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CLARÍN: DIARIO DE GUERRA

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ANTICIPO DE EXPLOSIVO LIBRO DEL PERIODISTA CLAUDIO DÍAZ
ANTICIPO DE EXPLOSIVO LIBRO DEL PERIODISTA CLAUDIO DÍAZ

Diario de guerra

    En los próximos días podrá verse en todas las librerías el libro Diario de guerra, del periodista Claudio Díaz. En él se describen las relaciones políticas y comerciales del llamado “gran diario argentino” con representantes del poder mundial como Henry Kissinger y George Soros, que le permitieron constituirse en el grupo económico de medios más poderoso de Iberoamérica.
    Superada la etapa en la que los poderes económicos mundiales avasallaban a los países a través de la vía militar, el sistema de dominación tiene hoy en los diarios y la televisión, en la radio y los canales de noticias, a sus nuevas fuerzas de ocupación. El Grupo Clarín es uno de los brazos ejecutores de este nuevo método de control, la llamada Mediocracia, que hace de la manipulación informativa y la difamación de sectores políticos, sindicales y sociales, particularmente el peronismo y el movimiento obrero, su práctica cotidiana.
    Revela, por otra parte, su participación como promotor del proceso de sojización de la Argentina, para convertir al país en un eslabón de la llamada cadena agroalimentaria mundial. Asimismo, este trabajo de investigación incursiona en el análisis y la réplica del pensamiento político, básicamente colonial, que emana desde los diarios La Nación y Perfil y de la boca o la pluma de periodistas como Joaquín Morales Solá, Nelson Castro, Mariano Grondona, Magdalena Ruiz Guiñazú, Claudio Escribano, Eduardo Van der Kooy, Julio Blanck y Alfredo Leuco entre más de una treintena.
    En la historia de la prensa argentina se hace difícil encontrar un período como éste, en el que se presenta como modelo de honestidad e inmaculadez a un sector tan corrompido que en nombre del libre pensamiento y la independencia informativa ha bastardeado de manera escandalosa el ejercicio periodístico. Precisamente, Claudio Díaz, el autor de este Diario de guerra, renunció a su trabajo en el multimedios Clarín tras haber sido censurado por manifestar su pensamiento político, clara evidencia de que los grandes monopolios de la comunicación no ejercen ni permiten hacer uso de esa tan mentada libertad de expresión que dicen defender.

Partes relevantes de la obra:

