La década del 90 fue el emergente de dos grandes catástrofes para la colectividad judía argentina. Una de esas desgracias resultó la consecuencia del conflicto bélico permanente entre Israel y la guerra santa islámica. El fundamentalismo iraní hizo estallar la Embajada de Israel en Buenos Aires (1992) y la sede de la Asociación de Mutuales Israelitas Argentinas (AMIA), en 1994.
Pero el golpe que no estaba en los cálculos de ningún bien nacido judío en la Argentina , fue la estafa reiterada urdida contra los ahorristas y comerciantes de la colectividad que fueron ejecutadas por los dos bancos étnicos mas fuertes de ese entonces: El Banco Patricios primero y después el Banco Mayo, presidido por el que fuera titular de la DAIA , Rubén Beraja.
Cuando se suponía que el nuevo milenio sería menos funesto para la numerosa colectividad con asiento en Buenos Aires, un nuevo escándalo de características mas llamativas rodea estos días al sector ortodoxo del judaísmo local.
Se trata, ni más ni menos, que la relación societaria de características ilícitas mantenida entre el rabinato ortodoxo encabezado por Samuel León Levín, y el trístemente célebre Cartel de Sinaloa, una de las mas poderosas y crueles organizaciones de narcotráfico de México.
Diversas investigaciones nacidas a partir del hallazgo de pistas contables incriminatorias del vínculo entre líderes ortodoxos del judaísmo argentino con los jefes de la organización criminal mexicana, hacen pensar que en los próximos meses pueden llegar a ser procesados tanto en México DF como en Buenos Aires una serie de personajes de los que nadie hubiese creído estuvieran involucrados en estas maniobras.
Los primeros indicios surgieron cuando los miembros de la Agencia de Seguridad de México (organismo que controla los movimientos de dinero para detectar blanqueos ilegales de divisas) detectaron solamente en el Estado de Sinaloa, más de 26 agencias financieras ilegales pertenecientes a Joaquín “Chapo” Guzmán, quien realizara en los últimos años la friolera cifra de 46.169 operaciones ilegales con dinero sindicado como perteneciente a las colectividades judías de Chile, Uruguay y la Argentina.
El modus operandi combinado entre el rabinato ortodoxo y el Cartel de Sinaloa consistía en hacer aparecer dinero supuestamente proveniente de donaciones y de esa forma se ingresaban en el mercado legal de las agencias financieras manejadas por el “Chapo” Guzmán.
Una actividad muy similar a la que realiza en la Argentina el grupo religioso que comanda el evangelista Luis Palau. Se presenta cada cuatro años en distintos escenarios de Buenos Aires, mueven multitudes de fieles en su mayoría llegados de sectores muy humildes, y dicen recaudar en concepto de donaciones cifras que han llegado a declarar cercanas a los 8 millones de dólares. Los cultos religiosos son una buena forma de lavar dinero, pues en general los organismos de control financiero prefieren no indagar demasiado en las finanzas de las colectividades por miedo a ser tildados de persecutorios religiosos.
Esta situación fue aprovechada por un grupo de religiosos ortodoxos argentinos encabezados por el rabino Samuel Levin, quien encabeza espiritualmente al grupo que recientemente se adjudicó las elecciones en la AMIA —Bloque Unido Religioso— y asumió bajo las polémicas declaraciones del electo titular, Guillermo Borger, quien afirmó que las nuevas autoridades solo iban a conducir para los “judíos genuinos que rigen su vida bajo los preceptos de la Torá.. .”
Volviendo al tema del vínculo ilícito entre el rabinato ortodoxo y el Cartel de Sinaloa en lo concerniente al lavado de dinero, los informes a los que se tuvo acceso señalan que según fuentes de inteligencia mexicanas y organismos financieros internacionales, el rabino Levin se movía contando con una poderosa flota de testaferros, entre los que se encuentran:
Tomás Saig, titular de una agencia de viajes que tramita personalmente los movimientos del rabino Levin; Ángel Mauricio Barman, contador de la AMIA y comerciante en el rubro de juguetería; Bernardo Sugman, funcionario de la AMIA y dedicado a operaciones financieras y asesor de Bolsa, Manuel Davidovich, vocal del Bloque Unido Religioso y también especialista en operaciones financieras e inmobiliarias.
La operatoria similar siempre consistió en declarar donaciones recibidas en entidades sociales y colegios (schules), que eran derivadas al manejo en Mesas de Dinero y que posteriormente aparecían en un circuito financiero que terminaba en los operadores de dinero del Cartel de Sinaloa.
Una forma de manejo y triangulación que fue difícil detectar, pero una vez que los investigadores hallaron la punta del ovillo fueron descubriendo la red internacional tejida entre el rabinato judío ortodoxo de Buenos Aires, sus pares de Uruguay y Chile y los poderosos barones de la droga de México.
Justamente fueron periodistas judíos de Argentina quienes primero investigaron y hablaron de este caso, como Jorge Boimvaser (*).
Esto demuestra que la información sobre la alianza financiera entre el Rabinato ordodoxo de la Argentina y el Cartel de Sinaloa no constituyen noticias lanzada al ruedo con una finalidad de salpicar al judaísmo local, sino mas bien una denuncia correctamente fundamentada en momentos que la Argentina corre el riesgo que con la futura ley de blanqueo de capitales indiscriminados, se hagan posible maniobras de ingreso de divisas al país proveniente de los negocios sucios habituales que pululan por el continente, como ser tráfico de drogas, armas y otros crímenes.
Son los propios periodistas judíos —que nunca renegaron de su condición—, quienes están dando la voz de alerta como queriendo apartar ellos mismos las manzanas podridas del cajón de frutas.
Daniel Orejano
(*) Erróneamente se publicó en principio el nombre de Daniel Schitman, director del portal judeo-argentino La Voz y la Opinión, pero se aclara que él no tiene nada que ver con esta denuncia.