En distintos foros que conocen las
intimidades políticas de todo el espectro nacional —especialmente los
diplomáticos extranjeros, que suelen estar mejor informados que la opinión
pública argentina— es motivo de una preocupada curiosidad el comprobado suceso
que se registró en la Casa Rosada durante la mañana del Domingo 25 de este mes,
cuando la actividad es menor por obvias razones.
Precisamente, mientras la atención estaba puesta en la inédita concentración
que el campo realizaba en la ciudad de Rosario, un grupo de jóvenes
pertenecientes a la organización llamada sugestivamente La Cámpora, que
comanda Máximo, el hijo del ex presidente Néstor Kirchner, ingresó al edificio
sin ninguna clase de limitaciones y de acuerdo con lo que pareció un plan
perfectamente organizado, inició un minucioso registro de todas las oficinas.
No hubo mayormente desorden, pero se abrieron cajones, se revisaron escritorios,
cajas, armarios y roperos para, finalmente, detenerse a revisar determinadas
computadoras, especialmente las que funcionan en las dependencias del Jefe de
Gabinete, Alberto Fernández.
La novedad, pese a que se desarrolló con bastante orden y hasta podríamos
decir que con un cierto pero explicable sigilo, se conoció ayer cuando
secretarias y funcionarios comenzaron a notar la falta de documentos y carpetas,
el desorden de los documentos y, aseguran en algunas embajadas, la falta de
computadoras. Obviamente, cundió la alarma hasta que por orden oficial se indicó
que "todo está normal" , que no existía motivo alguno de preocupación y que la
situación estaba controlada y respondía a razones de seguridad.
Por cierto y aunque no se la puso en evidencia, la respuesta no fue
satisfactoria, sobre todo para aquellos que se percataron del faltante de
documentos importantes sobre los cuales debían continuar con su trabajo.
Pese a las forzadas respuestas tranquilizadoras que ponían de relieve que
las máximas autoridades de la Casa de Gobierno estaban perfectamente al tanto de
lo que había sucedido, la inquietud mayor y no superada fue la del Jefe de
Gabinete, Alberto Fernández quien, a esta altura de las circunstancias, sabe
perfectamente que no goza de la confianza que antes había depositado en él el
entonces presidente Néstor Kirchner. Fernández tampoco desconocía esta
circunstancia pese a que la actual presidente Cristina lo escucha atentamente e
incluso le requiere su opinión sobre los problemas más acuciantes del inestable
gobierno que conduce. De manera muy especial, Alberto Fernández hace equilibrio
entre la posición agresiva a influyente de Néstor y la tal vez más prudente de
Cristina respecto de la crisis con el campo. Al menos, hasta hace unas horas.
Aseguran los diplomáticos —fuente tradicional de los "secretitos" políticos
que no se difunden— que el registro de los muchachos de La Cámpora fue
especialmente minucioso con la papelería de Fernández, lo que no fue disimulado
en absoluto por los curiosos visitantes, especialmente porque buena parte de esa
papelería reservada fue retirada. Tanto es así, que aparentemente fue uno de los
objetivos principales de la revisión, lo cual a esta altura de las
circunstancias, dejó de ser una sospecha para convertirse en un convencimiento
que todavía soporta algunos interrogantes.
Más aún, se asegura que algunas oficinas quedaron completamente vacías de
documentos en proceso, lo cual revela que no hubo interés alguno en disimular el
hecho que aguarda explicaciones.
Carlos Acuña