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Entre la antipatía y la servidumbre

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Milei no es Churchill.
Milei no es Churchill.

¿Cómo se supone que hace un país para enfrentar al extremo ideológico al que ha estado sometido impiadosamente durante casi un siglo? ¿Lo debe hacer con las herramientas que usa el “centro ideal”, esa especie de materialización del deber ser en donde todo es “correcto”? ¿O lo debe hacer con la rudeza del extremo opuesto que actúe con la única condición de saber que su “dureza” es temporal hasta que el extremo maligno desaparezca y que luego de su triunfo deberá correrse al “centro ideal”?

 

Cuando un país parece haber tomado la decisión de terminar con las malicias del extremo que lo ha sometido a la miseria, a la injusticia y al robo, entregándole el poder a otro extremo de signo opuesto, es muy usual la aparición de “correctos” que, desde las altas torres del deber ser, dan lecciones morales, urbanas y hasta filosóficas a lo que parecen ser excesos del nuevo extremo.

No es difícil advertir que esas voces inmediatamente concitan el apoyo y el respaldo de muchos. ¡¿Y cómo no iban a concitarlos, si el deber ser es, por definición, inatacable!?

Es natural que las voces de la “moderación” ganen adeptos y muchos se suban al tren que lapida al nuevo extremo. ¿Pero, saben qué? Con la moderación no se combate un extremo y con la moderación no se llegará a un centro moderado: el centro moderado es una estación de llegada pero no la indumentaria con la que se combate al extremo cuya misión última es, justamente, hacer desaparecer al centro moderado.

Las excentricidades, exageraciones y hasta algunos de los exabruptos de Javier Milei no son otra cosa más que pesitas en los platillos imaginarios de una balanza que ha estado notoriamente inclinada hacia el peligroso costado de la servidumbre en la Argentina. Si Milei fuera consciente de que esas son tácticas temporales útiles para eliminar al extremo totalitario, pero que una vez conseguido ese objetivo debe correrse al centro moderado, estaríamos enfrente del fenómeno político que la Argentina necesita justo en el momento preciso.

Pero mientras el enemigo de la libertad esté aún agazapado esperando dar su zarpazo, la adopción de posturas “cool” y “correctas” (y más aún cuando vienen teñidas con una intelectualidad de la que, quienes la esgrimen, carecen en absoluto) no debería causar otra cosa más que asco.

Ese aire de altanería que da el portar un reclamo desde el deber ser es tan groseramente repugnante que cuando se lo contrasta contra el partido a muerte que se está desarrollando en la Argentina entre la esclavitud y la libertad, dan ganas de decir, “baja de la platea, ponete los cortos y vení a jugar porque desde allí es muy fácil alzar banderas de perfección cuando aquí yo estoy chapoteando en el barro de la escasez, de la ignorancia y de la soberbia de algunos que creen que el sol sale del culo de ellos”.

Si el extremo totalitario logra ser eliminado (sí, dije “eliminado”) y el extremo que lo venció se corre al centro moderado, ¿habrá alguien que se lo agradezca? ¿O seguirán transitando sus vidas alegremente como si nada hubiese ocurrido?

Churchill perdió las elecciones luego de haber vencido a Hitler. Ese fue el agradecimiento de las almas bellas inglesas a la figura de un hombre que, de no haber sido por él, las almas bellas hubiesen terminado en un horno.

El hombre del habano y del bombín también era un típico antipático. Pero si la monstruosidad nazi hubiera sido enfrentada con la corrección del deber ser de Chamberlain probablemente Occidente hubiera sido un triste recuerdo sepultado por las fauces del horror.

Pedirle a Churchill la moderación del centro seguro que habría concitado el respaldo de unos cuántos “correctos” que disfrutan de los placeres que son posibles en los sistemas defendidos por los Churchill de la vida, pero que no tienen la menor idea ni en qué están basados esos sistemas ni, mucho menos, cómo se los defiende cuando están en peligro.

Ellos solo saben disfrutar de las heladeras llenas: ahora, de todo lo que hay que hacer para que la heladera esté llena, no tienen la menor idea. Su vida es bucólica. El problema es que para que ellos puedan darse el lujo de que lo sea, otros deben poner en riesgo sus propios huevos.

