En los efusivos y retóricos discursos de
campaña que suele vociferar el presidente de facto, Néstor Kirchner, normalmente
pide a los argentinos que “tengamos memoria”, y entre algunos hechos que él
recuerda sistemáticamente, habla del “vaciamiento ocurrido en los 90”, haciendo
alusión, lógicamente, a las privatizaciones de las empresas estatales.
Un dato curioso es que él, NK, no recuerde que también
formó parte de ese gobierno, encabezado por Carlos Menem a quien no dudó de
calificar como “el mejor de la historia”, y a quien, además, le era
sumamente funcional, aunque el adjetivo correcto, para hablar en criollo, sería
“chupamedias”.
Es muy llamativo que NK nos pida que hagamos memoria, cuando
parece haber olvidado que gracias a la “política entreguista neoliberal” se
apoderó de las regalías correspondientes por la privatización de YPF, que luego
se convirtieron en los ya emblemáticos fondos de Santa Cruz, los que todavía hoy
no sabemos a cuánto ascienden ni dónde están, y mucho menos, por supuesto, por
qué no se repartieron.
Pero si hablamos hacer memoria, sería bueno retrotraernos un
poco en el tiempo y recordar tantas promesas incumplidas. Ni hablar de la total
ausencia de políticas de Estado, tanto en el primer período de NK como en el
actual, representado por su esposa, la supuesta abogada Cristina Fernández.
Uno de los hechos que más deberíamos recordar, siempre
siguiendo con el pedido de nuestro presidente de facto, sería el brillantísimo
negocio inmobiliario que él mismo autogeneró en El Calafate: la compra y
posterior venta de tierras fiscales.
Es curioso cómo no muchas personas hacen hincapié en este
negociado de los Kirchner —por eso vale la pena recordarlo—, ya que es una de
sus estafas más grandes, nada menos que al fisco.
El 3 de enero de 2006, el municipio del Calafate autorizó la
venta a favor de Néstor Kirchner de 20.000 metros cuadrados de terrenos fiscales
al precio de $7,50 el metro cuadrado. Los terrenos, que en el mercado tienen un
valor aproximado de, por lo menos, $120 el metro cuadrado, fueron entregados
por decreto, sin licitación ni adjudicación, por el ex intendente, Néstor
Méndez, no sólo a Néstor Kirchner, sino también a otros “amigos del poder”.
Dos años más tarde, con la habilidad inmobiliaria que
caracteriza a Néstor Kirchner, vendió esas tierras al grupo chileno Cencosud
por U$D 2.400.000… ¡si, leyó bien, dos millones cuatrocientos mil dólares!
Estas tierras fiscales, que pertenecían a los militares y le
fueron quitadas por el entonces intendente Méndez, le fueron adjudicadas, como
dijimos, a Néstor Kirchner, sin tratamiento alguno y en forma totalmente
reservada en cuanto a tratamiento administrativo respecta.
Cuando se dieron los terrenos a distintos funcionarios,
había unas 3.000 solicitudes de terrenos pendientes con todos los trámites
cumplidos, mientras que a la gente se le decía que no había terrenos fiscales en
disponibilidad.
Pero esta no fue la única venta escandalosa que hubo en
el calafate relacionada al matrimonio presidencial. El hotel Los sauces
también está construido sobre tierras fiscales compradas a precio vil.
Este hotel de “alta gama” está ubicado cerca del casco
céntrico, posee vista al lago y sus habitaciones son, como no podía ser de otra
manera, muy costosas… y pensar que después hablan de “inclusión social”, “justa
distribución de la riqueza” y el “proyecto nacional y popular”.
Lógicamente, no tratamos de publicar ninguna primicia, ya que
esto data de enero de 2006. Sólo tratamos, como pidió Néstor, de hacer “algo” de
memoria
Pero no solamente en lo económico, o si usted prefiere,
material, parecen haber perdido la memoria —la misma que ellos reclaman al
electorado— los Kirchner, sino también en lo ético y moral, cosa que podemos
apreciar cuando, sin el mínimo pudor, se animan a llamar traidores a quienes hoy
no forman parte de su truculento plan.
¿Cómo pudo olvidarse Néstor de cuando defendía el proyecto
neoliberal de Menem o de su mentor, Eduardo Duhalde, entre otras cosas?
Estos son algunos botones de muestra de la total amnesia
que padece el señor Kirchner, quien sin ruborizarse pide a los argentinos que
tengamos memoria.
Pablo Dócimo