En las Fuerzas Armadas no hay pares: nadie discute, el subalterno comunica y el superior informa.
Pese al dolor de estómago que les genera el estilo militar de obediencia a ultranza, exactamente ésa es la concepción que tienen de la sumisión Néstor y Cristina Kirchner, aunque en la situación originada en la instrumentación del Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilización (Fobide) que ellos imaginaron, acaban de chocarse malamente contra una pared. En cambio, los poderes del Estado son del mismo rango y cuando uno de ellos se desborda, allí aparecen los otros dos para ponerle límites. Es lo sabio de la ley.
Pese a sus apelaciones al complot, el proceso adicional de desgaste que los miembros del matrimonio se supieron conseguir solitos con su alma a partir del 14 de diciembre, cuando pretendieron instaurar por Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) el Fondo que se iba a conformar con parte de las reservas del Banco Central, ha sido culpa esencial de sus formas tan particulares. Los Kirchner se han salido de madre una vez más, a partir de un estilo que sólo entiende el juego de la política como una lucha a muerte entre “ellos y nosotros”, sin ningún tipo de gris en el medio, lo que potencia su avidez por el manejo de la caja y su permanente vocación por el atropello.
Pero, esta vez, la arremetida no fue posible porque en el juego de poderes que prevé la Constitución, el Judicial y el Legislativo, junto a la Carta Orgánica del BCRA y la defección de Martín Redrado, le han marcado la cancha al Ejecutivo casi brutalmente, hasta hacerlo desangrar. A agresión, agresión y media. Y ésta ha sido sin dudas la lección más importante de la crisis, para la sociedad, la oposición y el Gobierno ya que, pese a las muletas que le imponen a la República los protagonistas de la política de uno y de otro bando, está claro que las instituciones funcionan y que aún no todo está perdido.
Si les ha llegado a la Presidenta y su esposo este baño de realidad al que han sido sometidos durante el último tiempo es más que probable que ambos se hayan dedicado este fin de semana en la distensión de El Calafate, a la tarea de deshojar la margarita, pero no para tirárselas a los “cerditos”, que según el nuevo estilo comunicacional de la Presidenta tan bien caen por esos parajes en materia de rendimiento sexual, sino para delinear el futuro y tomar una decisión política clave, que va a tener un correlato económico crucial.
La cuestión que seguramente han evaluado de modo primordial los Kirchner en su retiro de fin de semana es si seguir emperrados en un DNU que tiene muchas chances de ser rechazado por las Cámaras en marzo debido a su forma imperativa y por ello lesiva para el Congreso o decidir si hay que darle juego al Legislativo con el envío de un proyecto en Extraordinarias que consagre el Fobide por ley, ahora nomás, en febrero, para calmar así las aguas y repartir algo del botín con los demás sectores, más allá de reparar el mamarracho que surge de su letra de dejar los fondos, fuera del BCRA, a expensas de cualquier embargo.
La mala suerte de Redrado estuvo en que si se hubiese seguido el camino del Congreso en primera instancia, él bien podría haber seguido siendo el presidente del Central sin enemistarse con el matrimonio, ya que se hubiese sentido protegido por la legislación.
Una encuesta de Jorge Giacobbe, hecha entre 400 decisores (presidentes de empresas, directores de diarios, algunos diputados y senadores, funcionarios de bancos, sindicalistas, entre otros), arrojó resultados muy duros para el Gobierno. Para ese universo, algo más de ocho de cada diez consultados (82%) hubieran tomado la misma determinación que tomó Redrado, negándose a girar al Poder Ejecutivo los fondos, sin tener aprobación legislativa.
Hoy, la situación del ex funcionario resulta casi anecdótica para la pareja presidencial. Ya lo habían despedido como regalo de Reyes y su renuncia del viernes sólo les va a servir para solazarse con su no aceptación, mientras desde la picardía buscarán embretar políticamente a Julio Cobos y a Alfonso Prat Gay para que se jueguen con un voto de consejo sobre su permanencia o desplazamiento o para que expliquen por qué no quieren hacerlo.
En cuanto a la futura administración de la autoridad monetaria, la presencia de Miguel Pesce, hoy vicepresidente a cargo, les asegura tranquilidad hasta setiembre, cuando se le vence el mandato y aunque el mercado lo tiene en observación, no debería pensarse en un nuevo titular por seis años hasta entonces, ya que se necesitaría el acuerdo del Senado, una nueva negociación y por ahora los Kirchner tienen bastante.
En materia de muñeca política, las últimas horas han mostrado a los operadores del Gobierno en una carrera contra el reloj para convencer a los gobernadores sobre las bondades del Fondo, que por ahora es de U$S 6.500 millones, pero que podría extenderse hasta U$S 18.000 millones si se sigue respetando la curiosa teoría de que las reservas que superan el nivel del circulante son algo “excedente” y susceptible de usos múltiples.
