Sin la intención manifiesta de fijar
plazos para retomar la protesta y el reclamo, la espera para desembarcar en esa
instancia hoy sólo está condicionada por el tiempo que demande finalizar la
cosecha, que se está levantando con fuertes condicionamientos climáticos y los
rindes más bajos de las últimas cuatro campañas. La trilla aportará algo de
reserva estratégica a las alicaídas arcas chacareras. Es el único aporte que
recibirán y, en la antesala del ciclo, no están apostando al trigo nuevo ni
tienen estímulos para arrancar con una siembra que, además de financiamiento,
necesita de señales claras que marquen el devenir que tendría la
comercialización del grano nuevo.
Tampoco está despejado el horizonte como para proyectar
negocio alguno con la zafra que levanten, en momentos que cualquier analista,
local o del exterior, se juega por un escenario de cotizaciones firmes y
fundamentos alcistas, partiendo de las proyecciones de siembra de maíz y soja
que difundió el USDA para Estados Unidos. No alcanzarían para optimizar los
stocks de ambos cultivos y, de cara a esos datos, arriesgan que no es
alocado pensar que el precio local de la soja pueda llegar a tocar el nivel de
los mil pesos por tonelada.
Nuestros competidores, agradecidos. Mientras avanzan hacia
mercados históricamente abastecidos por Argentina, aquí las acciones siguen en
picada: los más de 97 millones de toneladas que dejó la última campaña, en esta
se reducirán entre 30 y 35 (mill/tn). Con la ganadería, en tanto, es mejor no
hacer números. Los últimos fueron para el "bajón", la liquidación sigue a la
orden del día y los precios, como hace más de dos años, regulados tan
arbitrariamente como las exportaciones. Pocos o casi nadie entienden las
maniobras tozudas de un Gobierno que, en la superficie, se limita a largar
cifras sobre supuestos desembolsos millonarios que se destinan al agro nacional
y que, dicho sea de paso, nadie sabe a quienes llegan... si es que alguna vez
dejaron de ser un asiento contable para convertirse en plata fresca.
Otro supuesto argumento oficial que intenta mostrar
"preocupación" respecto del devenir de la producción rural, desdibujado luego
del último convite que Débora Giorgi hizo al campo, es que se seguirá dialogando
con los ruralistas, en lo que los productores definen como una gelatinosa e
inconducente charla de café.
No se aclaró que desde ahora los encuentros serán con
técnicos de las entidades, por decisión de los dirigentes y para no perder
continuidad en el análisis aletargado de temas que, quizá algún día, se traten
en serio. Quieren estar allí, por las dudas, si llega ese momento.
Saben que las maniobras oficiales condujeron una y otra vez a
desarmar la paciencia del sector productivo, manipularla y desarticular las
iniciativas para recomponer la severa crisis del campo que, a la sazón, golpea a
las arcas del Estado tanto como al bolsillo de los chacareros.
El campo ha perdido casi todo en el último año, menos la
dignidad. Por eso prepara las huestes para otra batalla cuando termine la
cosecha, que luego irá vendiendo en dosis homeopáticas y sólo para cubrir los
gastos inevitables. Tranqueras adentro ya analizan cuánto tiempo deberá
transcurrir y cuál será el nuevo sello que tendrá la protesta que, esta vez,
tendrá alcance sectorial y buscará hacer foco en las regiones más castigadas del
país.
Hasta entonces, la Mesa de Enlace moverá las fichas en el
Congreso, tanteando cuáles puede capitalizar en momentos en que los diputados
rumbearán hacia sus propias campañas... Pero no habría que descartar que la
seguidilla de acciones gremiales que se está gestando coincida con la previa de
las elecciones legislativas, enfrentando más de una aspiración política con la
cruda realidad agropecuaria.
Gladys de la Nova