Las facultades mentales creadoras de un mundo mágico trabajan a la manera de un ilusionista. Que lo digan sino los magos y los augures que embaucan a la gente.
    La mente cree conocer la existencia de espíritus en las cosas y seres, luego puede tomar a un animal visto fugazmente, merodeando sospechosamente, por un espíritu transfigurado. La plasticidad del mudo sobrenatural que nace y termia en la mente, no conoce límites.
    Los espíritus moradores pueden abandonar su residencia y vagar libremente y sin obstáculo alguno, atravesar rocas, introducirse en el agua, desaparecer de una escena y hacerse presentes en cualquier otro tiempo y lugar. Pueden adquirir forma animal, humana o manifestarse como fuerzas de la naturaleza. Pueden dañar o ser buenos. Existe la posibilidad de ahuyentar o precaverse de la aparición de los malos y realizar invocaciones para atraer a los benéficos.
    Según las creencias de los primitivos, conviven en todos los seres, en la selva, en las llanuras, en los matorrales, entre las chozas, bajo tierra, en el aire, en las aguas de los ríos, lagos y mares.
    Los ángeles del cielo, morada de los espíritus benefactores, según los creyentes pueden bajar, aparecerse para aconsejar, intervenir en lo conflictos humanos, detener una mano asesina o guiar un brazo armado hacia el pecho del enemigo en las contiendas.
    Por su parte, los demonios del centro de la Tierra pueden abandonar su habitáculo natural para entrometerse entre los humanos y entorpecer sus relaciones, instigando, mal aconsejando y persuadiendo a obrar con maldad. Estos espíritus errantes pueden hallarse a la par de un individuo o posesionarlo y todo finalmente se confunde con las propias facultades mentales que se manifiestan al yo consciente.
    El hombre proviene de los animales, lo dice la moderna paleontología. El animal necesita imperiosamente de una alta dosis de agresividad, envidia, egoísmo, además de la natural fortaleza física para sobrevivir frente a una cruel competición con sus congéneres y otras especies. Sólo los mejor dotados sobreviven y procrean.
    El hombre actual aún posee ese cerebro primitivo con todas esas tendencias, ahora ya negativas para una convivencia en armonía, pero a su vez posee un neocerebro censor, donde asientan las nobles cualidades que sirven de almohadillas donde chocan y rebotan los instintos bestiales primitivos que afloran en ciertas circunstancias.
    Esas cualidades adquiridas durante el proceso hominizante son un contraste que garantiza la supervivencia de las comunidades, donde existe la solidaridad; de lo contrario los miembros de una misma familia se devorarían entre sí como lobos destruyéndose así el género humano.
    Existe entonces un continuo estado conflictivo entre el cerebro arcaico y el neocerebro censor que tiende a frenar las impulsiones originadas en el primero.
    Estos conflictos del yo, son incomprensibles para el primitivo y la solución interpretativa está dada en el mundo de la fantasía. No es ahora la mente sola la que presenta una dualidad en el pensar, sino espíritus errantes que actúan a la par o interiormente los que perturban la voluntad del individuo y lo compelen hacia la ejecución de actos repugnantes o acciones injustas. Así piensa el nesciente primitivo cuyo prejuicio se arrastra hasta los nescientes actuales que inocentemente creen poseer ciertas ciencias ocultas al margen de la verdadera ciencia experimental de los físicos, biólogos y antropólogos, por ejemplo
    La idea del bien y el mal, se transforma en intencionalidades por parte de espíritus o voluntades contradictorias, escapados de sus hábitats naturales par incursionar en el mundo humano. Así todo pensamiento o acción en una contienda, por ejemplo, eran influidos por espíritus entremezclados que todo lo observaban y en todo se inmiscuían, de modo que un guerrero dueño de un talismán que le infundía confianza en sí mismo para luchar, porque allí moraba una fuerza prodigiosa, recibía además ayuda de algún espíritu libre. Todo el mundo psíquico era trasladado al mundo de los espíritus, los que también podían armarse y pelear entre sí. En estas ideas se fundan algunas historias fantásticas bíblicas y prebíblicas que se remonta al lejano Oriente.
    Solucionada naturalmente la problemática: “bondad”, “maldad”, por parte de los pueblos primitivos, por otra parte también gravitaba la propensión supersticiosa a considerar como espíritu a toda presencia inquietante de un animal, persona o cosa de aspecto extraño, avistados de una manera fugaz y con sobresalto y así nacen los espectros como espíritus libres que asustan al individuo por su inquietante presencia asociada a la soledad de un paraje o con la oscuridad, por ejemplo.
    Como por una parte era común la creencia de todos los pueblos del globo en la perpetuidad del espíritu morador del cuerpo humano, las apariciones no podían ser otras cosas que esos espíritus, entonces ya errantes, y en eso se fundamentan nuestros actuales espiritistas que pretenden ser depositarios de una auténtica ciencia. Lo primitivo terrorífico se pretende modernizar tornándose inofensivo. El terror a ser nada tras la muerte, hace que algunas personas sueñen con una vida más allá del óbito, y no solo confinados en un Paraíso celeste, allá “arriba”, sino facultados los espíritus para bajar escaleras abajo del “Santo Cielo” hacia la superficie del mismísimo globo terráqueo con el fin de reunirse con sus familiares o asustar a algunos pobres diablos que se reúnen en las sesiones espiritistas para visualizar a sus deudos y conversar con ellos.

Ladislao Vadas