Vemos desde hace días, en todos los canales, a un famoso médico comunicador explicando las bondades de la Aspirina. Una muestra más de cómo se contratan líderes de opinión para vender productos.

La masiva campaña, que respondería a una baja en las ventas de Aspirina, tiene características especiales que quiero hacer notar:

Primero. No cumple con la Resol. MSP 20/05 sobre publicidad de medicamentos, que exige que “la información al consumidor sea objetiva, rigurosa y no induzca a error” ya que no menciona los riesgos gástricos de la Aspirina, descriptos en cientos de publicaciones científicas y que, en nuestro país, son causa de hemorragias, ulceras e internaciones que requieren más atención médica y el dinero de todos para atenderlas.

Tampoco “contribuye a que la población tome decisiones racionales sobre su utilización” (textual de la Resol. 20/05) ya que nada dice esta publicidad respecto de que la Aspirina debe tomarse con abundante líquido, para favorecer su absorción, y preferentemente con alimentos, para reducir sus efectos secundarios. Por supuesto que no alude a las contraindicaciones; es decir alertar a quienes no pueden tomarla como los que tienen asma, problemas de coagulación, diabetes o úlcera, unos cuantos millones de personas que, de hacerle caso a esta publicidad, tendrían serios problemas de salud. Aunque sí se esfuerza por evitar que la gente no deje de tomarla en los casos de uso cardiológico.

Después de explicar por qué es importante tomar Aspirina, salvo en niños, la propaganda enfatiza un “consulte a su médico” como para tranquilizar la conciencia. Este punto también es ilegal ya que la Disposición ANMAT 2843/02 exige el texto “Ante cualquier duda consulte a su médico o farmacéutico”.

Segundo. El Estado argentino permite la amplia difusión de esta publicidad (y de otras) que favorece la automedicación, en medio de dos pandemias, el dengue y la gripe A, para cuya detección y tratamiento el mismo Estado reclama no automedicarse. Una contradicción que muestra como faltan políticas y sobra pasividad.

La ANVISA, entidad reguladora de los medicamentos de Brasil, país al que solemos tomar de ejemplo, prohibió la publicidad de Aspirina y otros medicamentos de venta libre porque estimulan la automedicación dificultando el diagnóstico y tratamiento de la gripe. Una decisión que mostró criterio y coraje. Juicio para entender que no puede desaconsejarse y promoverse simultáneamente la misma conducta, y valor para enfrentar corporaciones más interesadas en vender remedios que en la salud de la gente.

La autoridad argentina parece desconocer que una parte de los problemas relacionados con medicamentos, que en la Argentina significan nuevas consultas médicas, unas 100 mil internaciones y 20 mil muertes por año, se debe a la excesiva y descontrolada publicidad. Publicidad que ANMAT aprueba con posterioridad a su difusión, ya que para publicitar sus productos, los laboratorios solo “deben declarar que cumplen con criterios éticos, obligándose a proporcionar información fidedigna y educación sobre sus productos”. ¿Es sensato dejar el contenido de la publicidad de un producto sanitario a criterio de quien vende?, ¿Y si se equivoca? Las sanciones posteriores no alcanzan, pueden ser tardías. Pagar y seguir “pecando” suele ser una estrategia conveniente.

En otros países, la aprobación de la publicidad de un medicamento es previa a su emisión y se verifica la objetividad y el respaldo científico del mensaje. Se aclaran las contraindicaciones, para proteger a quienes no pueden tomarlo, y se indica un máximo de siete días de uso, tras lo cual se debe indefectiblemente consultar a un profesional. Poco de esto tienen las publicidades argentinas sobre medicamentos. Hoy que discutimos una ley de medios, no perdamos de vista el poder de éstos para mejorar el uso de los medicamentos.

Tercero. La automedicación en nuestro país es creciente y peligrosa. Así lo confirman estudios de la Escuela de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y de Farmacia y Bioquímica de la Universidad Maimónides. En 1999 se automedicaba el 33% de los mayores de 18 años y, en 2009, el 80%. Sin embargo, entre mayo y agosto de 2009 la automedicación de los fármacos destinados a la gripe cayó un 50% promedio.

Teniendo en cuenta que puede enmascarar la gripe y agravar el dengue, el menor consumo de Aspirina es una buena noticia. Es mejor para la salud, ya que es lo que sobraba, el exceso, lo que estaba de más. No requiere relanzamientos, ni campañas para recuperar mercado. Sí de un Estado fuerte y presente, que marque pautas claras y entienda que el uso irracional de los medicamentos, estimulado por publicidades, es hoy una epidemia que requiere urgente atención.

Lamento el papel de un profesional que respeto. El prestigio es algo que lleva años construir y segundos perder. El sobreuso de Aspirina, que en nuestro país, está disponible en kioscos, supermercados, Internet y otros lugares sin médicos ni farmacéuticos para consultar, lo que menos necesita es de un profesional que invite a consumirla.

No es mi intención discutir el papel vital de la publicad de los buenos fármacos. Pero debe hacerse en forma regulada y autorizarse previo a su emisión, para asegurar que además de ofrecer productos, la propaganda advierta riesgos y eduque sobre el uso seguro y efectivo. Dejar en manos de la industria farmacéutica la educación sobre los fármacos es como creer que las cerveceras pueden instruirnos sobre alcoholismo o las tabacaleras sobre cómo dejar de fumar. Dado su impacto masivo, el criterio para decidir sobre una publicad de fármacos debe basarse en datos científicos reales y en políticas sanitarias claras, no en estrategias de venta que se hacen pasar por ambas.