Cuando la revista Noticias sacó a la luz la enfermedad de
Cristina Fernández de Kirchner, muchos no lo creyeron, y otros pensaban que se
trataba de una operación mediática contra el Gobierno.
Eran muy pocas las personas que conocían que existe una
enfermedad que se llama bipolaridad, pero hoy, debido a que la sufre nuestra
presidente, es más común saber de ella.
Días pasados, conversado con un psiquiatra amigo, me
comentó que era muy raro que Cristina cancele el viaje por una simple lipotimia.
Hace unas horas, según fuentes confiables que
pertenecen al entorno presidencial, confirmaron que lo que padece la presidente
es un desequilibrio típico de la enfermedad que sufre: bipolaridad; de hecho,
resulta hasta gracioso que se hable de lipotimia.
En casos de bipolaridad como el de la Presidente,
siempre hay un detonante, y lo que hizo “brotar” a la Primera Mandataria, fue la
respuesta no satisfactoria por parte del gobierno cubano para poder traer a
Hilda Molina.
Todo estaba medianamente planeado, pero a último
momento se supo que de ninguna manera el gobierno de Cuba iba a dejar salir de
la isla a la Doctora Molina para venir a reencontrarse con su hijo, su madre y
conocer a sus nietos.
Si bien es cierto que Cristina había sufrido una leve
baja de presión arterial, la verdadera razón de la suspensión del viaje fue que
no iba a poder traer lo que iba a buscar, la señora Molina y llegar a Buenos
Aires con toda la propaganda que esto significaría.
Entonces apareció, nuevamente, la bipolaridad. Así se
fueron concatenando los hechos, por eso, no sale de la quinta de Olivos.
Los síntomas de su bipolaridad son cada vez mas
marcados, y en realidad no debería continuar en el ejercicio de la presidencia,
sus decisiones contradictorias en forma permanente y pérdida de control sobre
sus actos son un verdadero peligro institucional, ya que las drogas que se
prescriben para su mantenimiento —no podemos hablar de cura porque no la tiene—
agravan el cuadro.
En otras palabras es un verdadero peligro, y confirma
la psicosis de NK al haberla designado para el cargo, un delirio sádico.
Pablo Dócimo