Finalmente la Ley Bases fue aprobada en el Senado con modificaciones a lo votado en Diputados, lo cual obliga a su regreso a la cámara de origen para su aprobación final. El voto fue desempatado por Victoria Villaruel lo cual encierra una serie de símbolos encriptados que cada uno interpretará como quiera.
Por empezar quien desempató se llama “Victoria”. En segundo lugar, la votación del recinto demostró que el país está equitativamente dividido entre una parte que quiere lanzarse a lo nuevo y otra que se aferra a lo viejo. En tercer lugar que el triunfo del gobierno haya sido por el voto de la vicepresidente lo hace parecer mucho a esas victorias del fútbol que se consiguen de penal en el último minuto de descuento: el sabor de esas alegrías parece multiplicarse. Y por último, que el voto del triunfo llegue de la mano de una militante anti-70’s -la década que sembró el huevo resentido de la serpiente en el inconsciente colectivo- no es menor.
Naturalmente si uno compara lo que era el proyecto original entregado en mano por el entonces ministro del interior, Guillermo Francos, al presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, hacia fines de 2023 con lo que probablemente salga de Diputados con la sanción definitiva, se encontrará con un desguace tremendo.
Las aspiraciones de máxima en cuanto a desregulaciones, privatizaciones, reforma laboral, fiscal y provisional que estaban previstas en diciembre han sido raquíticamente reducidas.
Pero si uno compara las modificaciones que se podrán emprender -aún en todos esos campos desguazados- respecto de lo que es el orden jurídico actual de la Argentina, no hay dudas que estamos frente a un PRIMER avance hacia la desintoxicación regulatoria y hacia una liberalización que permita el ingreso de una primera bocanada de oxígeno a los pulmones productivos argentinos.
La capacidad de producción económica del país había caído a niveles alarmantes porque eso fue lo que el populismo buscó para destruir el músculo de energía nacional. Con un país sin producción, sin educación (el otro campo que el populismo destruyó a través de la aplicación de un plan sistemático de pauperización de la enseñanza), con cada vez mas droga en la cabeza de los jóvenes (adonde llega también mediante la asociación del populismo con el narcotráfico) y con la autoestima por el piso producto de un horizonte negro y de un futuro incierto, sería muy fácil la instalación -casi sin oposición- de una dictadura de élite que, disfrazada con la formas “democráticas”, se quedara para siempre con el control del país.
Las modificaciones que podrán hacerse ahora a una primera capa de ese orden jurídico prohibitivo que ahogó (a propósito) a los productores argentinos, tendrá el mismo efecto que produce una rajadura cuando permite ingresar las primeras gotas de agua a un receptáculo que, hasta ahora, estaba completamente seco.
Esa “hidratación” de un campo yermo será muy importante, también comparable al ingreso de oxígeno fresco a un organismo devastado por el anhídrido carbónico.
Pero recalco la idea de hace un par de párrafos: este es solo un PRIMER escalón de una escalera empinada hacia el reemplazo de una manera de vivir por otra. Deberán llegar muchos más para terminar de desarmar el enjambre prohibitivo que destruyó el ánimo y la autoestima argentina.
Es cierto que las fuerzas de la resistencia lograron boicotear algunos de los capítulos propuestos por el gobierno en materia tributaria. Sin embargo, una de esas modificaciones puede ser interpretada de dos maneras diferentes.
Aún cuando el gobierno pretende volver al régimen de ganancias que le hace pagar el impuesto a los empleados de cuarta categoría para sostener el superávit fiscal -aun cuando el hoy presidente cuando era diputado votó a favor de su eliminación- no deja de ser saludable que el Senado se incline por la eliminación de impuestos.
Si bien no soy inocente y sé que eso el peronismo no lo hace para devolverle poder al ciudadano sino solo para estorbar y dificultar lo que el gobierno se propone en materia de déficit presupuestario, lo cierto es que quizás por esta vía, el presidente tenga la oportunidad de decir “¿Ah, me niegan estos recursos?, Bueno, muy bien, seguiré recortando gastos, entonces… Y voy a empezar por el congelamiento de las partidas que los sostienen a ustedes… Supongo que no irán a quejarse si lo que quieren es “beneficiar” a la gente, no?”. No hay mal que por bien no venga.
