En el capítulo
tercero del extraordinario libro de Carl Sagan El mundo y sus demonios,
el autor lista un conjunto de disciplinas científicas, y menciona la
respectiva pseudociencia que las complementa. Así, la astronomía tiene a la
astrología, la psicología a la parapsicología, la arqueología a las pirámides
energéticas construidas por extraterrestres, etc. Cuando llega a la economía,
Sagan menciona como su respectiva pseudociencia a los que creen poder realizar
pronósticos de largo plazo. Pablo J. Mira
La intención de Sagan es clara: los pronósticos económicos
de largo plazo no son posibles por la sencilla razón de que el futuro lejano
resulta más incierto que el cercano. Debemos rechazar como poco científicas
las estimaciones respecto de ciertas variables si estamos demasiado separados
del presente.
Sin embargo, y paradójicamente, en economía suele suceder
que los pronósticos de largo plazo suelen ser más eficaces que los de corto
plazo. Es más, sospecho que la verdadera pseudoeconomía se centra en
la pretensión de querer determinar con precisión los comportamientos de
corto plazo.
Para ilustrar esto con un ejemplo, supongamos que queremos
determinar cual será el valor del Dow Jones, principal índice de
precios de la bolsa de valores de los Estados Unidos dentro de 30 años.
El pronóstico no resultará demasiado dificultoso, puesto que se conoce la
existencia de una tendencia bastante definida de crecimiento. Basta
entonces con utilizar las sencillas técnicas estadísticas de regresión para
estimar con bastante razonabilidad el comportamiento de largo plazo de las
variables con tendencia. La facilidad para hallar este valor es
consecuencia simplemente de que las estimaciones de largo plazo suelen
utilizar datos más agregados, y es más factible que en el agregado algunos
efectos se compensen entre sí.
Pensemos ahora en la determinación de alguna variable para
el corto plazo. Estamos en octubre del 2000 y queremos saber el valor
del Dow Jones a fin de año. Es obvio que en este caso se nos exigirá
un mayor nivel de precisión que el requerido para las estimaciones de largo
plazo (si no, para nada serviría la estimación de corto).
El problema es que ahora la tendencia no nos puede servir
de mucho, debemos recurrir a otras “técnicas”.
Aquí es donde aparece la pseudociencia económica. Entran en juego los “gurúes”
de la economía y las finanzas, los que supuestamente son capaces de decirnos
con exactitud que sucederá en las próximas semanas con el comportamiento de
una acción o un conjunto de acciones en la Bolsa.
Las técnicas utilizadas por estos gurúes para
“venderse” son diversas. La más común es la de hacer creer que porque
uno ha sido exitoso en la Bolsa, lo será toda la vida. De este modo, la
única carta de presentación la constituye su pasado de hombre de suerte.
Pero no sólo dan consejos aquellos que han sido beneficiados por la ruleta
del mercado de valores, también están los que, habiéndoles ido bien en un
negocio particular, se creen con autoridad para aconsejar sobre cuándo
comprar y cuándo vender. Otro conjunto de asesores, más
institucionalizado, se dedica a proveer consejos desde los bancos de inversión
y otras entidades financieras. Muchos de ellos dicen
estar respaldados por la ciencia, puesto que utilizan los métodos que derivan
del llamado “análisis técnico”.
El “análisis técnico” es un método acientífico que,
entre otras cosas, sostiene que es posible conocer el precio de una acción en
un futuro cercano simplemente observando el comportamiento de sus precios en
el pasado. Los “analistas técnicos” ven en los gráficos figuras
definidas, límites máximos y mínimos, y toda clase de formas que detectan
para después hacer su respectiva predicción. Si un gráfico, por
ejemplo, se asemeja a una “cabeza de mono” incompleta, entonces la
acción seguirá un sendero tal que completará tal dibujo.
El vocabulario utilizado para justificar el análisis técnico
es semejante al de la astrología: se inventan sustantivos a diestra y
siniestra, se concluye sin ningún tipo de argumentación, se complica
innecesariamente el lenguaje utilizado y, finalmente, se agrega al “análisis”
una buena dosis de ambigüedad.
A la hora de la verdad, el pronóstico se cumplirá el 50%
de las veces, algo demasiado peligroso para un analista técnico que vive de
esto. La razón por la que los aciertos son aleatorios es que las
investigaciones empíricas sugieren que la evolución de corto plazo del
precio de las acciones es un “paseo aleatorio” (random walk en inglés),
lo que significa que es virtualmente imposible detectar un patrón de
comportamiento específico repetitivo para las mismas en el corto plazo.
Pero hay una razón mucho más obvia para no creer en estos “gurúes”: es
difícil entender cómo nos venden una información tan valiosa por tan poco
dinero. El consejo de alguien que sabe a ciencia cierta qué ocurrirá
en las próximas semanas en la bolsa vale millones, pero nadie cobra más que
una comisión por darlo.
La economía ya tiene su pseudociencia que la complementa.
Sus seguidores, al igual que en otras pseudociencias, se enojan cuando se los
somete al juicio de la razón, se sienten perseguidos por la tiranía de la
ciencia económica oficial, y viven fundamentalmente de aconsejar a clientes
incautos. No sea usted otro.
Docente Macroeconomía II - UBA
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