Donald J. Trump va a perder las elecciones de noviembre. Si nos dejamos guiar por lo visto anoche en el debate que tuvo lugar en Philadelphia, en el National Constitucional Center, en el que el candidato republicano se enfrentó a la candidata demócrata y actual vicepresidente Kamala Harris, quien ocupara la Oficina Oval entre 2017 y 2021 no va a regresar a ella.
El ex presidente claramente subestimó la situación y también a su oponente. Se notó claramente que no se preparó para la ocasión y que, si bien no dejó de responder a los temas propuestos, se mostró a la defensiva en la mayoría de ellos.
Trump no fue categórico cuando se le preguntó por los incidentes en el Capitolio del 6 de enero de 2021 cuando una turba armada intentó desconocer el resultado electoral que la Asamblea Legislativa se aprestaba a homologar. Intentó asimilar ese acto con situaciones de violencia que sucedieron -presumiblemente con inmigrantes- en algunas ciudades (él mencionó a Minneapolis) frente a las cuales, según el ex mandatario, el gobierno demócrata “no hace nada”.
Con todas las críticas que puedan hacerse a la concepción demócrata sobre el crimen, los delincuentes y la delincuencia, está claro que no se puede asimilar un hecho de violencia callejera con un intento de desconocer el normal funcionamiento de las instituciones constitucionales, algo completamente inédito en los Estados Unidos.
También fue muy evidente su intención de hacer foco en dos o tres temas a los que repetidamente volvía tratando como de “insertarlos” en las respuestas que daba referidas a otras cuestiones que, en principio, poco tenían que ver con lo que a él le interesaba plantear.
Los temas en los que Trump estaba concentrado eran la inmigración ilegal, la inflación, y la posición de los Estados Unidos frente a distintos conflictos internacionales.
Respecto de los inmigrantes cayó incluso en traer al debate historias poco investigadas y sin sustento en evidencias claras como por ejemplo que en algunas ciudades “invadidas” por inmigrantes ilegales (él citó a Springfield, Ohio) éstos se estaban comiendo las mascotas de los residentes, lo cual abrió la posibilidad para que sus críticos se mofaran de él y para encontrar, en ese comentario, un justificativo que probara la pobreza de toda la presentación.
Harris por su lado se mostró mucho más tranquila y procesó con habilidad las estocadas de su oponente, transmitiendo una imagen de mayor aplomo que Trump.
En temas específicos, como el aborto, ambos se mostraron intransigentes en sus posiciones y, en ese punto, el debate no pareció agregar nada nuevo con lo que se vaya a torcer las posiciones tomadas que, en ese punto, ya tenían los electores.
Trump aseguró que él terminará con la guerra en Ucrania después de ser electo, incluso antes de asumir. Atribuyó la explosión de ese y otros conflictos internacionales a la debilidad que el mundo percibió en Joe Biden, a quien señaló como el responsable de que Estados Unidos haya perdido la ascendencia global que lo hacía un país respetable y temido.
Esa palabra -“temido”- fue utilizada varias veces en el sentido de que él era un líder que el mundo respetaba y frente al cual “no se animaba”. Para probar sus dichos citó una frase del líder húngaro Viktor Orban en el que el primer ministro usa el verbo “temer” para referirse a Trump. El ex presidente dijo que no le gustaba repetir esa palabra pero que no hacía otra cosa más que estar citando textualmente al líder europeo.
Harris se tomó de esas referencias para demostrar que Trump es tolerante con los dictadores y autócratas a los cuales no quiere eliminar sino negociar con ellos, incluido Putin al que señaló como “amigo” del ex presidente y respecto del cual alzó sus advertencias por los peligros que corre todo el Este europeo, incluida Polonia.
La vicepresidente dijo que su intención era dar vuelta la página de las divisiones y mirar hacia adelante para concentrarse en los problemas reales como la suba de los precios, la cuestión energética, la protección médica y la seguridad nacional.
Paradójicamente, el mejor pasaje de Trump fue al final. Como por sorteo le tocaba cerrar el debate, tuvo la oportunidad de dejar en el aire la pregunta del millón: si Harris (o los demócratas) querían centrar su atención en esos temas, ¿por qué no lo hicieron durante estos años que estuvieron en el gobierno?
La inflación es sin dudas el talón de Aquiles de la administración Biden. Un talón de Aquiles, al menos, que es tenido por algo negativo por todo el mundo. El resto de las cuestiones, donde la performance del actual presidente estuvo por debajo de un nivel aceptable (política inmigratoria y la seguridad ciudadana), son temas más internos de los EEUU que el mundo puede ver desde otras ópticas.
Me parece que, por lo menos, este primer debate debería ser mirado con atención en la Argentina y en especial por el presidente Milei.
No me refiero al hecho (no del todo comprobado) de que una presidencia Trump sea más beneficiosa para el líder libertario. Me refiero a que el presidente no debería confiarse en que el éxito en uno solo de los frentes destruidos por el kirchnerismo (la situación económica, básicamente) le asegurará el triunfo o la aceptación social.
Sin dudas lograr mostrar avances significativos en esa área será muy importante para su sustento. Pero no será suficiente. El seguimiento de cualquier red social es suficiente para advertir que las fuerzas del peronismo están generando un odio muy profundo (nunca supieron hacer otra cosa, pero -justamente por eso- son buenos en eso) que, si es respondido con un redoble de iracundia, podría ponerlos a ellos en una situación de ventaja pese a los logros que el presidente pudiera mostrar en otras áreas.
Yo admito que cuando arrecia el rencor a veces es difícil mantenerse calmo. Pero la personalidad de Trump puede entregar una clave en ese sentido: no hay dudas que la presidencia de Biden ha ocasionado problemas que no eran comunes en su país antes de que una concepción global específica (woke, agenda 2030, etcétera) hubiera ganado la batalla cultural interna de su partido… Sin embargo, aun así, las excentricidades de Trump mantienen a sus adversarios políticos con vida.
El presidente Milei debería comenzar un camino omnicomprensivo que alcanzara todas las variantes a las que un líder está sometido cuando es expuesto a la consideración pública. Tengo claro, por supuesto, que ni Dios, con ser Dios, puede conformar a todo el mundo, pero cuanto más se pueda achicar el margen de riesgo, mejor. El precipicio al que se expone la Argentina (el regreso del perokirchnerismo) es muy grande como para jugar con fuego.
También me queda claro que el perokirchnerismo es un maestro en el arte de correr el arco y en el de no conceder ningún reconocimiento a nada que no sea propio. Pero ese electorado cabrón y resentido está perdido. La clave está en no perder a quienes, por un lado, le dieron el triunfo al presidente pero, por el otro, están listos para retirarle su apoyo en cuanto vean en Milei a un personaje monotemático que no le presta atención a nada más que a unos fríos números econométricos.
Si bien darle la espalda a esas rigideces matemáticas le costó a la Argentina millones de pobres, la memoria popular ha demostrado varias veces ser corta y mezquina. Sería inteligente observar las encuestas norteamericanas para convencerse de que las obviedades no son suficientes para ganar elecciones. Y en la Argentina menos.