    El libro revela los secretos del Grupo Clarín. La nueva investigación de Claudio Díaz descubre los intereses del multimedios con los agronegocios y describe su vínculo con los influyentes Rockefeller, Kissinger y Soros. La “escuelita” de cuadros mediáticos con el MIT.
    El período que se abrió con la dictadura de Videla y Martínez de Hoz marca el momento cumbre de la reconversión de la Argentina como Nación en vías de desarrollo industrial, con capacidad para expandirse e intentar, a su vez, una independencia respecto del uso de la tecnología nuclear. En este nuevo “formateo”, lo que se buscó y logró fue hacerla retroceder al estado pre-peronista de la Década Infame.
    De manera muy parecida a aquellos tiempos de país-granja, nuestro territorio, si bien con algunos “islotes” de producción industrial que sobrevivieron desde la época peronista, se transformó a partir de los ’90 en una especie de supermercado global para ofrecer sus góndolas de alimentos, cereales y carne principalmente, al resto del mundo. A comienzos de este siglo, dos lobbistas de corporaciones transnacionales como son Rosendo Fraga y Jorge Castro, comenzaron a publicitar la conveniencia de que Santa Fe y Córdoba se convirtieran en el nuevo paradigma de la inserción de la Argentina en el mundo, para así transformarse en uno de los eslabones de la llamada cadena agroalimentaria mundial.
    (...) ¿Cómo es posible que Clarín sea, hoy por hoy, más vocero de la oligarquía agro-ganadera que el mismísimo La Nación? ¿Qué punto de encuentro puede haber entre un diario que dice representar el pensamiento progresista e incorpora como columnista de su suplemento rural al mismísimo Jorge Castro?
    Parte de las respuestas que necesitamos encontrar está en la composición del capital accionario de Clarín. Se reconoce, oficialmente, que un 18% del mismo se encuentra en manos del Grupo Goldman Sachs, vinculado a transnacionales del lobby sionista norteamericano.
    (...) Así y todo, hay que agregar que los clanes Magnetto y Aranda, números 1 y 2 respectivamente del Grupo, detentan una parte importante del capital accionario del diario. Y que en ambos casos sí se sabe que poseen campos en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes. Ellos mismos lo han reconocido públicamente al revelarse informaciones que los tienen como protagonistas de inversiones o proyectos comerciales.
    El caso de José Aranda es el más interesante de analizar. Posee el principal arrozal de la Argentina, ubicado en la zona de Mercedes, en Corrientes, a menos de 10 kilómetros de la impresionante extensión de campo semi-virgen que adquirió el magnate norteamericano Douglas Tompkins. Se diría que son vecinos.
    (...) (Los lazos de Tompkins) con las más altas esferas del poder económico se hacen visibles en el flujo de fondos de dos de las asociaciones ecologistas más grandes del mundo a las que está asociado: la International Forum on Globalization (IFOG) y el Funders Network on Trade and Globalization (FNTG).
    Si bien el mismo Tompkins es el primordial proveedor de fondos, con más de 1.250.000 dólares invertidos hasta año 2002, entre los apoyos financieros de IFOG figuran tres instituciones de renombre: el Rockefellers Brothers Fund, la Turner Foundation y la Ford Foundation, instituciones vinculadas al banco JP Morgan Chase.
    En 1969, David Rockefeller financió una investigación patrocinada por Henry Kissinger, la que culminó en el llamado Iron Mountain Plan (IMP).
    El IMP exponía la imperiosa necesidad que tenía el establishment financiero de buscar una forma silenciosa de ganar presencia en las zonas geográficas que sean de interés estratégico para Estados Unidos, en pos de mantener su posición hegemónica a nivel global. Entre muchas de las alternativas propuestas para tales fines sobresalía la utilización de la causa “ecologista”, ya que la misma “cuenta con social suficiente como para no generar demasiadas sospechas entre la población”, según lo establecido en uno de los considerandos de la plataforma.
    Y algo más interesante todavía: se sabe que la familia de Ted Turner, el magnate televisivo casado con la actriz Jane Fonda, es dueña de varias estancias en la Patagonia argentina, dentro de las que se ubica el famoso Lago Escondido. El hombre es un generoso contribuyente de IFOG, una organización entre cuyos miembros también figuran los hijos británicos de Sir Goldsmith: Edgard (dueño de la revista The Ecologist) y James, banquero de Londres que también operó como ejecutivo del Quantum Fund, de George Soros. Que es a donde queríamos llegar... A Soros, el otro poderoso de las finanzas que entra a jugar en este extraño entramado que se está dando en Corrientes y su zona de influencia.
    Ahora, ¿qué tendrá que ver Clarín con todo esto? El diario, tal vez nada. Pero su vicepresidente, José Aranda, sí. Y mucho, como veremos a partir de los próximos párrafos.
