticas se sumó el canciller de la Unión Europea, Joseph Borrell. Genial.
En lugar de aplacar los ánimos, el impasible vocero presidencial Manuel Adorni se limitó a enumerar los agravios, reales e injustificados, de funcionarios españoles a Milei, y explicar por qué no habrá pedido de disculpas del gobierno argentino. Como si se tratase de una disputa entre matones y no de la mayor crisis entre España y Argentina en el último siglo.
La política exterior de un país puede tener condimentos políticos e ideológicos, pero mayoritariamente debe estar impregnada de pragmatismo. Por sobre todas las cuestiones debe primar el interés estratégico de Argentina. Milei no sale a vender los productos nacionales o las posibilidades de inversión en el país, viaja a difundir sus ideas, sobre las que da lecciones al mundo. Por eso en la mayoría de sus viajes no visitó a sus pares, sino que se floreó en cónclaves partidarios o reuniones religiosas.
Es decir que fueron viajes por intereses particulares ¿Por qué entonces el costo de esos viajes va a cuenta del Estado? Es una pregunta inevitable. El diario Clarín estimó una cifra de 450 mil dólares. Su chicana sobre la supuesta corrupción de la esposa de Sánchez, fue en un acto de VOX, un partido de ultraderecha que es la tercera o cuarta fuerza de España y la otra actividad fue presentar su libro. ¿Está bien que todos los argentinos paguemos esos paseos mientras caen los salarios y se licúan las jubilaciones?
Milei se mueve como un influencer de la derecha internacional sólo dispuesto a promocionar sus intereses ideológicos. Es un peleador que busca el aplauso de la tribuna ante cada finta. Parece haber olvidado que fue elegido presidente de un país sumido en la pobreza. Debería saber que todo se puede, hasta que no se puede más.