Lo que sí revela lo que hay detrás del populismo como concepción social es el rechazo a la baja de las alícuotas para el impuesto a los ingresos personales.
Primero digamos que está claro que ese impuesto no debería existir. En primer lugar porque duplica, triplica e incluso cuadriplica los gravámenes que las clases medias pagan por los mismos conceptos a través de ganancias, autónomos y otras cargas que operan sobre el patrimonio; y luego porque si ese dinero estuviese en los bolsillos de las personas que en materia de inversiones pueden hacer algo con él, los beneficios residuales para la sociedad sobrepasarían claramente lo que la ciudadanía recibe cuando esos recursos los maneja el Estado. Pruebas al canto.
Que el Senado haya rechazado la posibilidad de que ese impuesto baje su alícuota gradualmente es una clara señal de la visión clasista que impera en esa cámara que no duda en castigar a lo que siempre fue el corazón latiente de la Argentina, el mismo que la diferenció del resto de América Latina y que hizo de este país algo distinto a la media de la región.
El dato saludable es que el peronismo solo logró rechazar ambas propuestas del gobierno por mayoría simple, lo que implica que Diputados, en segunda revisión, podría insistir con el proyecto original y sancionarlo tal como salió de su recinto también con mayoría simple (Esto lo decimos hablando de Ganancias y de Bienes Personales, y resaltando que, respecto del primero, quizás sea bueno que la cuarta categoría quede eliminada de la obligación de pagarlo y que el gobierno deba entonces seguir recortando gasto inútil en otras partidas).
Luego queda un aspecto simbólico pero que, como todo simbolismo puede tener una fuerza inmaterial, algo etérea, difícil de medir aritméticamente, pero que a la hora de las sumas y las restas no hay duda que hay que anotarlo entre las “sumas”.
Se trata del “Pacto de Mayo”.
Muchos podrán decir que, en efecto, se trata de una pompa que no agrega nada a la hora de enfrentar los serios problemas que el populismo le originó a la Argentina.
Yo me permito disentir con esa apreciación.
La materialización visual del primer escalón para revertir la decadencia es, para mi, muy importante. La vida son imágenes. El cerebro reacciona y decide por imágenes. La importancia que el país VEA que hay un hito, un mojón inicial, desde donde parte algo nuevo, no es menor. Es más, la ostensible intención del peronismo por empiojar la realización de ese acto me convence aún más de la importancia que tiene: si a ellos les molesta, es la señal de que es bueno.
Obviamente de “Mayo” al pacto solo le queda el nombre, porque el primer tiempo del operativo de obstrucción el peronismo lo ganó. Pero ahora todo se debería enfocar al 9 de Julio, la fecha de otro aniversario de la Independencia.
Durante los años de apogeo kirchnerista el 9 de Julio fue una fecha ninguneada y a lo sumo utilizada para que un conjunto de drogadictos cantara en las plazas públicas canciones que reivindicaban la droga, la prostitución, el asesinato por gusto, el hampa y la delincuencia. A esa imagen también se la debe noquear.
¿Qué mejor oportunidad que reemplazar las líricas de “Agárrata Catalina” por un acto solemne -pero lleno de alegría al mismo tiempo- en donde la Argentina declare una segunda Independencia: una independencia de la servidumbre, de la sociedad estratificada, del robo, de la envidia clasista y del matonismo político?
¿Darán los tiempos para que el Pacto de Mayo pueda ser reemplazado por el Pacto de Julio y la Argentina entierre simbólicamente un Antiguo Régimen que solo sirvió para hundirla en la escasez? Dios quiera y provea.
Las fuerzas de la corrupción harán todo por evitarlo y aunque mi relato suene un poco jacobino (en el sentido de pretender dar la imagen de una guillotina metafórica que le corte la cabeza a la hidra que envenenó a la Argentina) no me arrepiento de la alegoría, porque en aquel esfuerzo por quitarle al gobierno libertario ese instante sublime, se encuentran las explicaciones de por qué es tan importante para el Antiguo Régimen trasmitir la imagen de que su cabeza sigue en su lugar.
Ojalá que el 9 de julio encuentre al país frente a un símbolo que decapite tanta mentira, tanta antigüedad, tantos privilegios y, sobre todo, la hipocresía de unos pocos que vivieron 80 años a costa de arrojar la gloria argentina a los perros.