Se adjudica a Thomas Woodrow Wilson, Presidente norteamericano entre 1913 y 1921 haber declarado: “Hay un poder tan organizado, tan sutil, tan completo, tan persuasivo que es mejor que ellos no hablen más alto que su aliento cuando hablan en condenación de ello (ese poder).", haciendo alusión a una sociedad secreta cuyo único objetivo sería la instauración de un “Nuevo Orden Mundial”.

Existen cientos de miles de millones de interpretaciones sobre el tema, bibliografía superabundante, explicaciones que hasta rozan lo ridículo en cuanto a la imaginación pueril con que se tratan ciertos temas. Sin embargo, más allá de que cada quien haya interpretado conforme a su sistema de creencias, adoctrinando en el sentido subjetivo de su comprensión conforme a cómo resulte esto a sus intereses personales o del colectivo al cual pertenece, eso de que “las creencias populares y sus dichos, por muy ocurrentes que parezcan, siempre esconden la cruda verdad”, resulta irrefutable.

Quienes por una tendencia natural que se suma a la profesión procuramos siempre encontrar las respuestas, yendo para eso desde la explicación más trivial hasta la utilización de complejos modelos de análisis, no nos contentamos con descartar ciertas teorías calificándolas de “absurdas”, sino que lo que se intenta entender en realidad es qué hay de cierto o útil en términos de aportar respuestas, en cada versión que deambule por el orbe inherente al tema de estudio.

Aquí el tema de estudio podría resumirse en una placa que suele exponer desde hace bastante tiempo Crónica TV, y es “¿Qué pasa con el mundo?”

Que cada día resulta más difícil, por más optimista que uno sea, poder ver el “vaso medio lleno”, es un detalle que no escapa a nadie con una ínfima capacidad de percepción. Pero quedarse en eso resulta más trivial todavía, por lo que se hace necesario pensar, y si es posible, de manera lateral.

Entre las múltiples versiones populares que intentan explicar “algo” de todo lo que ocurre, encontramos aquellas que sostienen, por ejemplo: “Solo 400 familias se reparten entre sí la riqueza del planeta”; “De todo el dinero que circula por el mundo, sólo un 10 % es real”; “El sistema bancario internacional cuenta con beneficios reales en el orden de los 16.500 %”

Si estas afirmaciones (entre otras por el estilo) son ciertas, habría que plantearse seriamente la cuestión acerca de un “Plan maestro” pergeñado ad hoc por ese minúsculo grupo que queda definido si consideramos la siguiente afirmación “unos pocos son los que deciden el cómo, dónde y qué hay que hacer. La inmensa mayoría ejecuta sin cuestionarse. sólo algunos advierten lo que pasa pero no pueden hacer nada al respecto porque los últimos están muy dormidos y los primeros son demasiado poderosos”.

Quizás para muchos resulta imposible asimilar la idea de que nuestro mundo, tal como lo conocemos hoy en cuanto a cultura, economía, política, etc., es el producto de un plan estratégico fielmente elaborado por una sociedad secreta que, infiltrándose en otras que gozaban de cierto prestigio ancestral, lo ejecuta sin prisa y sin pausa mientras la inmensa mayoría de la humanidad prefiere seguir durmiendo.

El 1ro. de mayo de 1776, Adam Weishaupt, ex sacerdote jesuita, crea una sociedad secreta y hermética, cuyo propósito era implantar un Nuevo Orden Mundial para lo que se hacía necesario un Plan Maestro que dominara y unificara gobiernos, eliminara religiones e ideologías, la propiedad privada, la herencia, en fin, tuviera el control de todo y de todos.

Dicho en estos términos, que es como suele aparecer en todas las narraciones, suena al delirio del dibujito animado “Pinky y Cerebro”. El segundo quiere dominar el mundo (nunca se sabe para qué), pero no cuenta con la torpeza y la idiotez innata de su ayudante Pinky.

