Esta historia tiene dos protagonistas.
Alfredo y su hijo Cristian Montenegro. Éste último nació en la localidad de Río
Grande, Tierra del fuego, el 14 de julio de 1989.
Con su madre sumida en una profunda depresión y principios de
epilepsia, su padre —Alfredo— decide mudarse a Buenos Aires en 1991. Hasta ese
momento Cristian no había sido anotado aún en el registro civil.
Alfredo, seguro de que en la gran ciudad iba a ser mucho más
fácil documentar a sus hijos y tratar a su esposa, no lo pensó dos veces y se
instaló definitivamente aquí. Ese fue, según él, su peor error.
Las cosas se complicaron al extremo y Alfredo tuvo que
hacerse cargo prácticamente él solo de sus hijos. Dispuesto entonces a
documentarlos recorrió en vano cuanta oficina pública conocía, sin pronta
respuesta de ninguna.
Cristian comenzó el colegio sin problemas, allí también
intentaron ayudarlo pero nada pudieron hacer.
Luego todo empeoró, la mamá de Cristian fue internada en
el Hospital Moyano, mientras su padre y sus dos hermanos mayores se hacían cargo
de los 6 hijos de Alfredo.
Finalmente los niños fueron tomados en guarda por el
Consejo del Menor y la Familia en el área de Fortalecimiento Familiar a
cargo de la licenciada Sonia Cabezas.
"Allí me prometieron que iban a documentar a mis hijos
menores", nos cuenta Alfredo, "Fui a Juzgados, CGP, Registro Civil y la Casa de
Tierra del Fuego sin ninguna respuesta ni del consejo del menor ni de los
demás".
En el año 2004, la hermana más chica de Cristian contrajo
Leucemia Linfoblástica Aguda, por lo que fue internada en 2005 en el hospital
Garraham, falleciendo finalmente en noviembre. Ese año fue trágico para
la familia ya que también muere el hermano menor de Cristian en un accidente
automovilístico.
"Tuvimos que pelear mucho para que nos entreguen los cuerpos
de mis hijos, ya que, al no tener documentos no teníamos forma de demostrar el
parentesco", nos cuenta Alfredo apesadumbrado.
Hoy Cristian tiene 19 años y un hijo que por supuesto no
puede llevar su apellido.
Tampoco puede Cristian estudiar o conseguir un trabajo
digno, no puede cobrar la asignación correspondiente por su hijo, no puede
viajar, ni hacer miles de cosas sencillas para cualquier ciudadano.
Una persona sin documento sencillamente no tiene derechos
ante la ley. El simple pensamiento de un litigio legal para defenderse de
cualquier maltrato es una empresa inimaginable para Cristian.
Por último nos dice Alfredo: "Ahora me dicen que tengo que
iniciar un juicio de inscripción de nacimiento en el CGP de nuestro barrio pero
van a ver si su jefe acepta el caso y también me tienen a las vueltas. Eso que
estuvo cinco años bajo la guarda del Consejo del Menor"
Nos preguntamos entonces:
¿Cuántos "Cristian" debe haber en el país?
¿Cuán complejo puede ser un trámite para gestionar un DNI?
¿No existe un procedimiento pensado para este tipo de
problemas, o es el primer caso que se da en la historia argentina?
¿Es necesario iniciar un "Juicio de inscripción de
nacimiento" con los costos y tiempos que la sola mención de la palabra "juicio"
conllevan?
No estamos hablando de alguien que llegó a los 17 años y
se olvidó de renovar el DNI. Estamos hablando de alguien que nunca lo tuvo.
Tal vez nos equivocamos y todo esto no es más que una
serie de confusiones de ineptos empleados públicos que al no saber qué hacer,
delegaban al confundido Alfredo a otra oficina pública para sacárselo de encima.
Si es así, agradeceremos el asesoramiento de algún lector que
sepa realmente cómo y dónde proceder para que este muchacho pueda ser
considerado lo antes posible como un ciudadano argentino.
Diego Gentilezza