Hace unos días nomás, un sector de la
sociedad se manifestó en forma masiva y espontánea para despedir a un ex
presidente fallecido, considerado hoy un símbolo de la democracia, y pedir más
respeto a las instituciones, más participación y más transparencia.
El gobierno de los Kirchner no vio o no quiso ver, no escuchó
o no quiso escuchar las señales, y respondió ofreciendo lo contrario: menos
democracia.
La muerte de Alfonsín fue un golpe más para el oficialismo
que se balancea al borde del abismo frente a una prueba electoral que se
presenta más difícil de lo que se había imaginado.
Ya había adelantado las elecciones para cortar de cuajo
las movidas de la oposición en busca de alianzas que le permitieran reunir más
votos, y la jugada le salió mal. La oposición se envalentonó con la impactante
expresión de dolor que se registró con el fallecimiento del presidente de la
recuperación democrática.
Para colmo los dibujos de las cifras sobre la economía
comenzaron a desteñirse porque la tinta con que habían sido realizados no era
indeleble. De a poco va cayendo la máscara de una crisis que, preanuncian
expertos en la materia, se instalará antes que después en el país, como
consecuencia de la debacle imparable en el mundo desarrollado.
Como si fuera poco, el conflicto más grave que afrontó la
administración de Cristina Kirchner, el que despertó en el campo, no sólo no se
acalló, sino que comenzó a traducirse en cifras que espantan: la recaudación,
obviamente, se vio afectada, y el gesto del Gobierno para poner de rodillas a
los díscolos productores terminó impulsándolo a él mismo a caer de rodillas y
pedir insólitamente, en la reunión del grupo de los 20, nuevamente auxilio
financiero al denostado Fondo Monetario Internacional.
Los vencimientos del pago de la deuda se acercan y
Cristina Kirchner no sabe de dónde van a salir. ¿Se habrán dilapidado ya los
multimillonarios fondos incautados a las AFJP? Ahora el Gobierno dice que
coparticipa a las provincias y los municipios lo recaudado en concepto de
retenciones a la exportación de soja: al final, está repartiendo migajas.
Como si el panorama no fuera suficientemente adverso, se
instaló en el país la epidemia de dengue, una enfermedad típica de la pobreza, y
desnudó, por si fuera necesario, la situación de miseria estructural en la que
viven millones de argentinos. Hasta esos lugares no había llegado la presunta
bonanza inaugurada por el kirchnerismo.
Cada vez hay más pobres, más pobladores en las villas
miseria, más inseguridad, pero no se ataca el origen del mal, tal vez porque
políticos cometen el pecado mortal de hacer de la pobreza un factor funcional a
sus ambiciones.
Frente a esa situación, las encuestas, que no hacen más que
reflejar porciones de la realidad, le informaron a Néstor Kirchner que las
elecciones próximas no serán para él un paseo como había imaginado, sino todo lo
contrario.
Allí comenzó a elucubrar estrategias para atajar un triunfo
que le es esquivo en varios distritos, pero principalmente en la provincia de
Buenos Aires, la caja de resonancia clave del destino de los políticos que
gobiernan.
Paradojalmente, frente al reclamo de la gente por más
democracia, eligió más trampas dentro del juego de la democracia.
Néstor Kirchner nunca confirmó su candidatura en la
provincia de Buenos Aires —el segundo gesto desesperado, después del
adelantamiento de las elecciones— simplemente porque no tenía ninguna seguridad
de ganar. Entonces el oficialismo comenzó a jugar con los plazos: sólo se
anunciarían las postulaciones en el primer distrito del país cerca de la fecha
legal de vencimiento. Para eso resta poco menos de un mes.
Cuando los sondeos revelaron que la figura de Néstor Kirchner
comenzó a caer menos bien que en sus tiempos de presidente, imaginó una
estrategia para mantener cautivos a todos sus hombres: ordenó a intendentes del
conurbano que se postulen, aún diciéndole abiertamente a la sociedad que ese
gesto sería un mero acto destinado a recaudar votos, porque luego de los
comicios, renunciarían a sus bancas para volver a sus puestos ejecutivos.
Es difícil imaginar cómo el kirchnerismo pudo creer que
esa jugada podía resultar redituable para sus fines. Rápidamente reveló que
causaba el efecto contrario al buscado.
Todavía quedan tres semanas para que se definan las
candidaturas. En el mundo de Néstor y Cristina Kirchner todo es posible. Por
estas horas deben estar imaginando otras jugadas impactantes para tratar de
torcer lo que parece ser la voluntad de importantes porciones del electorado.
Quién sabe con qué sorpresa desayunen a la gente en las próximas horas. Lo que
se sabe es que hasta ahora, la figura del matrimonio presidencial despierta más
resquemores que simpatías. El camino que eligieron para revertir esa situación
resultó ser el menos adecuado.
Carmen Coiro