Al final, luego de cuatro meses de poner
la caripela y quedar como un gil, Alberto Fernández dio un portazo
y se fue nomás. En una tarde gris de julio, le mandó una carta a Cristina
Fernández y dijo que ya no se sentía parte del elenco estable. Luego de cinco
años ininterrumpidos como jefe de Gabinete, el ex muchacho prodigio de Domingo
Cavallo y luego de Eduardo Duhalde, se ha ido.
En el fondo, verle la cara de desazón cada vez que tenía que
dar un asunto digitado por Néstor, que por ende recalentaba la cuestión del
campo, daba un poquito de vergüenza ajena. Pues a veces, en esas bizantinas
reuniones con la mesa de enlace, daba la sensación de que el tipo de veras
quería llegar a un acuerdo sensato. Pero la paranoica psicopática de los
Kirchner, atrincherados en Olivos como si se tratara del asedio de Stalingrado
en versión "trucha", terminó venciendo la resistencia de alguien que posaba a
veces de imperturbable.
“No tenía sentido permanecer en un lugar donde costaba
sostener lo que pensaba”, alegan que dijo a modo postrero. Es que debe ser
jodido tratar de pararse como un virtual primer ministro frente a una pareja que
se maneja como si este país fuese una monarquía autoritaria. Más de una vez se
habrá sentido en la corte de un zar despótico, onda Iván el Terrible, un punto
que si osaste contradecirlo o te mandaba de almuerzo a los lobos en Siberia o te
sacaba de lugar la cabeza.
Quizá como hombre de confianza, depositario de todos los
secretos y cultor acérrimo de la verdad oficial, habrá extrañado cuando estaba
al servicio de Eduardo Duhalde, quien seguramente ahora esbozará una sonrisa de
conmiseración ante su autoeyectación.
Un looser
Para nada amables fueron los piqueteros rentados K, quienes a
través de la pluma de Humberto Tumini le dedicaron al renunciante un lapidario
epitafio: “Condujo sistemáticamente estrategias de derrotas en el distrito de
Capital Federal. La última de ellas, y la más grave, dividir confrontando entre
si las fuerzas progresistas de la Ciudad, brindándole en bandeja el triunfo a
Macri. Promovió en acuerdo con el shuberoffismo, al entonces decano de Derecho,
Atilio Alterini, de pasado vinculado a la dictadura, como rector de la UBA.
Sostuvo que el grupo Clarín era un aliado del proyecto nacional en curso,
y favoreció todo tipo de concesiones al mismo.
Y finalmente creyó que la Sociedad Rural aceptaría también
sin problemas las retenciones móviles, al tenerla caracterizada de amiga,
desarmando así inicialmente al gobierno para el conflicto que inevitablemente se
abriría al tocarles las súper rentas a la oligarquía. Es bueno entonces que haya
abandonado el gobierno. Fiel a su historia, usó el canal Todo Noticias
para hacerlo.”
En rigor de verdad, no se lo puede calificar como un
perdedor, es de muy mala leche hacerlo. Pero no se puede esperar otra cosa
de sujetos como el nombrado, quien junto al inefable Luis D’Elía constituyen la
avanzada payasesca de este cachivache.
Aquel presidente de la juventud del Movimiento
Nacionalista Constitucional, liderada en 1983 por el legendario Turco Aseff,
nunca posó de progresista como sus jefes, ni tuvo empacho en parecerlo siquiera.
Supo jugar fuerte, apostar con todas las fichas pero le cambiaron los números
los dueños del casino. Y vaya si así fue, pues según trascendió el fin de semana
pasado en Olivos tuvo lugar una furibunda discusión entre los K y al citado
ahora ex ministro: “En la intimidad de Olivos son comunes las interminables
charlas políticas. Pero en los últimos días tomaron otro color, ya que estaba
sobre la mesa de análisis la crisis política que atraviesa Cristina, luego de la
derrota en el Congreso. Ya había pasado el enojo K y la amenaza de renuncia del
matrimonio por el voto negativo de Julio Cobos. Entonces llegó el momento de ver
los caminos a tomar. Allí Fernández expuso su profundo enojo con la línea de
funcionarios que responden al ministro Julio De Vido, y en especial mostró su
encono con el polémico Guillermo Moreno. Fue en ese momento que Fernández
pidió abiertamente un cambio de estilo en la gestión y fustigó el manejo del
INDEC y el proyecto del Tren Bala. Los dardos apuntaron al sector devidista —hoy
claro ganador en la interna gubernamental— y propuso la salida de Moreno, y
otros tres secretarios: Ricardo Jaime, Javier De Urquiza (ya renunció), Romina
Picolotti y Enrique Albistur. Néstor y Cristina fueron tajantes y se negaron a
los cambios. Un ladero del ex funcionario admitió que Fernández se fue de Olivos
con la sensación de que los Kirchner permanecían cerrados en su postura, por lo
que en ese escenario “se había terminado su ciclo”. Con la decisión tomada y
enfurecido por la exposición pública que exhibieron en los últimos días De Vido,
Jaime y Moreno, Alberto redactó antes de ayer a la noche la renuncia y a primera
hora de ayer circuló en los medios, desatando la ira K”, según el sitio Total
News.
Frente a la blindada estrechez mental del dúo, Alberto
Fernández se dio cuenta que estaba de más. Es que a veces sucede, felizmente y
que el ejemplo cunda, el que tiene que hacer siempre de gil se pudre y se
saca el disfraz.
La cuestión es que pasará luego de esta decisión que provocó
sin duda alguna iracundia en las filas oficialista. Pues el panorama está
demasiado confuso, plagado de neblinas heladas luego de que la semana pasada
naufragara la polémica 125.
Pues que por más que eviten, fieles a su estilo, mencionar el
tema, tanto Néstor como Cristina deben percibir que afuera de los muros rosados
la cosa aún sigue estando álgida.
Fernando Paolella