    (...) El viernes 11 de julio de 2008, un ratito antes de las 20, Luis Landriscina “mateaba” el tiempo en su casa a la espera del inicio, dos horas después, del programa Mano a mano con el campo, que conduce desde hace cuatro años por el Canal Rural. En ese momento sonó el teléfono, el conocido humorista atendió y se encontró con la voz de su hijo Fabio, productor periodístico del ciclo: “Viejo, tengo malas noticias. Acabo de recibir una llamada del canal; quieren que levantes la nota sobre el problema en el Ayuí Grande. Parece que estás pisando callos de gente pesada...”.
Landriscina tuvo una actitud ejemplar: “Fabio, nosotros tomamos la decisión de enviar la grabación del programa completo. Si lo cortan sería un caso de censura previa que no podemos permitir. Así que deciles que no sacamos nada...”. Su honestidad intelectual quedó sepultada por la impudicia del Grupo Clarín, propietario del Canal Rural, que ordenó levantar la emisión de ese viernes y repetir, en su lugar, el de la semana anterior. Por supuesto, el otro envío nunca fue emitido al aire.
    Los pormenores se conocieron días después. Landriscina había convocado a su programa a Enrique Lacour, presidente de la Fundación Iberá, para que explicara el serio impacto ambiental que ocasionaría en un paraíso natural emblemático de la provincia de Corrientes la reactivación de un proyecto en el que estaban metidos el vicepresidente del Grupo Clarín, José Aranda, y el multimillonario... George Soros.
    La historia es así. A fines de la década del ’90, Aranda, asesorado por el ingeniero agrónomo Héctor Huergo, director del suplemento rural de Clarín, compró 36 mil hectáreas en el departamento correntino de Mercedes y se puso a sembrar arroz. Invirtió en ese rubro a sabiendas de que el modelo económico argentino de las últimas décadas se perfilaba cada vez más hacia la producción y exportación de cereales. Le fue muy bien, el negocio se hizo rentable. Buena parte del producto comercializado bajo el nombre de Arroz Gallo, el de mayor consumo en la Argentina, provino del campo de Aranda. No se sabe cómo y cuándo se dio el encuentro, pero ya en el nuevo siglo Soros le propuso al empresario de Clarín conformar una sociedad para incrementar la producción de arroz y conseguir con su venta ganancias extraordinarias, aprovechando el incremento del precio de los granos en el mercado internacional. Se fijaron una meta: exportar más de 130 mil toneladas anuales.
    Hasta el 2008, así como se desconocía este acuerdo, tampoco se sabía mucho acerca de los medios de los que querían valerse para sumergir a una parte de Corrientes en una gran olla repleta de la gramínea. Justamente de esa posibilidad hablaba el ecologista Lacour en el censurado programa de Landriscina.
    Es que para materializar su negocio, Aranda-Soros pretenden interrumpir el flujo del Ayuí Grande, en el departamento de Mercedes, con un paredón a cota 60 que lo atravesaría por completo, al punto de inundar su lecho completo en decenas de kilómetros de costas. Escribimos en presente porque el proyecto sigue en pie. La propuesta consiste en crear un lago artificial de proporciones descomunales. Tan grande como El Palmar de Colón, Entre Ríos, mayor que la famosa Laguna del Iberá y 12 veces más extenso que el casco urbano de la propia ciudad de Mercedes. ¿Para qué necesitarían semejante lago artificial? Para disponer de agua suficiente destinada al riego de las plantaciones. Es decir: el agua que naturalmente surgió en ese territorio en el amanecer de los tiempos, ahora pasaría a ser propiedad privada de los empresarios.
    Tal como está planteado, se inundarían 18.000 hectáreas de ambientes naturales que incluyen pastizales y bosques nativos con vocación ganadera y conservación de la biodiversidad, para transformarlos drásticamente al cultivo de arroz. El reservorio artificial recibiría, a su vez, los efluentes químicos de la gigantesca superficie de plantíos, y el destino de la cuenca del río Miriñay (receptor final de las aguas que terminan en el río Uruguay) podría quedar severamente comprometido, no sólo desde el punto de vista ambiental, sino también productivo, pues la cantidad y calidad de aguas disponibles cuenca abajo ya no serían las mismas.
    Quizá porque el tema tomó estado público, el mismísimo suplemento rural de Clarín destacó en su edición del 21 de junio de 2008 la importancia de la inversión “para la producción y la creación de fuentes de trabajo”. Pero se ve que la iniciativa ya venía madurándose desde antes. “Hubo intentos de llevar adelante el plan mucho antes, pero la debacle de 2001 nos obligó a desistir en aquella oportunidad”, dijo Mario Freire, a quien se indica como representante de las dos empresas asociadas, es decir: Copra S.A., cuyo titular es José Aranda, número 2 del Grupo Clarín, y Adecoagro, perteneciente al financista húngaro George Soros. “El año pasado tomamos la fuerte decisión de terminarlo y presentarlo a las autoridades”, explicó el propio Aranda al matutino del grupo económico que preside.
    Así fue como a mediados de 2008, el gobernador de Corrientes, José Colombi, recibió a Aranda y compañía, quienes le entregaron un informe de 2.000 páginas donde se detallaban “aspectos técnicos y estudios de impacto ambiental y social que demuestran la viabilidad de la iniciativa”, según dijeron los inversores. La posición de Colombi no se hizo esperar. En conferencia de prensa el mandatario provincial afirmó: “Saludamos, acompañamos y felicitamos a este emprendimiento del sector privado que ayudará a solucionar cuestiones sociales y da esperanzas de crecimiento a la provincia”.
