En pocos temas se escribe con tanta liviandad, con tanta falsía, e incluso con tanta mala fe, como sucede en lo referente a la energía eléctrica.
Con el servicio eléctrico sucede lo mismo que con la salud, nadie se acuerda de ella mientras está bien, y todos se lamentan cuando se resiente o no se la tiene.
Como en la Argentina vamos de crisis eléctrica a crisis eléctrica, de uno u otro modo el tema es recurrente, dando pie a diversos tipos y calidades de opiniones. Sólo como precisión conceptual definamos que la actual crisis excede lo eléctrico y abarca a todo el Sector Energético.
Casi sin excepciones, los que saben suelen opinar muy poco, y escriben menos; excepto algunos casos puntuales de opinantes mercenarios, que saben de qué hablan, pero dicen poco, y casi siempre tergiversado, pues están al servicio de grandes intereses corporativos —como los que desde hace más de un siglo se vinculan con los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) y su manejo por parte de grandes transnacionales anglosajonas—, a las que les conviene mantener el denso manto de confusiones conceptuales y de “insondables misterios técnicos” que cuan barrera infranqueable, se levanta frente a honestos ciudadanos que no son especialistas en la temática, a los que les es muy arduo formarse una opinión precisa, clara y bien fundamentada.
Y para “embarrar más la cancha”, las grandes ONGs ambientalistas transnacionales (Greenpeace, World Wild Found y su filial “argentina” Vida Silvestre; y otras); operando con fuertes presupuestos y grandes presencias mediáticas, trabajan solapadamente como agentes del caos y la confusión conceptuales, “batiendo el parche” con mentiras, exageraciones y verdades a medias, acerca de las características y reales posibilidades de las llamadas “nuevas fuentes de energía”, o “energías renovables”, o “energías limpias”; conceptos estos que utilizan alternativamente para referirse prácticamente a lo mismo: supuestas y falsas “soluciones” energéticas globales.
No lo hacen inocentemente, pues esas transnacionales de la ecología operan financiadas por las petroleras anglosajonas y otros grupos transnacionales de poder financiero con sedes en el G7, y están a favor del siniestro proyecto de “crecimiento cero” propuesto desde 1972 por el Club de Roma. ¡Pero muchos de los “perejiles” de las ONGs locales no saben ni piensan nada del tema, pues sus nebulosas mentales los pierden en los dogmas ecolátricos que con prolijos “lavados de cerebros” les inculcaron!
Como el tema tiene particularidades y complejidades específicas, a los pensadores nacionales —los que “jugamos con la camiseta argentina” y la de la Patria Grande Latinoamericana—, nos resulta bastante complejo difundir conceptos con sencillez conceptual, para hacerlos asequibles a “Juan Pueblo” y a “Doña Rosa”, conceptualizaciones para nada despectivos y que abarcan a todos los no especialistas. ¡Pero intentémoslo una vez más!
Analicemos características, virtudes y limitaciones de las “energías renovables”.
La energía eólica. Precisa vientos permanentes, de velocidades intermedias (no sirven las leves brisas ni los vientos de más de 90 Km/hora). Sus instalaciones son muy costosas, y la vida útil limitada (20 años a excepcionalmente 25 años).
No suministran Potencia Firme, pues los vientos son aleatorios y permanentemente variables (no sirven como respaldo de “fuerza disponible” en la red); excepcionalmente y con restricciones en zonas muy ventosas puede admitirse que tan solo el 20 % del total instalado sea considerado “Potencia Firme”.
Por la variabilidad de los vientos no pueden funcionar sincrónicamente en red —es como acelerar y desacelerar constante y bruscamente un motor, para un uso que requiere marcha constante y segura—. Un grupo electrógeno convencional debe estar “funcionando en paralelo”, para evitar las oscilaciones de tensión, que ocasionan los cambios constantes de los vientos. Una red de interconexión con una densa malla de interconexión puede reemplazar al grupo de respaldo.
En nuestras zonas ventosas (Patagonia y Cordillera) No existe un mallado de transmisión, apenas sí, redes lineales. Con las enormes distancias patagónicas, construir un mallado —una red tipo “tela de araña”—, además de muy costoso sería un gasto exorbitante, por la poca densidad poblacional.
