Oh “bendita seas magnetoterapia” que haces desaparecer como por ensalmo tumores que amenazan nuestras vidas, que haces soldar los huesos fracturados de las abuelas y abuelos y borras de un plumazo los moretones. Es de aclarar que esto sólo lo dicen los magnetoterapeutas, no así los traumatólogos recibidos en las universidades.
Otra de las cosas notables que se atribuye a este mágico tratamiento es el rejuvenecimiento. ¿Será posible, en el campo veterinario, alisar la piel rugosa de los elefantes con este método? ¿Será cierto que los fabricantes de tinturas para el cabello (y la barba) se verán obligados a cerrar sus laboratorios, ya que, el color natural del cabello puede retornar en los viejitos y viejitas que se tiñen para parecer más jóvenes, gracias al poder magnético? Esto no lo digo yo, lo insinúan los magnetoterapeutas.
En el mundo del biomagnetismo, podemos encontrar chácharas como esta: “El campo magnético de nuestro planeta que, perturbando a toda hora a sus pobladores humanos se modifica permanentemente por causa de las explosiones solares, la luna en movimiento y perturbaciones eléctricas”; todo esto para mandarse la parte de sabihondos; pero de ahí a sostener que los campos magnéticos del interior de nuestro organismo se alteran por las intoxicaciones, infecciones bacterianas o virósicas, exceso en las comidas, aire enrarecido y otros trastornos, es ya una audacia rayana en lo ridículo.
¿Y en otros bichos, como el peludo, un zorrino o comadreja, por ejemplo, también surtirá efecto este método? Habría que investigar o preguntar a los veterinarios si aceptan la magnetoterapia para sanar a un papagayo o a un hipopótamo del zoológico.
También “nos aleccionan” estos curanderos que los campos magnéticos se alteran por intoxicaciones, infecciones, tensiones y empachos, dando a entender quizás que estos campos equivalen a la acción de ciertos duendes invisibles con la misión de restaurar los daños producidos por otros duendes; maléficos en estos casos.
Mis tratados de biología, química, bioquímica, física y de patologías… ¡Al tacho de la basura con ellos entonces! ¿Para sólo comprar textos sobre biomagnetismo y hacerles pito catalán a los sabios descubridores de los secretos del mundo, la vida y el hombre? Así lo parecen sugerir los biomagnéticos.
Dicen, entre otras muchas cosas difíciles de creer, que este método modifica el comportamiento del cuerpo humano, que recupera cierto estado de balance dinámico entre la mente, nuestra masa atómica, metabolismo y cierta “energía” que no especifican; más cuando se rebasan ciertos límites, añaden, ya no es posible restablecer el equilibrio y… allí, en ese preciso instante aparece la patología. ¡Jum! ¿También las infecciones por heridas…? Pregunto: ¿Y con los vegetales qué sucede? ¿También son beneficiados? ¿Y en cucarachas, moscas, calamares, peces, gallinas, patos, pavos… también?
Esto último parece ser que se les “escapó” a los “lúcidos” magnetoterapeutas si no estoy mal informado al respecto.
Pero… ¡vamos a los motivos de fuste de esta pseudoterapia! Es evidente que detrás de todo esto existe un interés pecuniario como lo evidencia el reclame de productos magnéticos en venta y… ¡aquí se halla el negocio! Imanes, collares, pulseras, parches de cuero, cinturones lumbares, hojas magnéticas y… ¡todas las fantasías que se puedan agregar!
Es simple, para conocer y elegir el utensilio adecuado a la dolencia que nos aqueja, basta con consultar el rubro productos, y con respecto a mayor información para aquellos curiosos que desean saber más sobre el tema, existen los cursos de magnetoterapia para salir ufanos con algún título de magnetoterapia bajo el brazo, reírse de los propios achaques y… lanzarse a reparar los desarreglos que natura no puede arreglar.
Ladislao Vadas