Hay que alimentarse correctamente, aconsejan los que siguen a un tal George Ohsawa; un filósofo nipón, quién allá, por los años cincuenta de nuestra denominada en occidente, era cristiana, del Japón fue derechito a Europa para deslumbrar a la gente de allí con un cierto mágico régimen alimenticio bajo el brazo.
La macrobiótica se fundamenta en el “famoso”invento chino: el yin (principio femenino) y el yang principio activo o masculino opuesto y complementario del yin. (Véase al respecto, mi artículo publicado en Tribuna de Periodistas del 31-10-7, titulado: El yin y el yang, ¿una ley de los contrarios?
Según su autodefinición, se trata de una enseñanza global en beneficio de la salud, comparable al yoga.
Este “mágico” principio general (de los sexos contrarios) se halla ligado al no menos extravagante yin-yang del que vamos a tratar aquí, como dos fuerzas antagónicas. Según esta visión, alejada años luz de la ciencia contemporánea, todas las cosas a nivel mundial se hallan regidas por ambas fuerzas que garantizan un cierto “orden universal” (según dicen que dicen); en un universo que en realidad se halla en estado de un descomunal desorden, según lo atestigua la astronomía modelo año 2010 (Siglo XXI), a saber: “canibalismo galáctico” (cuando una galaxia mayor “engulle” a una menor); choques entre galaxias compuestas de infinidad de estrellas (algunas rodeadas de planetas como nuestro sistema solar, y estos con sus lunas); estallidos estelares (novas y supernovas) de inusitada violencia que desparraman tremendas energías por el espacio sidéreo; muerte de estrellas viejas que terminan su ciclo y otros desarreglos que nos hablan poco y nada de un cierto “cosmos: orden”, como lo creían los antiguos y … otras catástrofes que nos indican a las claras que estamos muy lejos de pertenecer a un universo manso, perfecto, cual mecanismo de relojería (de los a cuerda).
Retornemos ahora, en un imaginario vuelo supersónico desde el espacio exterior hacia nuestro querido (para otros, malquerido o maltratado planeta), un puntito en el concierto universal, todo un gran mundo para nosotros, piojitos del Anticosmos, para proseguir con la “mágica” macrobiótica, de la mano de don Ohsawa y sus adeptos. Estos nos dan a “conocer” que el vocablo macrobiótica involucra a aquellas medicinas que toman en cuenta la totalidad y la tan famosa como falsa ley de los contrarios en el mundo físico que, en realidad es inexistente en el aspecto que ellos pretenden presentarlo.
Los macrobióticos, haciéndose los sabios, también osan tomar en cuenta “la totalidad” (cierta misteriosa totalidad) “contribuyendo así a cierto presunto “desarrollo global del individuo”. ¿Diagnóstico?: ¡Pobres ignorantes los que sostienen este disparate! ¡Les recomendaría nutrirse de los más recientes resultados de la bendita Ciencia Experimental, ya en el siglo XXI de esta en Occidente y áreas de influencia, llamada Era Cristiana!
Vemos que, en plena vigencia de la astronomía y otras ciencias modelo tipo siglo XXI, nos hablan todavía de cierta filosofía oriental, diciendo que: “si se come según este principio, todo nuestro organismo se armoniza tanto física como psíquicamente, dando lugar a una mayor claridad para entender las cosas”. (Siempre y claro está,-acotación mía- que no se “chupe” demasiado vino, o se coma demasiado para entrar en modorra).
Es de aclarar, al margen, que el término macrobiótica, se lo debemos a don Ohsawa, quien según dicen, conceptuaba tanto al budismo como al cristianismo, como ¡enseñanzas macrobióticas! Sorprendente, ¿no es cierto? Para este entendido en sus propias lucubraciones, el vocablo “macrobiótico”, significaba algo así como una medicina que contribuye al desarrollo total del individuo; la famosa “ley de los contrarios” supuestamente existente en el mundo físico apartado del mental con sus especulaciones, por ejemplo: calor-frío, pues lo frío puede ser caliente ante algo más frío
En cuanto a “alimentación macrobiótica”, la comparan con un principio muy popular en materia de pseudociencias; me refiero a los famosos yin y yang, explicando cual sesudos entendidos en física, que todo se halla equilibrado por obra y gracia de estas dos fuerzas. Entonces… deducción de don Ohsawa: el equilibrio del organismo humano sería (¿?) de cinco Yin por un Yang (tomen nota señores físicos y ¡actualícense con el yin- yang ¡).
Entonces por ejemplo, en nuestro torrente sanguíneo el sodio es Ying, mientras que el potasio es yang, de modo que para una nutrición correcta debemos asegurarnos que nuestra alimentación respete esa “santa” dualidad.
También nos advierten estos sabios “macrobióticos” que en el arte culinario es conveniente añadir, por si no lo saben, que ciertos alimentos serán “yanguarizados” (sí así como suena), y harán que se fugue el exceso de yin. (Recuerden señores lectores, y retengan estos dos términos verbales añadidos por mí al idioma castellano: “yanguarizar” y “yinginizar”, que significan respectivamente, exceso de yan y exceso de yin).
Así, sobre la base de esta “ciencia” (pseudociencia) se puede equilibrar una chuleta (yang) con patatas (yin); ensalada (yang) o alcohol ( yin).
Leyendo más sobre el tema también comprobamos que el mencionado señor Ohsawa recomienda un cierto orden en la alimentación para desarrollar la conciencia. Pregunto: ¿en el terreno veterinario también? En perros, gatos, elefantes, monos… ¿también surte efectos?
No señores, se sabe que los auténticos expertos nutricionistas occidentales descubrieron que algunas de estas dietas, de persistir en ellas pueden hacer “que el tiro les salga por la culata”, es decir, causar más daños que beneficios. En esa advertencia anda The Council of Foods and Nutrition de la American Medical Association y el Commitee on Nutrition of the American Academy of Pediatrics, que alerta sobre lo perniciosa que puede ser la dieta macrobiótica en una lista que va desde una anemia, una disfunción renal y otros trastornos, hasta incluso la muerte.
Ladislao Vadas