Hoy, 9 de noviembre, se cumple un nuevo
aniversario de la caída de uno de los símbolos más emblemáticos de la
intolerancia, el autoritarismo y la mentira, el Muro de Berlín.
Este fue el primer paso del largo camino que emprendieron los
países sometidos al régimen dictatorial que había impuesto la Unión Soviética
—por la fuerza, obviamente— y que a partir de ahí pudieron integrarse al mundo y
progresar gracias al sistema que los marxistas combatieron durante un siglo.
Este concepto es, sencillamente, indiscutible, ya que basta
sólo con mirar y hacer una comparación de cómo se encontraban “las dos Alemanias”
en ese momento y el resultado llegará sin realizar ningún procedimiento empírico
siquiera.
Sin embargo, increíblemente todavía hoy existen personas que
defienden, sostienen, y proclaman ese sistema que, como quedó demostrado, no
sólo no triunfó en ningún país del mundo, sino que además, hicieron
sistemáticamente todo lo contrario de lo que supuestamente proponen;
cercenaron las libertades de los individuos, sometiendo al pueblo por el cual
dicen luchar a un extremo tal que por el sólo hecho de pensar distinto se es
perseguido, encarcelado e incluso fusilado.
No es necesario decir que estas personas, encuentran en Fidel
Castro y Hugo Chávez a sus máximos referentes.
En este sentido, un párrafo aparte merece la persecución a la
prensa, cosa que en Cuba es total, y Hugo Chávez trata de implementar en
Venezuela cerrando canales de televisión, radios y obligando al exilio a
tantísimos periodistas críticos de su gestión tratando, además, de darle un
marco de cierta “legalidad” sancionando la nueva Ley de Prensa; metodología
también aplicada Por Rafael Correa en Ecuador y los Kirchner en la Argentina,
donde recientemente se sancionó una controversial reforma a la Ley de
Radiodifusión.
Sería interesante, además que, quienes todavía hoy defienden
sistemas que demostraron ser totalmente contrarios a la esencia que pregonan,
miren a su alrededor y vean en qué países la gente común, el trabajador, el
asalariado, posee lo que ellos anhelan, cosas tan básicas como el acceso a la
salud, a la educación, a una vivienda digna, a trabajos bien remunerados y,
fundamentalmente, a un Estado que se ocupe de las necesidades de los ciudadanos.
Todos, absolutamente todos esos países, lo lograron
precisamente haciendo todo lo contrario al Marxismo, que es, ni mas ni menos, el
Liberalismo. El Liberalismo en el más amplio sentido de la palabra, no sólo en
lo político y económico, también en lo social, cultural y, fundamentalmente, en
el aspecto ideológico.
Seguramente, alguien que no simpatice con el liberalismo
pondrá como ejemplo algunos países de Europa del Norte, como Noruega, Suecia o
Dinamarca, aludiendo que en ellos el sistema es el Socialismo. Esta es una vieja
falacia que todavía tratan de justificar, ignorando o, eludiendo, mejor dicho,
dos cosas: en primer lugar, el sistema no es Socialismo, sino que es
Liberalismo con una fuerte vocación y desarrollo en lo social. Y el segundo
punto es que omiten que el Liberalismo, por su propia filosofía, es el sistema
social más equilibrado que pueda existir, ya que sencillamente, quien más bienes
e ingresos posee, más tributará a las arcas del Estado, y quien menos ingresos
tenga más beneficios recibirá de este.
Todos estos planteos, no hacen más que abonar toda una serie
de contradicciones que son una característica del “Socialismo Científico”, o
cómo hoy se lo pretende re bautizar, “Socialismo del siglo XXI”.
Parece ser, que los defensores del Marxismo todavía no se
enteraron de que el Muro de Berlín lo hicieron lo comunistas para que la gente
no se escape hacia la libertad, como todavía hoy lo hacen en Cuba.
Parece ser, que los defensores del Marxismo todavía no se
enteraron de que el Muro de Berlín lo derribaron los propios rehenes del régimen
dictatorial que Chávez todavía defiende, ambiciona, y trata de imponer no solo
en Venezuela, además en toda Latinoamérica, haciendo lo mismo que él le critica
al “imperio”, como la intromisión en otros países.
Parece ser, que los defensores del Marxismo todavía no se
enteraron de que el Muro de Berlín cayó, y con él cayó también una mentira de un
siglo.
Pablo Dócimo