    Sin embargo, organizaciones ambientalistas consideran ilegal que un grupo privado se adueñe de un río para hacerlo desaparecer junto a sus bosques y sus especies animales y vegetales. Al mismo tiempo, la Comisión de Recursos Naturales de la Cámara de Diputados de la Nación adelantó en la primera semana de agosto de 2008 que el proyecto inversor debe ser analizado “muy cuidadosamente” por los efectos negativos que podría producir en una zona como la de los Esteros del Iberá. Cuando terminábamos de escribir este libro, el proyecto aún no se había tratado.
    (...) De Aranda, que es decir una parte de Clarín, hay otras cosas para contar. El ejecutivo ejerce la titularidad de la Asociación Bradford Argentina, que representa a lo más granado de la oligarquía ganadera. Durante 2008 esta entidad publicó en el diario dos solicitadas en la que defendía la lucha “del campo” contra “la prepotencia del gobierno”. Y más todavía: a través de la compañía Copra S.A., que preside el mismo Aranda, Clarín y La Nación se unieron hace siete años para empezar a organizar las exposiciones rurales que tienen lugar, durante los meses de marzo, en distintos polos rurales de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba. Estos eventos concentran a casi todo el espectro del sector agropecuario, lo que les permite acordar negocios por varios cientos de millones de pesos. En la edición 2008, realizada en Armstrong, Santa Fe, se concretaron ventas por $ 380 millones.
    Por eso Clarín supo cómo sembrar el terreno durante el chantaje de los pooles sojeros... Su suplemento rural fue muy cristalino cuando en la edición del 22 de marzo de 2008, es decir, cuando se cumplían 12 días del paro, establecía que “el campo fue provocado y ahora reacciona como debe”, para agregar que “los productores saben que esta pelea va para largo y por eso deben prepararse”. Pocos días antes, en la edición del 8 de marzo, el diario homenajeaba a los sacrificados hombres del campo. En la página central del suplemento sobresalían las fotografías de los titulares de la Sociedad Rural, por entonces Luciano Miguens, y de Confederaciones Rurales, Mario Llambías, brindando con champagne junto al mismísimo Aranda. Buzzi y De Angeli ni figuraban porque, claro, en ese momento no eran del palo... El paro ya estaba en marcha y Clarín parecía salir a dar la bienvenida a los impulsores de la medida. En 2009 el diario repitió la operación. Como si alentara a su tropa de terratenientes a avanzar contra el enemigo a paso redoblado, en la edición del jueves 12 de marzo, Huergo escribía en Clarín: “El aniversario encuentra nuevamente al campo listo para una nueva batalla...”.
    (...) La urgencia por cerrar filas en derredor de la torre de control del nuevo orden, genera tal dependencia que el más grande grupo de comunicación y formación de ideas y pensamientos de la Argentina no tiene escrúpulo alguno en seguir difundiendo las ideas de quien es uno de los mentores de ese nuevo orden, Henry Kissinger, de quien incluso se ha probado judicial y políticamente su participación en los más sangrientos ajustes practicados en Argentina y los países vecinos durante el período de 1973 a 1980.
    (...) En las columnas que firma (en Clarín), este genocida intelectual es presentado como ex secretario de Estado de Estados Unidos, definición que, por verdadera, no hace sino camuflar su verdadera identidad: la de un hombre del poder mundial que les pone la pistola en la cabeza a los países que se niegan a aceptar las reglas de juego de esa sinarquía.
    No es casualidad que disponga a su libre albedrío de las páginas del matutino. Porque si este medio es en la actualidad uno de los principales dueños de la riqueza y de las palabras, es gracias al Sr. K. Cuando en 1976 Martínez de Hoz convenció a la camarilla militar de que había que dar el zarpazo, una de las primeras medidas que se decidieron fueron las vinculadas al control de los medios de comunicación, que los patrocinadores del poder mundial ya habían determinado como claves para tener todo bajo control.
    Por eso en aquel momento, y a instancias de lo que habían decidido en el Departamento de Estado, Videla y sus esbirros llamaron a los propietarios de los tres diarios más emblemáticos del momento, Clarín, La Razón y La Nación, en ese orden, para pactar la Argentina de los próximos 50 años. El primer paso fue la cesión de Papel Prensa, una empresa que tomaron por 8 millones de dólares cuando, en realidad, los estudios de la Fiscalía de Investigaciones Administrativas del Estado determinó que valía 250 millones.
    Como dueños de la principal productora de papel de la Argentina, Clarín y La Nación (La Razón fue absorbida por el Grupo) consiguieron ahogar a los diarios que no forman parte del poder económico. ¿Por qué, cómo...? Mediante continuos aumentos en el precio de la materia prima esencial para el periodismo gráfico. Obsérvese cómo fue aumentando el valor de la tonelada en los últimos años:

