No se trata solamente del perfil del país. Más aún, lo importante resulta
conocer los objetivos y el destino del país.
La Argentina se encuentra transitando en medio de un verdadero galimatías. En
todos los niveles, pero en especial a la hora de definir las cuestiones más
espinosas.
Se ha instalado en el país la cultura de la mentira y el fraude y se la ejerce
desde los más altos niveles del poder a diestra y siniestra. No hay nada más
abominable que estas conductas que apuntan a minar las bases mismas de la
sociedad.
Se miente con la inflación y se defrauda a los acreedores, se miente con la
situación fiscal y se defrauda a los ciudadanos, se miente con la pobreza y se
defrauda a los más necesitados, se miente con las promesas y se defraudan los
contratos. Tanto se ha instalado esta cultura abyecta que se miente ante el
fracaso y se lo presenta como un éxito.
El canje de deuda que pretende instrumentar el ministro de Economía es el
colorario del fracaso de la política económica y del default. Y otra vez se
prometió ajustar los bonos por inflación y se mintió con los índices. Ahora,
como no se puede pagar ni siquiera la deuda ajustada por indicadores mentirosos,
se defrauda y se la quiere cambiar por otra deuda de menor calidad.
Se mintió con el congelamiento tarifario y se defrauda a los consumidores con un
ajuste de impuestos sobre las tarifas de características confiscatorias. Por
caso, cada 100 pesos que se paga en la factura de luz, 45 pesos corresponden a
impuestos. Con el cargo de gas incluido, cada 100 pesos, 62 pesos corresponden a
tributos y multas. Pero el absurdo llegó al paroxismo: le aplican IVA sobre el
cargo, o sea sobre las multas, como si esta pena fuera un hecho económico, en
clara violación a la ley.
Se miente a la población cargando sobre las empresas y se defrauda a los
consumidores multándolos por un aumento del consumo que fue fogoneado por el
propio gobierno. Se le dio a la lata y se mintió. "Este es un modelo basado en
el aumento del consumo", bramaba el kirchnerismo, mientras hoy descarga un
brutal ajuste de tarifas. "Este no va a ser el gobierno del ajuste fiscal",
vociferaban desde el poder, para hoy llevar adelante un brutal apretón fiscal,
al mejor estilo ortodoxo.
La media sanción de los diputados a la prórroga de las facultades delegadas al
PEN pone de manifiesto el escaso nivel de preparación de la clase dirigente y
una debilidad institucional peligrosa que coloca al país al borde mismo de un
escenario autocrático.
La cámara baja ha renunciado a su razón de ser justo cuando los legisladores se
han aprobado un incremento en sus dietas llevándolas a 19.000 pesos por mes. Han
renunciado a la sanción de modificaciones a 1.900 leyes que necesitaban cuanto
menos una actualización y, en muchos casos, un nuevo texto ordenado, debido a
los numerosos parches y remiendos, y en otros su derogación por falta de
vigencia.
Se trata de una normativa que en muchos casos fue sancionada durante regímenes
de facto y que no concuerdan ni con la época ni con los bienes jurídicos
tutelados.
Pero cuando un cuerpo legislativo renuncia a sus deberes y los entrega al órgano
al cual controla, está colocando a la democracia y a la república de rodillas,
minando la estructura institucional y generando inseguridad jurídica.
Se acabó la fiesta, y el gobierno le carga la factura a la población. No hay
plata para trenes, autopistas, cloacas, agua corriente, escuelas, seguridad,
hospitales, energía, gas, petróleo, el campo... pero hay plata para el futbol.
Pan y circo.
Nada nuevo. Lo malo es la repetición. La marcha de Julio César sobre Roma,
tantas veces ponderada por Mussolini y Hitler, preanunciaba que la república
romana quedaba reducida a escombros. En el senado, Cicerón intentaba impedir el
avance imperial y llamaba a la resistencia: "El buen ciudadano es aquel que no
puede tolerar en su patria un poder que pretenda hacerse superior a las leyes".
Miguel Angel Rouco
DyN