Una prueba de los tiempos que corren la
muestra el acuerdo entre el gobierno y el campo. Sí, leyó bien, ambos sectores
se pusieron de acuerdo. Lo que no pudo la razón, lo logró la tozudez. Ahora,
el gobierno y el campo se preparan para una larga batalla. Ambos consideran
que el conflicto es un punto de no retorno y que tal como están las cosas no
habrá salida. Es decir, va para largo.
Pero la tozudez no conoce de límites y se ha convertido en un
producto de exportación. Lejos de encauzar un discurso dentro de parámetros
razonables, el gobierno está empecinado en concepciones cuanto menos anacrónicas
y cuando no totalmente fuera de contexto.
En su reciente paso por Roma, durante la cumbre de la FAO, la
Presidenta CFK volvió a cargar las tintas contra el FMI culpándolo de la crisis
mundial de alimentos. Pero fue un paso más allá. Con el único objetivo de no
tener que admitir que las retenciones a las exportaciones agropecuarias son una
barrera para el comercio de alimentos, CFK ignoró el llamado de la ONU y culpó a
los países desarrollados de la suba en el precio de los alimentos porque pagan
subsidios a sus productores.
Nunca tanta orfandad diplomática manifiesta. Por un
lado, la Argentina hizo caso omiso a un pedido de las Naciones Unidas, en medio
de una tragedia humanitaria que pone en riesgo de subsistencia a unos 1.000
millones de habitantes en el planeta. Por otro lado, el gobierno argentino dejó
plasmado que no tiene la menor idea de lo que se estaba hablando en esa cumbre
ni de como operan los subsidios. ¿Cuánto costarían los alimentos si esos países
pasasen de ser productores a demandantes netos? ¡Menos mal que los países
desarrollados producen alimentos aunque sea con subsidios! Sin embargo, esta es
una época de cambios constantes y de ahora en más todo lo inimaginable puede
ocurrir. Pero un breve repaso al estado de situación puede dar una idea de los
escenarios por venir.
Al agudo proceso inflacionario —más allá de los intentos
oficiales por maquillar las cifras—, se le está sumando un marcada contracción
de ventas que impactara más tarde en una baja del nivel de actividad económica.
De los últimos registros de la recaudación surgen varios
elementos para analizar:
* Primero, la tasa de inflación está acelerándose y está
rondando un 25 por ciento anual medida por precios implícitos.
* Segundo, las exportaciones se estancaron y sólo se observa
un incremento de los ingresos vía precios * Tercero, las utilidades de las
empresas muestran una actitud contractiva si se tiene en cuenta el fenómeno
inflacionario Todo esto enmarca un deterioro significativo de la actividad
económica que se verá aun más menguada cuando se computen los efectos del
lock-out rural.
El otro fenómeno que hay que observar pasa por el perfil
financiero.
La salida de depósitos y posterior fuga de capitales
durante mayo obligó al Banco Central a acelerar la actividad de asistencia a las
entidades financieras mediante los pases activos y a los bancos a subir las
tasas de interés por depósitos para frenar el drenaje de fondos.
Paralelamente, la suba de las tasas activas hizo desaparecer
el poco crédito al consumo remanente y paralizó las ventas.
La abrupta baja del dólar, apuntalada por la activa presencia
del Banco Central y de la banca oficial en el mercado de cambios y por la fuerte
suba de las tasas de interés está configurando el terreno para esperar un
aterrizaje forzoso de la economía. Todo ello para no ver como los capitales se
iban del país, ante el marasmo del actual sistema seudo-productivo. Lejos de
apagar la hoguera inflacionaria, las medidas apuntan a sentar las bases para un
estancamiento de la economía.
Pero en otra maniobra más temeraria, el gobierno obligó al
BCRA a sostener la paridad de los alicaídos títulos públicos obligándolo a
comprar papeles de la deuda soberana quemando reservas.
En otras palabras, el gobierno metió deuda de baja calidad en
cabeza del BCRA sólo para demostrar que no se derrumbaba el castillo de naipes.
Para que quede más claro, contaminó el edificio más seguro de la Argentina con
sustancias altamente peligrosas, sólo para no querer ver las ruinas de la deuda.
Un espanto...
Miguel Angel Rouco
Agencia DyN