Para integrarse a un sistema de transmisión, necesitan “reserva en caliente”, o sea un grupo electrógeno convencional funcionando “en vacío” —o sea quemando petróleo o gas—, listo para suplir a la eólica en cuanto disminuyen drásticamente los vientos. Eso “tira por la borda” la falsa “limpieza de su generación”, pues el grupo de respaldo contamina permanentemente. Además los gastos energéticos de fabricación, instalación, mantenimiento y desmontaje, no son despreciables, pero los seudo ambientalistas nunca los mencionan.
La energía solar. Es generada por paneles pero es carísima, de muy bajo rendimiento, con limitaciones operativas sin solución (solo funcionan mientras hay sol, los días soleados), precisa enormes superficies que quedan inutilizables para otros fines, y ambientalmente es un fraude, pues la ecuación ambiental promedio es negativa.
La energía que se gasta en producir, instalar, y al fin de su vida útil desinstalar un panel solar; es más que la energía neta que se obtiene de un panel solar durante toda su vida útil, excepto en regiones tropicales, en las que la ecuación energía generada/energía gastada es levemente positiva. Pero tan poca que es irrelevante…y carísima.
Sólo es viable en sistemas interconectados, con fuertes subsidios. Dicho en castellano claro: no compite con las energías convencionales (hidro, nuclear, térmica en base a hidrocarburos), excepto para consumos aislados, donde sí es viable.
Además, los paneles tienen componentes tóxicos, que si no se desarman cuidadosamente, terminan contaminando la tierra y el agua superficial y de napas (esto por filtración). ¿Es esto “ambientalmente limpio”? ¡Otro más de los tantos mitos ecolátricos!
La energía geotérmica. Es aquella que aprovecha el calor de la tierra, pero sólo es viable en los lugares muy puntuales —y escasos— en los que aflora a la superficie el calor del magma, o donde se encuentra a poca profundidad. Las perforaciones, cañerías y sistemas que requiere, son sumamente costosas. Los caños tienden a taponarse rápidamente con el sarro que depositan las aguas termales, cargadas de minerales. La única pequeña —muy chica— central que existía en Argentina, en Copahue, Neuquén, está fuera de servicio, con sus cañerías taponadas e inoperables. El costo por KWh es altísimo.
Las micro centrales hidroeléctricas (hasta 100 Kw) sólo pueden ser soluciones puntuales para muy pequeños consumos aislados. Como “soluciones comunitarias” en Misiones demostraron ser un fiasco total, pues ni siquiera cubrieron sus escasos costos operativos. Han sido un claro ejemplo de teorizaciones sin “pisar la tierra”, con abstracción total de la realidad social y económica.
En Brasil, donde se trabaja en serio, las pequeñas centrales hidroeléctricas son de más de 1.000 Kw, excepto raras excepciones.
El hidrógeno es costoso económica y ambientalmente, pues el proceso de purificación consume más energía que la que se puede obtener luego del hidrógeno puro. No es considerada una tecnología apta para satisfacer grandes demandas de electricidad.
Los biocombustibles están suplantando parcialmente al petróleo. No puede competir con el petróleo relativamente barato. Es una alternativa interesante para el transporte automotor, pero no es inocua ambientalmente. El reemplazo del petróleo para generar energía eléctrica, hoy solo se lo considera viable en proporciones marginales, pues el volumen de hidrocarburos a reemplazar —si se pretendiera hacerlo totalmente o en altas proporciones—, requeriría cantidades muy grandes de biocombustibles, que hoy apenas alcanza para cubrir pequeñas proporciones de gas oil automotor. Y la limitación de los costos de producción sigue vigente.
Adviértase que toda demora en la concreción de usinas hidroeléctricas y nucleares, termina significando la necesidad de instalar más usinas termoeléctricas, muy contaminantes y de mayores costos por KWh.
Carlos Andrés Ortíz
Especialista en Gestión de Producción y Ambiente
Especial para Tribuna de periodistas
Lo terrible de las mal llamadas energías limpias es que no se tiene absolutamente ningún control como el caso de la eólica y solar. En Europa los grandes parques solares generan demasiada potencia en horas que no se la necesita. Ese dogma científico sobre los efectos del CO2 y la "agenda verde" está llevando a gobiernos a cometer despropósitos como apostarle a esas costosas energías y dejar de lado potenciales reales.