Yo no sé si los argentinos son conscientes de lo que está en juego aquí. De lo que sí estoy seguro es de que algunos (que por formación, por responsabilidad y por el lugar que ocupan en la vida pública deberían ser los primeros que lo supieran) no tienen la más puta idea. O quizás sí, pero que creen que con las pusilanimidades del mundo “normal” puede enfrentarse a un enemigo voraz y que no conoce límite alguno cuando se trata del poder, de la dominación y de su propia riqueza.

Si algún día llegara la hora de evaluar las responsabilidades que cada uno tuvo cuando la mismísima esencia de la libertad estuvo en peligro en la Argentina, no sé cuál sería el veredicto de la historia para con algunos argentinos que dominan la escena pública.

Querer ganar la aquiescencia de los demás con poses a las que se asume como políticamente correctas, no solo es triste, sino que es cobarde.

Estoy seguro que muchos de ellos, incluso, creen lo contrario: que ellos son los diferentes frente a una “nueva ola” que tiñe el pensamiento momentáneo de la Argentina. Se deben ver como los “contracorriente” que se paran de mano frente a un torrente exótico.

No puedo sentir otra cosa más que lástima por todos ellos: detrás de lo que creen es una mota de razonabilidad frente a la desmesura, no hay más que una triste idiotez que no hace más que darle pasto a las fieras del totalitarismo.

 
 

8 comentarios Dejá tu comentario

  1. Mira, por lo que vemos, Milei te metio, ademas de semen, unas cuantas de sus psicopatico- esquizofrenicas neuronas, por eso te la pasas hablando boludeces como e'l.

  2. corrijo: y que la vida la van a tener que vivir como adultos, exitosos o fracasados, pero sin paracaídas ni garantías

  3. Es lo que hay, cualquier caradura habla de economía sin saber nada y demostrando que no sabe nada. Pero otros caraduras como él sentirán que tiene algo de razón porque tampoco entienden nada. En diciembre pasado la inflación fue del 25% y antes de la segunda vuelta nadie sabía si la inflación de enero iba a ser del 30% o del 60%. Obviamente la economía estaba parada pero ningún político se quejaba porque era "año electoral". El dólar ya tocó los $1400 hace seis meses. Ahora sabemos que se evitó una hiperinflación, y que las tasas de inflación mensual siguen en baja, pero todavía 5% mensual es mucha inflación, y por eso todos los precios siguen aumentando y el dólar no puede ser la excepción. Por otra parte, en cuanto a la corrida que quiso impulsar Massa con el Banco Macro; lo que dice "Libertario" tendría algún sentido si Milei lo hubiera metido preso a Massa; pero no es el caso, Milei se le cagó de risa. Eso te muestra la diferencia entre la realidad y lo que suponen los que lo quieren equiparar a Milei con un extremista opuesto a los otros. Alguien lo dijo hace mucho tiempo, las nuevas tiranías vendrán en forma de los valores y la defensa de la democracia. En nombre de la defensa de la democracia tipos que se dicen democráticos como Lula o incluso Biden, han cooptado la justicia y las fuerzas de seguridad, han procesado o detenido a sus opositores políticos y han criminalizando el disenso y el pedido de rendición de cuentas. Mientras tanto la gente hipócrita que se hace la sensible habla del "ajuste brutal" y de "bajar la inflación reduciendo el consumo". El ajuste es sobre la emisión para solventar el gasto en malversación y enriquecimiento ilícito de muchos. El tarifazo brutal no se limitó a reducir los subsidios a las empresas de servicios públicos en el conurbano, sino que la Provincia del zurdo Kiciloff subió las tasas municipales y las patentes un 300% y sigue manteniendo los impuestos a las sucesiones y donaciones a valores confiscatorios. Por ahora estamos igual de mal que antes, pero por lo menos la intención y las medidas tomadas apuntan a dejar de alimentar la causas que nos llevaron al desastre. Venimos de veinte años de falsificar crecimiento y actividad económica a fuerza de gasto público, déficit endeudamiento e inflación. Venimos de veinte años de un gobierno que pagando aplaudidores compró la complicidad para dictar y abusar de una ley de emergencia económica y reventar el país, incluyendo empresas como YPF cuyo vaciamiento ya es irrecuperable y lo vamos a seguir pagando por mucho tiempo más. La falsificación es tán grosera y evidente como que el Gasto y el Consumo, que son dos términos del PBI, se han inflado mediante el Gasto público para subsidiar el consumo, lo que apenas alcanza para compensar la recesión que esas medidas producen. Porque el pagar sueldos, pensiones y regalos a empresarios a cambio de nada y con emisión monetaria es algo que compite contra la generación genuina de valor, tanto en el aspecto financiero, porque se paga confiscando la capacidad de inversión, como en el aspecto humano, porque a nadie le interesa trabajar para producir algo valioso si puede hacerse rico y famoso como alcahuete de un régimen autoritario. Está claro que va a ser muy duro volver de ese nivel de corrupción y generar una economía basada en generación de valor y no en despilfarro de malversación y desmanejo fiscal. Hay que dejar de soñar en los mitos kirchneristas y macristas; los K piden préstamos y después no quieren pagar; los de Macri sueñan con que los inversores externos van a traer dinero fresco para que la presión impositiva local se los coma crudos. Hay que dejar las ilusiones infantiles, un cheque no vale nada si la cuenta corriente no tiene fondos. La única solución es que el gobierno y su gasto dejen de ser un lastre, para poder bajar los impuestos y dejar de confiscar el futuro. .

