Capítulo 1
INTRODUCCIÓN
"Robert", me comentó John Watson, uno de los asesores más
influyentes del Senador John MacCain en materia de asuntos latinoamericanos,
"hasta tanto este país no vea una opción inmediata de poder, clara y realmente
distinta a la de Hugo Chávez en Venezuela, Estados Unidos no tomaría parte del
lado de la oposición venezolana, gane quien gane las elecciones presidenciales
norteamericanas (de 2008)."
John Watson, además de ser un experto en la materia, había
hecho carrera en la CIA y ahora venía de formar parte del Departamento de
Estados de Estados Unidos de América. Era un furibundo republicano y un pertinaz
detractor del entonces presidente, George W. Bush, a quien catalogaba de imbécil
al servicio de su padre y del "Clan Bush". Fue Mr. Watson, durante las
muchísimas horas de conversación que pasamos juntos a principios del año 2008,
quien me habló por primera vez de los importantes negocios comerciales, en el
campo energético, entre la Halliburton (multinacional controlada por el "Clan
Bush") y Hugo Chávez. Comencé a corroborar que en eso que mientan comunidad
internacional, se sabe – perfectamente y mejor que nosotros los venezolanos –
cómo es que se bate el cobre dentro de Venezuela. Una vez más me conecté con
aquel pensamiento de José Martí: "En política, lo real es lo que no se ve."
Claro está, no solamente tendríamos que demostrar una
inmediata y verdadera opción de cambio en Venezuela. Si queríamos obtener algún
apoyo de los norteamericanos, tendríamos que esperar a que el Presidente George
W. Bush saliera del poder en Estados Unidos, porque los negocios con Chávez
representaban muchísimos más beneficios para ese clan que el peligro real de una
desestabilización, a paso de vencedores, a lo largo y ancho de todo el sub-continente
americano, algo que – evidentemente – no era de la preocupación e interés del
entonces presidente de la nación más poderosa del planeta Tierra.
Cuando en el recinto de las Naciones Unidas Hugo Chávez llamó
"Satanás" a George W. Bush y dijo haber olido a azufre en el mismo pódium donde
momentos antes había hablado su socio, estaba montando uno de sus más exitosos
shows. El mundo entero se lo creyó al pie de la letra. ¡Todos caímos por
inocentes… y por ignorantes!
Cuando el 31 de mayo de 2005, George W. Bush recibió en la
Oficina Oval de la Casa Blanca a María Corina Machado, para darle – a través de
ella – el apoyo a su ONG, "Súmate", nos estaban guaraleando, metiéndonos gato
por liebre… o, en su defecto, el presidente de Estados Unidos le estaba dando un
apoyo (político, moral y material) a un individuo a quién él sabía perfectamente
bien que poco podría afectar la estabilidad de uno de los grandes socios con que
contaba la empresa Halliburton: Hugo Rafael Chávez Frías.
Luego de darle muchas vueltas en mi cabeza sobre el dato que
me había dado Mr. Watson con respecto a la sociedad comercial entre los Bush y
Hugo Chávez a través de la Halliburton y de evaluar los pros y los contras,
decidí jugármelas todas escribiendo y publicando el siguiente artículo en mi
publicación, "La Revista Venezuela", en las páginas 14 y 15 del Tomo 4, que
salió a la calle en marzo de 2008. A continuación el mencionado escrito que
selló la suerte, para mal, de mi entonces exitoso medio de comunicación:
"CAPITANES Y REYES"
Aquella novela escrita por Taylor Caldwell, basada en la vida
de los Kennedy, aunque ubicada una generación antes, pareciera cobrar vida hoy
en día, sobre todo en Venezuela, donde una cosa es lo que piensa el borracho… y
otra, muy distinta, lo que piensa el bodeguero.
EN DIOS CONFIAMOS
Nuestra historia, perfectamente, podría comenzar en la ciudad
de Dallas, Texas… en el año de 1919, cuando Erle Pigmous Halliburton fundó la
empresa de servicios que a partir de 1960 se comenzó a conocer, simplemente,
como la "Halliburton": la Halliburton Energy Services, considerada hoy como la
tercera multinacional más importante e influyente del globo terráqueo, con
grandes operaciones en más de 120 países y headquarters en Houston y Dubai. Un
conglomerado, que por su complejidad, jamás pudo haber sido imaginado por Taylor
Caldwell, escritora de una novela que hizo historia en los años setenta,
"Capitanes y Reyes", sobre la acumulación inagotable de poder político y
económico.