El método de apriete kirchnerista aprovecha las necesidades objetivas de las administraciones provinciales y por lo tanto se les promete que van a poder mojar el pancito en la salsa de las reservas aplicadas al gasto público, a la hora de quedarse con una parte del Fobide, pero siempre y cuando instruyan a sus legisladores para que voten a favor. También se especula con que siempre habrá diputados dispuestos a levantar la mano si el Fondo se usara para aderezar la zanahoria de darle créditos a las Pymes o para la estatización de empresas (Telecom Italia podría ser el leading case, si el escándalo internacional lo tolera), sobre todo si se recuerda cómo votaron radicales, socialistas, aristas y la centro-izquierda cuando se decidió retomar Aerolíneas Argentinas o cuando se le metió mano a los fondos que los futuros jubilados tenían en las AFJP para reforzar el frente fiscal.
Pero en esta ocasión también, la decisión que debe tomar el Gobierno no tiene que ver únicamente con los tiempos de la política, sino con la situación financiera que, de tan grave, casi no puede esperar, más allá de las demoras del canje de deuda que no logra cerrarse y que tiene a la SEC estadounidense, la autorizante legal de la emisión, en un tira y afloje técnico con el Ministerio de Economía casi tan duro como cualquier monitoreo del FMI.
Al respecto, resulta incontrastable que el Fondo del Bicentenario ha tenido como origen la grave situación derivada del impresionante rojo fiscal que se adivina para este año, cataclismo que ha llevado al Gobierno a pergeñar el manotazo a las reservas del país para pagar deuda y desviar así los fondos presupuestados para la misma en atender otro tipo de cuestiones.
Esta idea de usar divisas para financiar el gasto 2010, el más alto en cinco décadas, fue blanqueada a las 48 horas del lanzamiento por el propio titular de Economía, Amado Boudou, frente a periodistas en el brindis de fin de año, desautorizando sus propios anuncios y aún los de la Presidenta, que hablaban en origen de un supuesto Fondo de Garantía para tranquilizar a los acreedores.
Sin embargo, la frutilla del postre al verdadero destino del Fobide se la puso el procurador del Tesoro, Osvaldo Guglielmino -despedido durante la última semana por éste y otros fracasos que descolocaron al Gobierno en relación a la Justicia y por otros ciertos deslices ante la comisión Bicameral-, cuando le dijo a la Corte en un escrito de descargo que sin ese instrumento en vigencia había “fuertes probabilidades” de que no se pudiera “ejecutar debidamente” el Presupuesto, debido a la falta de financiamiento que impediría afrontar la deuda, pero también “los gastos aprobados por el Congreso”.
Ante tal panorama, a nadie le podría llamar la atención si con las elecciones de 2011 a la vista el Gobierno se anima luego con el resto de las reservas o con los fondos que tienen los bancos invertidos en Letras del BCRA o con los encajes excedentes en dólares, porque ya se sabe cómo actúan las drogas cuando se manifiesta la adicción, algo que por el pasado de la economía argentina manejada por dirigentes políticos de todas las extracciones, y aún por militares, ya se puede catalogar como recurrente recaída.
Los argentinos -y se supone que los políticos también, sobre todo aquellos a los que consagró el voto popular y tienen funciones legislativas en su nombre- conocen de memoria cuáles son las calamidades que traen el gasto desenfrenado o la emisión escandalosa de dinero o de deuda, sobre todo entre los ahorristas que confían en el país o entre los pobres, a los que la inflación golpea primero y peor.
Los bolsillos de todos están dando cuenta de que la suba de precios de enero ha sido muy alta (ya se calcula por encima de 2% en promedio) a partir de la suba estrepitosa del precio de la carne por falta de oferta (se han diezmado los planteles de hembras y el campo se quedó casi sin madres debido a la política ganadera de Guillermo Moreno), lo que explica, desde el lado del aprovechamiento de los sustitutos cárnicos, los discursos de la Presidenta sobre los beneficios de comer cerdos afrodisíacos o pollos que ayudan a adelgazar y volar.
Estos consejos presidenciales de política económica son muy apreciados en otros lugares del mundo. Lula lo hace habitualmente y hasta Michelle Obama lanzó esta última semana una campaña contra la obesidad, una enfermedad prevenible que cuesta miles de millones de dólares a la economía estadounidense.
En cuanto a las intervenciones de la Presidenta y a su cambio de look comunicacional, la analista Mariel Fornoni, de la consultora Management & Fit, sostiene que Cristina “no puede hacer ni decir nada que igualmente caerá mal”, debido a su alta imagen negativa. Para colmo, los canales se solazan pasando sus discursos cada 10 minutos, en una rueda interminable. ¿Quién se atrevería a pedirles que no lo hagan por considerarlo destituyente?
En general, los economistas advierten que si se produce finalmente el manotazo a las reservas, eso elevará la silbatina de los sectores medios, ya que a ello le va a seguir un proceso de desborde inflacionario que la manipulación estadística no podrá finalmente ocultar. Resulta triste sólo de pensarlo, pero en esta Argentina de políticos ávidos de fondos, gastomaníacos por definición, nunca se sabrá si tanta oposición a la manipulación del Banco Central ha sido por cuestiones institucionales, para defender a los que menos tienen o como presión hacia el Gobierno para no quedarse afuera.
Hugo E. Grimaldi
DyN