  4. Por más que a los malintencionados se los escuche o se adhiera a sus consignas venenosas la realidad la conocemos todos. No vas a lograr que alguien deje de robar retándolo en público o pedirle de buenas maneras que deje de hacerlo. Lo mismo pasa con los corruptos que nos gobernaron, es ilusorio suponer pactos, políticas de estado pactando como caballeros. O neutralizar a un violento pago que incendia autos tratándolo como un simple militante enojado en vez de aplicar la violencia que amerita la situación. Los K u otros por el estilo se llenan la boca hablando en contra de la reprensión. Todos sabemos que los paraísos en la tierra que ellos veneran hace años solo fueron posibles gracias a una extraordinaria reprensión no por incendiar autos sino por pensar distinto. Seremos adultos y tendremos un país en serio recién el día que terminemos con este progresismo de privilegiados que no son otra cosa que parásitos que viven de nosotros a través del apoderamiento de los fondos tributados

  5. La servidumbre y la antipatía no son opciones extremas propias del conflicto o de la guerra, es al revés. El origen de la servidumbre es cultural, pero no hablamos de la cultura popular sino de una cultura que se le impone al pueblo y que tiene sus orígenes en un conjunto de creencias que la filosofía de Hegel sintetizó hace doscientos años. El idealismo colectivista de hace doscientos años el que a partir del "éxito" de Bonaparte luego de la Revolución, concluyó que esa era la ley natural universal y trascendente. Es a partir de ese idealismo absoluto que el individuo, para ser considerado "humano", necesita una "identidad" otorgada por la "sociedad "y sus administradores, y que esa identidad incluye aceptar el particular pensamiento único que deriva del relato de su comunidad. Cualquier disidente del relato oficial, no es humano, es una abominación. El idealismo colectivista inventó los nacionalismos y también la xenofobia y el odio entre naciones, lo que fue consecuencia de los crímenes de las guerras napoleónicas y no su causa. Desde el punto de vista del idealismo colectivista, un hombre libre, o un disidente, es un invento antinatural, una entelequia de algún autor delirante. De modo que el idealismo colectivista de Hegel no hace diferencia entre un ser humano y un súbdito al servicio de un Emperador artesano de la Historia, y de su herramienta personal que es el Estado. Por eso la sola idea de un hombre libre los hace reaccionar y marchar con antorchas ante la imposibilidad antinatural e intolerable del monstruo aborrecible, como el creado por el Dr. Frankenstein. Por eso la libertad genera tanta antipatía en los súbditos, por eso no hay que sorprenderse tanto ni darle tanto valor a ciertas opiniones.

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