Las familias reales nacen, los capitanes del poder, se hacen.
Al final, las primeras se subordinan a los segundos y la tierra gira sin
percatarse de su existencia, hasta que emerja el próximo escándalo, como ha
sucedido por estos días en la Venezuela de Hugo Chávez, muy extremadamente
ligada a todos los personajes que arriba hemos destacado con sus fotografías.
(Fotografías, de izquierda a derecha: George Bush Sr., Dick Cheney, David J.
O'Reilly, Condoleeza Rice, David J Lesar y George Bush Jr.)
En los frenéticos viajes de Alfredo García Deffendini y
Cristal Montañez por el mundo, alertando a tirios y troyanos sobre la tiranía de
Hugo Chávez, posiblemente llegaron a hablar con algunos de los personajes que
llevaban ya tiempo disfrutando del contubernio mercantil con el dictador que
ellos pretendían denunciar. Al final, uno nunca sabe para quién trabaja y, sobre
todo, por quién vota.
En febrero de 2003, el Presidente Chávez, en cadena nacional,
le dijo a Venezuela que existía una plataforma marina dueña del mayor yacimiento
de gas natural del mundo: la Plataforma Deltana.
Eran pocos los venezolanos que conocían de tales riquezas. El
14 de febrero de 2003, el Presidente Chávez, también en cadena nacional de radio
y televisión, les entregó a las empresas multinacionales los contratos para la
explotación de esa plataforma, entre las que se encontraba la Chevron-Texaco.
Las irregularidades eran varias. Para comenzar, estas
empresas no cumplieron con lo pautado por la Ley de Licitaciones. Fueron
escogidas a dedo por el Presidente Chávez sin pasar por el Congreso de la
República. Ya por ahí se violó la ley. Además, según los entendidos, entre los
que se encuentra el experto petrolero Horacio Medina, Venezuela fue birlada de
unos 100 o 150 millones de dólares que el Ejecutivo les perdonó a las empresas
explotadoras, entre ellas: la Chevron-Texaco.
De todos es conocido que el capital, además de ser
tremendamente cobarde, no tiene ideología. Es una norma aceptada universalmente
por todos aquellos que apoyamos el capitalismo y la economía de mercado. No
podemos, entonces, castigar a quienes manejan el capital que hace grandes
negocios con las más infaustas e ignominiosas tiranías del planeta, como la de
Castro en Cuba o la de Castro, en Venezuela. No hay… o no debería de haber,
absolutamente algo reprochable. Claro, cuando nuestra patria tiene como enemigo
al tirano socio de esas multinacionales, se crea una tendencia a condenar a los
socios, lo que debería ser una práctica injusta.
Cuando Fidel Castro fue invitado por Carlos Andrés Pérez a su
coronación en febrero de 1989, fueron muchos los venezolanos y venezolanas, de
la alta sociedad civil y política, que disfrutaron con la visita de quien
llevaba décadas masacrando seres humanos en Cuba, separando familias y acabando
con su tierra. Pero como ese monstruo todavía no había tocado los recientes
intereses venezolanos, nadie pensó que hubiera algo inadecuado en tratarlo como
una prima donna. Ya nos habíamos olvidado de cómo Castro mató venezolanos en las
décadas sesenta-setenta durante las guerrillas castro-estalinistas dirigidas y
financiadas desde Cuba.
Hoy, los responsables del capital que hace negocio con la
tiranía castro-estalinista de la Venezuela actual, pudieran ser acusados de
mercaderes porque esa tiranía - que se beneficia de esos negocios - nos afecta
directamente. Pero la salsa que es buena para el pavo, tiene que ser buena para
la pava. Si hace 19 años estábamos felices y contentos con la visita de Castro a
Venezuela y nadie veía en ella algo inadecuado, mal podríamos ahora castigar a
aquellos que se nutren de la corrupción de quienes depredan nuestra patria,
porque a ellos Chávez no les ha hecho daño alguno… y está el sagrado compromiso
de velar por ese capital que ellos representan.
Ellos, sin embargo, son blancos y se entienden. Nosotros, los
simples mortales, solamente podemos ver los toros desde la barrera y pensar de
acuerdo a nuestras neuronas. Es por eso que no entendemos cómo pueda Chávez ser
socio de empresas íntimamente ligadas a la familia Bush, para luego insultar a
diestra y siniestra a aquellos que de alguna forma son íconos visibles (activos
o en la reserva) de esas empresas. Veamos.
