Tuvo lugar, finalmente, el esperado encuentro entre las cabezas principales del
Campo y la Presidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. Se anunció
una suerte de acuerdo para la disminución de cargas impositivas para carnes,
leche y trigo pero, en la práctica, el evento solo sirvió para aislar a las
bases ruralistas de sus líderes.
La Presidente de la Nación, Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner, hace rato
que ha caído en desgracia frente a la consideración ciudadana y de la opinión
pública. Su aparición casi a último momento en las reuniones entre funcionarios
y representantes del agro argentino sólo se puede caracterizar de manotazo de
ahogado, y el acuerdo, de vulgar pantomima para que se regodeen Clarín y los
medios oficialistas.
Hubo acuerdo, dirán. Pero nadie revelará los detalles importantes y que siempre
quedan cubiertos por el manto del ocultamiento, a saber, que el principio de
acuerdo involucra acuerdos miserables en descuentos por menos de dos mil
millones de pesos para el sector agropecuario. Como remate, a partir de este
momento, los líderes ruralistas son vistos por sus propias bases como los
traidores del caso.
No se discutieron las retenciones a la soja y otros productos, que como todo
mundo sabe, son los temas de mayor preocupación para el sector. Al gobierno le
bastó con presionar por izquierda con el lamentable ítem de la estatización de
la comercialización de granos. La esencia de la estrategia ejecutada por Néstor
Carlos Kirchner era simplemente ganar unos minutos de tiempo para su esposa, y
de paso, reposicionar a la competencia -el agro- como los responsables en última
estancia de cualquier estallido social si las "conversaciones" no llegaban a
buen puerto.
Porque, mal que le pese a los trasnochados del kirchnerismo y sus cómplices en
esta gran empresa que se llama "saqueo nacional", Cristina Fernández se
encuentra en un estado de extrema depresión y no ha dejado de amagar con irse de
vuelta para su casa. Mientras Joaquín Morales Solá dice que debe ponderarse el
"gesto presidencial", la humilde opinión de quien esto escribe es que la Primera
Funcionaria se ha terminado de dar cuenta de que está entre la espada y la pared
y que en cualquier momento la apalearán en cualquier aparición pública en donde
no haya un miniejército de gendarmes para protegerla. De ahí sus raptos de
aparente locura y desesperación, que solo trascienden en privado pero que jamás
figurarán en los periódicos de tirada masiva, cuyos dueños pueden rastrearse en
sociedades comerciales con base en paraísos fiscales del Caribe.
Desde luego, y siempre a posteriori de negociaciones entre sectores oficiales y
de la economía, la sociedad hastiada debe soportar las declaraciones de
ministros de la talla de Aníbal Fernández. Luego de las charlas con el agro, al
Ministro de Justicia -o de la Inseguridad, como la gente gusta llamarlo- no se
le ocurrió mejor idea que negar lo obvio, es decir, sentenció que "el reciente
acuerdo no tiene nada que ver con la proximidad de las elecciones". Lo cual ya
es demasiado.
Hay una tendencia peligrosa dentro del kirchnerismo desangrado que por estas
horas aún ocupa el poder, a provocar chispazos que terminen gatillando hechos de
violencia. Como si el gobierno procurara dar inicio a un nuevo estallido social
para tener que irse disparando por la puerta de atrás.
La alternativa de la fabricación del caos para tener la excusa perfecta para la
huída es una hipótesis que sigue vigente. Evidentemente, los Kirchner desean
ganar tiempo para que se llegue a los comicios sin problemas y allí volver a
poner en marcha el corrupto aparato estatal para robar votos. Pero si los
tiempos siguen siendo lejanos, por las dudas se puede preparar el terreno para
poner pies en polvorosa y luego echarle la culpa a los "oligarcas" y
"golpistas".
Habida cuenta de que la Argentina está transitando por el peor escenario de su
historia, y no por culpa de los mercados internacionales sino por el desfalco
llevado a cabo por el propio matrimonio presidencial, lo que debería hacer el
kirchnerismo es retirarse de la próxima contienda electoral, o bien abandonar
con anticipación el poder. Allanando el camino para una transición ordenada y a
partir de una serie de reuniones al más alto nivel con todos los representantes
de la oposición.
Los periodistas de profesión y los columnistas que solemos leer en los medios
tradicionales se han equivocado torpemente y han perdido un tiempo precioso en
reclamarle a la Presidente que gobierne. Ellos también son cómplices del
desfalco que los Kirchner han montado con sus amigos.
Difícil no coincidir con una de las recientes columnas de Roberto Cachanosky, en
el sentido de que la ciudadanía debe acopiar moneda estadounidense para evitar
seguir siendo estafada por un Estado depredador. Esto es rigurosamente correcto.
De aquí a un año y medio, el dólar deberá cotizarse en una franja no inferior a
$4 o $4,50 sino más. Esta es la única arma con la que cuenta la decadente clase
media para no pasar a ser clase baja. Ahora más que nunca, la población
económicamente activa debería dejar de consumir avisos publicitarios de
instituciones bancarias como el Santander Río, que está sufriendo de un masivo
retiro de depósitos en Europa y en todo el mundo. Para no repetir el pasado,
habrá que reflexionar sobre él.
El resto de los temas continúa en el tapete, como nunca han desaparecido. Tras
el reciente asesinato a sangre fría del decorador de Susana Giménez y otros
tantos inocentes y policías, la problemática de la inseguridad ha trepado al
tope de las consideraciones, relegando al desempleo a un lejano segundo puesto.
En este aspecto, nada ha cambiado, y lo que es más, se ha agravado desde la
llegada de los Kirchner. Sirve de mucho tener en cuenta las palabras del juez
Melazo, al respecto de que pocos funcionarios saldrían airosos de una
rinoscopía. Y eso sin considerar a los degenerados funcionarios que residen en
el barrio de Puerto Madero y que hacen pasar a jóvenes menores de edad a sus
domicilios para placer sexual.
De todas maneras, se dice que los gobernantes son el fiel reflejo de la sociedad
a la que gobiernan. En semanas recientes, en la Capital Federal, un grupo de
trasnochados se encuentran manifestando contra los parquímetros de Palermo y
Recoleta y en contra del programa de reordenamiento del tránsito de la
administración macrista, una de las pocas medidas correctas que el ex presidente
de Boca ha configurado. Estos manifestantes se cuentan por apenas docenas pero
agreden con impunidad a policías y agentes de tránsito porteños. No se podría
esperar otra cosa de una sociedad evidentemente enferma y que solo puede
purgarse desde sus cimientos.
De otra manera, continuaremos repitiendo los errores del pasado.
Matías Ruiz
El Ojo Digital