Bueno, muchos relatos, películas, bibliografía en general, son parte del plan: “Qué mejor que ridiculizar la verdad hasta hacerla aparecer ante los ojos de quienes sospechan algo como una fantasía, ciencia ficción”. Resulta la mejor arma para que todos crean que es una mentira y por ende lo rechacen y olviden fácilmente, dejando en consecuencia de ser impedimentos.

Pero siguiendo con el Plan Maestro, como la necesidad era la de llegar al poder gubernamental, los miembros de esta Orden Secreta comenzaron a infiltrarse en las Logias Masónicas de Europa y Estados Unidos, hasta que en 1823, el alemán Hegel, les dio la llave maestra que facilitaría todas las cosas.

La dialéctica es un discurso al que se opone una concepción o creencia llamada “Tesis”. Mostrar sus contradicciones se denomina “Antítesis”.

De esta confrontación nace la “Síntesis”, que resulta la solución al problema o una nueva forma de asimilarlo.

Llevado esto a la estrategia implementada por la Sociedad Secreta en cuestión podría decirse que a un tipo de sociedad o un tipo de poder político al que podemos identificar con la “Tesis”, debería interceptarlo otro al que podríamos llamar “Antítesis” de carácter opuesto. De esta confrontación de sistemas opuestos necesariamente surgiría la “Síntesis”, reemplazando al original sistema híbrido social y político.

La Tesis es el Capitalismo, la Antítesis el Comunismo (su opuesto). Esta confrontación generó muchas guerras y miseria a la humanidad, llegando a un acuerdo entre ambas partes en una Síntesis estructurada sobre un sistema económico fascista donde el control de los medios de la producción y su distribución está en poder de unos pocos privados, controlando el gobierno o poder político de turno a su vez, todas las empresas pasibles de producir y todo lo que ellas produzcan.

Otro aspecto de relevancia es el control de los medios masivos (y no tanto) de comunicación, la imperiosa necesidad de que nada ni nadie sepa lo que ocurre realmente, de que nada ni nadie resulte “impredecible”. Lo que no se obtenga por persuasión y mentiras ha de obtenerse por la fuerza sin importar el costo humano que esto implique, más allá del material.

No es necesario referenciar la lista de hombres prominentes pertenecientes a esta Sociedad Secreta diseminados por el mundo, los puestos estratégicos que ostentaron y los roles que desempeñaron, sin embargo, por pura curiosidad uno empieza a mirar hacia adentro de la propia casa y (sugestión o no), empieza a encontrar similitudes.

Personajes cuya vulgaridad excede lo conocido, ostentando la primera magistratura de la Nación, evidentemente con pocas luces, con desequilibrios mentales y emocionales agudos por demás evidentes, que siguen fielmente un libreto, sin modificar ni una sola coma, cuya frialdad, despliegue de arte escénico es tan burdo que raya en el papelón, con miradas extraviadamente diabólicas que hasta por momentos parecen poseídos (por utilizar un termino que grafique mejor).

Si algo resulta absolutamente evidente es la ejecución a rajatabla de un libreto, que visto desde la perspectiva de la lógica social, política o económica, no tiene el menor asidero, pero que analizado a la luz de la intencionalidad de una “síntesis” parece que empieza a tener sentido.

El “empleo” (utilización) de personas cuyo trabajo interno es nulo, que sólo viven para “el exterior”, la apariencia, la frivolidad, el materialismo, da indicios de la procedencia de los planes que los llevaron a una determinada posición.

Quien haya trabajado y siga trabajando en sí mismo, en su perfeccionamiento diario, no será nunca títere de ciertos intereses espurios.  

En la última escena de la película “El abogado del diablo”, éste último tienta nuevamente al abogado (Keanu Reeves) y el mismo vuelve a caer en la trampa. Finalmente el diablo (Al Pacino) dice mirando a la cámara: “La vanidad, definitivamente mi pecado favorito”. ¿Podría hacerse más obvia la obviedad? 

Nidia G. Osimani