A esta altura de las circunstancias, es
realmente muy difícil aportar algún dato nuevo sobre esta novela titulada
“conflicto entre el gobierno y el campo”, ideada, producida, dirigida y
protagonizada por nuestro presidente de facto, Néstor Kirchner.
Fueron muchísimos los análisis que se han hecho sobre si el
aumento a las retenciones era bueno, malo, a quien perjudicaba, a quien
beneficiaba, para qué eran los recursos o cuál era el verdadero motivo de dicho
aumento, tanto de un lado como del otro.
Lo cierto es, que desde que se anunció el incremento hemos
entrado en una insipiente recesión, enfriamiento de la economía y la inflación
alcanzó los niveles más altos desde la convertibilidad.
Como ya dijimos, es muy difícil aportar algún dato nuevo,
lo que nos llevaría a ser redundantes o escribir sobre lo mismo. Pero lo que sí
es una verdadera intriga, es tratar de dilucidar cómo finalizará esta historia
o, por lo menos, analizar cuáles serán las consecuencias ante una inminente
sanción de la ley que legalice el aumento de las retenciones móviles.
Creo conveniente, entonces, hacer un repaso de algunos puntos
sobresalientes sobre este conflicto para luego, sí, analizar los posibles
resultados.
La verdadera razón del aumento
El conflicto estalla el 11 de marzo cuando se anuncia el
aumento a las retenciones del 35% al 44%. Esta medida, es atribuida al ex
ministro de Economía, Martín Lousteau, y es la primera mentira oficial, ya que
fue pergeñada por Alberto Fernández y el mismísimo Néstor Kirchner.
La segunda falacia son la sarta de justificativos del
aumento, que fueron desde “defender” a los pequeños y medianos productores,
hasta decir que lo recaudado sería destinado a la construcción de hospitales,
viviendas sociales y caminos. ¿El verdadero motivo? Muy sencillo, recaudar más.
No es muy difícil deducir que estos dos argumentos son
verdaderas falacias, ya que no se entiende muy bien por qué, si renunció Martín
Lousteau —a quien se le atribuye la autoría intelectual del aumento— se sigue
para adelante con la medida.
En cuanto a la segunda mentira oficial, tampoco se entiende
por qué si, entre otras cosas, se dice que lo recaudado es para construir
hospitales, viviendas y caminos, no se dijo esto desde un primer momento y se
anunció después de más de 100 días de conflicto.
El conflicto reveló la verdadera personalidad de Néstor Kirchner
Aunque no muchos lo digan, Néstor Kirchner sabe
íntimamente que cometió un error grosero, ya que jamás imaginó que esta decisión
provocaría semejante reacción por parte del sector agropecuario y mucho menos de
la población en general, pero debe ser que, en su autismo, nunca advirtió que la
opinión pública hacía tiempo había comenzado a perder confianza en su gobierno
—no nos olvidemos que la realidad dice que Cristina resultó electa, sin contar
el fraude, por supuesto, con el 30% real del padrón electoral, lo que dice que
el 70% no la votó— y esta medida, sumada a la explosión del caso de la valija
venezolana, fue la gota que derramó el vaso.
Luego, y esto ya es más reciente, se produjeron una
catarata de manifestaciones autoritarias, que podemos calificar desde mafiosas a
dictatoriales, como enviar a Luis D`Elía, Emilio Pérsico y compañía a reprimir
manifestantes a Plaza de Mayo, o las “apretadas” a diputados y senadores
para que sancionen la ley, pasando por imitar o redoblar las acciones de los
dirigentes sociales, como mandar a instalar carpas, luego que lo anunciaran los
representantes de los ruralistas o realizar un acto para contrarrestar otro
organizado por la gente del campo, y ni hablar de las persecuciones políticas en
manos de jueces y fiscales.
Un párrafo aparte merecen las permanentes declaraciones de
Néstor, acusando a los demás de lo que él mismo hace, y diciendo permanentemente
que brega "por la unión, la conciliación, el diálogo, el respeto a las
instituciones, la justa distribución de la riqueza", o acusar permanentemente de
golpistas, desestabilizadores y conspiradores a quienes no compartan su forma de
conducirse, especialmente al periodismo, y lo más paradójico, invita a “respetar
a quienes no piensen igual”.
Así como se sabe que Néstor Kirchner es plenamente consciente
de que cometió el peor de los errores que haya cometido en su carrera política,
también se sabe por qué no quiere retroceder, cosa que no es ningún secreto, y
es, sencillamente, porque en su mente existe el criterio de que volver al 10 de
marzo sería un signo de debilidad, y eso no entra en ningún cálculo de alguien
autoritario como nuestro Presidente (Si, nuestro actual Presidente).
¿Cuáles serán la consecuencias en caso de sancionarse la ley?
Existen dos escenarios posibles. El primero, sería
suponer que —en caso de que la ley sea sancionada— los productores agropecuarios
acaten la ley y se termine el conflicto.
Esto, sin dudas, producirá un retroceso notable en la
economía argentina, cosa que ya ha comenzado. No es necesario agregar más nada,
es así de simple, ya que la recesión y la inflación harán el resto, o si usted
prefiere una explicación más gráfica, sería como si se hubiese tomado la
decisión de destruir un país; esa sería la medida acertada.
Pero realmente es muy difícil suponer que, en caso de
sancionarse la ley, el conflicto termine ahí, entonces imaginemos el segundo
escenario posible.
Lo más factible es que se produzca un estallido social. ¿Hace
falta agregar algo más?
Concluyendo
En análisis político, no es conveniente utilizar futurología,
lo correcto es, muy por el contrario, aplicar el sentido común. Esto indicaría
que, teniendo en cuenta los dos cacerolazos recibidos por el gobierno, la
población no está dispuesta a tolerar más prepotencia ni autoritarismo, y
seguramente habrá un tercer cacerolazo, cuarto, y quien sabe cuantos más,
depende, ¿de qué depende? de cómo reaccione Néstor Kirchner o cómo interprete la
lectura del descontento no sólo de los productores rurales, sino también de la
población.
Los kirchneristas desde hace bastante tiempo comenzaron a
hablar de golpe, y acusan a todo aquel que discrepe con su ideología y/o
metodología de "golpista", especialmente al periodismo, pero no nos olvidemos
que cuando el pueblo echó al gobierno de la Alianza, no se quejaban, de hecho,
festejaban. En ese momento, ningún periodista promovía que había que echar a
Fernando de la Rúa, sino que ellos mismos —sí, los que hoy se rasgan las
vestiduras acusando a diestra y siniestra de golpista a quien se les cruce por
el camino— fueron los que alentaban a la población a voltear a un gobierno
democrático; entonces, no es de extrañar que el Frente Para la Victoria
sufra las mismas consecuencias, no nos olvidemos que Eduardo Duhalde comenzó a
actuar nuevamente en política, y ese no es, precisamente, un dato para dejar de
lado.
Pablo Dócimo