La decisión del secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Timothy Geithner, de mantener el Programa de Alivio de Activos con Problemas (TARP) hasta octubre de 2010 puso paños fríos en la mayoría de los escritorios de las principales corporaciones del mundo.
Los elevados datos del desempleo, las oscilaciones en las economías de Norteamérica, Europa y Asia, y la debilidad del dólar llevaron al Tesoro de los EE.UU. a extender el programa de asistencia.
La justificación de la administración Obama pasa por cortar toda posible volatilidad en los mercados, tratar de empezar a nivelar el dólar respecto de una canasta de monedas, para permitir recuperar los niveles de consumo y empleo en la principal economía del planeta. Hoy por hoy, la mayor preocupación de las principales potencias se centra en la reducción de los niveles de desempleo.
Sin embargo, y a pesar de todos estos recaudos, los mercados siguen mostrándose muy volátiles. Las empresas tratan de maximizar beneficios mediante recortes en su dotación de personal de manera de asegurar rentabilidad y preparándose para un eventual escenario de condiciones financieras adversas.
Las multimillonarias ayudas de los gobiernos han conseguido, por ahora, reducir los niveles de quebranto y morigerar el desempleo, pero si no se toman medidas puede terminar aumentando la desocupación.
En la actualidad existe en el mundo abundante liquidez suministrada por las monumentales corrientes de dinero aportadas por los gobiernos del mundo. El mantenimiento del TARP supone también mantener la tasa de los FED Funds entre 0 y 0,25 por ciento. Pero ¿es esto duradero?
Todo parece indicar que, ante semejantes condiciones, el mantenimiento del oxígeno financiero hasta octubre próximo dejará al dólar en los actuales niveles mínimos históricos. En otras palabras: con una paridad de euro en 1,50 dólar y 90 yens por dólar, potenciará el refugio de activos de alta calidad como el oro y en el resto de los commodities.
Esto potenciará aún más el apetito de los hedge funds y los derivativos, por posicionarse en el mercado de materias primas aumentando artificialmente sus precios y llevando aún más tensión a los temores por inflación. Es decir, el dólar en estas condiciones más tasas de interés bajísimas favorece la formación de burbujas especulativas en los commodities y alimenta la inflación.
Dólar y tasas bajas pueden convertirse en un salvavidas de plomo y profundizar la inflación y el desempleo, en especial en aquellos países con déficit fiscal y de cuenta corriente.
Mientras tanto, desde Copenhague, las decisiones de la cumbre climática parecen tener un efecto sobre la economía mucho más importante que el de una simple reunión de ecologistas.
La principal resolución adoptada pasa por la reconversión productiva de un gran número de industrias que no cumplen con los requerimientos mínimos en el control de emisiones de dióxido de carbono.
¿Cómo influye esto en la economía? Muchas empresas, y en particular en los países en vías de desarrollo, deberán reconvertir su estructura productiva para adaptarla a las nuevas exigencias ambientales.
Esto supone que muchas actividades desarrolladas por máquinas que utilizan combustibles fósiles y son operadas por personas, desaparecerán del mercado siendo reemplazadas por tecnología inocua al ambiente y en muchos casos con procesos de automatización que conlleva la eliminación de miles de puestos de trabajo.
El uso de energías más limpias por otras contaminantes también implica una mayor inversión de tecnología que implica el desembolso de miles de millones de dólares.
Aquellos países que no cumplan con los nuevos requisitos ambientales, quedarán excluidos de las nuevas corrientes de inversión.
Para la Argentina, este cambio cualitativo en la producción de bienes y servicios representa un desafío de proporciones porque adoptar los nuevos estándares ambientales significa financiar una inversión multimillonaria.
¿Cómo hará la Argentina y los países en vías de desarrollo para financiar semejante cambio productivo?
Una posibilidad lanzada en la cumbre climática pasa por la utilización de la ayuda extraordinaria brindada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en septiembre pasado. La idea es que los países usen los 283.000 millones de dólares con los que el FMI asistió a los países miembros y reforzó su sistema de reservas.
Para muchos países puede ser una buena fuente de recursos para adecuar su sistema productivo. ¿Para la Argentina? No. ¿Por qué? Porque el gobierno ya los malgastó en subsidios y prebendas para sectores privilegiados. Una más.
Miguel Ángel Rouco
DyN