La firma que más apoyo le ha brindado al régimen de Chávez es
la Chevron-Texaco, amparada por la Halliburton. Para entender a la Chevron,
tenemos que comenzar por conocer a la Halliburton, empresa de la cual Dick
Cheney fue presidente hasta que le pasó el cargo a David Lesar, cuando llegó
como vice-presidente a la Casa Blanca, ya que ambas están íntimamente
relacionadas.
A pesar de que Cheney jamás había sido un hombre de empresas,
su paso por Halliburton le produjo varias decenas de millones de dólares
declarados. Cheney es ampliamente conocido como un hombre de confianza de la
familia Bush, tanto del padre, como del hijo.
Tal vez estemos siendo muy duros e inflexibles cuando
pensamos que Cheney jamás se alejó mucho de la Halliburton. Tal vez no empleó a
un testaferro para deshacerse de sus acciones en esa empresa, tal y como lo
ordena la ley norteamericana si se quiere llegar a la vice-presidencia de este
país.
La Halliburton asimiló a la Dresser Industries, empresa donde
surgió Bush padre. No es un secreto, sin embargo, que la Halliburton ha tenido
presencia importante cercana al gobierno de EEUU, en los años de ambos Bush. Por
ejemplo, en la Guerra del Golfo, mientras Cheney era Secretario de Defensa, fue
beneficiada con $8.5 millones para llevar a cabo un estudio militar. En 1991,
obtuvo contratos para aplacar fuegos en más de 320 pozos petroleros en Kuwait.
En 1990, la Halliburton se declaró culpable de haberle
vendido varios generadores de neutrón, nada menos que a Libia, por lo que tuvo
que cancelar una multa de unos cuantos millones de dólares. En agosto de 2005
reventó un escándalo cuando la Halliburton fue acusada de venderle importantes
componentes para un reactor nuclear a una empresa iraní.
En septiembre de 2006, salió la siguiente nota en uno de los
portales más serios venezolanos, Venezuela Analítica. De ahí transcribimos:
"Otro tópico es la materia petrolera y gasífera. Recientemente se supo de nuevos
contratos para Halliburton mediante la mixta Petrozuata. Hay que decirle al
venezolano que cree en el discurso antiimperialista de Chávez, que Halliburton
es propiedad de los Bush en los EEUU, sus asesores son precisamente Dick Cheney
y Condoleezza Rice. Chevron obtuvo el manejo de la Plataforma Deltana sin
licitación y el 40% del petróleo venezolano ha sido puesto en propiedad de las
transnacionales con la creación de las empresas mixtas. El gobierno venezolano
mantiene aún deudas con distintos sectores de la sociedad venezolana, mientras
en Wall Street, adoran a Chávez porque paga la deuda externa dólar a dólar y sin
ningún tipo de atrasos."
Ellos son blancos y se entienden. No hace mucho, Chávez
estaba tratando de sacarle cría a la Condoleezza con el negro Aristóbulo,
mientras esta señora es una pieza clave de una de las empresas que más aplaude
todo lo que dice Chávez en materia energética: la Chevron-Texaco, donde su
presidente, David J. O'Really, siempre está al tanto de apoyar cualquier delirio
que emane de la voluntad del tiranuelo tropical venezolano.
La conchupancia entre Chávez y las empresas que el mundo
relaciona con la familia Bush es tal, que hasta algunos importantes chavistas se
han dado a la tarea de criticarla. Ese fue el caso del Ing. Esmil Quijada, quien
en una carta que le envió al Presidente de PDVSA (Rafael Ramírez), le preguntó
si él creía que compartiendo la tienda con esas empresas íbamos rumbo al
socialismo.
No hay nada de malo en que la Chevron-Texaco, la Halliburton
o cualquier persona natural o jurídica deseen hacer unos pesos a costa de
nuestro máximo líder, Hugo Chávez. Tal vez lo condenable y despreciable sea que
nos traten de vender una enemistad inexistente y tanto del lado de allá como del
de acá, nos pongan a creer lo que no es. No en balde Martí nos aseguraba que en
política, lo real es lo que no se ve y Bolívar insistía que por el engaño nos
habían dominado más que por la fuerza.
¡Seguiremos confiando en Dios!
Robert Alonso