Enero de 2007……$ 1.571
Enero de 2008……$ 1.903
Enero de 2009……$ 2.837

    Al llegar la década del ’90, el llamado Consenso de Washington determinó que, para ejercer el control del pensamiento, los grandes diarios, la radio y la televisión en manos de grupos o personas amigas y confiables debían abandonar definitivamente su rol como medios de información, para constituirse en usinas ideológicas y de propaganda del neoliberalismo.
    En Argentina, después del área de hidrocarburos, la inversión más alta de las corporaciones multinacionales se dirigió hacia los medios de comunicación. Se traspasaron empresas por valor de 10.000 millones de dólares. Y la gran mayoría fueron a parar a manos del Grupo Clarín, que favorecido por la Ley Dromi del gobierno menemista, que derogó parte del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión de la dictadura, les permitió a dueños de diarios adquirir radios y canales de TV.
El personaje clave de esta operatoria fue el lobbista del poder mundial Henry Kissinger, un viejo amigo del diario que tiene muchas “colaboraciones” publicadas: hace ya 22 años que Clarín le publica sus artículos de manera regular, a un promedio de ocho al año.
    (...) En setiembre de 1990, al asistir a la reunión organizada por el Consejo de las Américas en Nueva York, Kissinger pidió en persona al entonces presidente Menem que se impulsara desde el Estado una legislación que permitiera a los propietarios de diarios argentinos acceder al control de emisoras radiales y canales de televisión, ya que el poder económico mundialista necesitaba de estos medios como nuevas usinas del ideario neoliberal.
    (...) Las vinculaciones de Clarín con el poder mundial no se detienen allí. El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, del inglés Massachusetts Institute of Technology) es presentado “hacia afuera” como una de las principales instituciones dedicadas a la docencia y a la investigación en Estados Unidos, especialmente en ciencia, ingeniería y economía. Pero en términos “caseros” es lo que se dice “un formador de cuadros políticos e intelectuales para uso del dominio mundial”.
    Hasta su muerte, en julio de 2002, uno de los cerebros del MIT era el economista norteamericano Rudiger “Rudi” Dornbusch. Acompañado por su par chileno Ricardo Caballero, ambos hicieron público el 27 de febrero de 2002 un documento de tres carillas titulado “Argentina, un plan de rescate que funcione”.
    Dornbusch consideraba en el mismo que la profunda crisis económica y social que sufría por ese entonces la Argentina superaba largamente a los propios argentinos. Y por eso mismo, cualquier solución debería ser no sólo diseñada, sino ejecutada por extranjeros. Es decir: proponía la intervención extranjera sobre el Gobierno argentino, al menos sobre las palancas de la política fiscal, monetaria y la administración de impuestos.
    (...) Frente a esta propuesta indecente, en aquel ya lejano marzo de 2002 Clarín apenas informaba sobre la disparatada injerencia de este hombre del MIT. Se había limitado a reproducir en un pequeño espacio un cable de la agencia Diarios y Noticias (DyN), como para cumplir con la publicación de la información pero sin hacer tanta alharaca por el significado de la misma, es decir: un descarado movimiento neo-imperial auspiciado por una entidad con la que tiene acuerdos.
    Al respecto, el MIT tiene firmado un convenio con la Universidad de San Andrés, semillero este de donde el Grupo Clarín toma cuadros profesionales, técnicos e intelectuales, tal los casos de Ricardo Javier Anglada, quien se desempeña como Director General de Canal 13, y el internacionalista Juan Andrés Tokatlián, columnista del diario en la sección Política Exterior.
    Los acuerdos del Grupo Clarín con el MIT y con la Universidad de Columbia, ligada al Departamento de Estado, también redundaron en este nuevo siglo en la formación de sus periodistas. Desde al menos 2003, el diario envía a integrantes de su redacción que durante períodos que van de los cuatro a los nueve meses regresan formateados con las ideas que incorporan en aquellas mecas del pensamiento liberal. Curiosamente, a su regreso pasan a ocupar cargos como editores o jefes de sección.
    (...) La muy promocionada Maestría en Periodismo que el Grupo lanzó en 2001 para formar a gusto y antojo a hombres de la prensa también responde al mandato de los grupos de poder económico locales y extranjeros que necesitan contar con profesionales dóciles. Todos los años, entre 25 y 30 periodistas de la Argentina y de otros países de habla hispana pagan unos 2.500 dólares para que Clarín les enseñe las técnicas del periodismo colonial, que cada uno de ellos ejercerá después en los medios a los que accedan, incluso en algunos de los que controla el propio pulpo mediático.

 

Fuente revista Veintitrés

 

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