¿Quién no ha tenido un mal presentimiento alguna vez? Hay personas que los tienen con mayor frecuencia que otras y por muchas circunstancias. Por ejemplo, la madre cuyo hijo ejerce un oficio peligroso o practica una afición riesgosa (aviador, paracaidista, corredor de coches, etc.). A su vez aquella persona que ha tenido la mala suerte de presenciar o sufrir una serie de desgracias, puede quedar impresionada de tal modo que viva angustiada por sus seres queridos, etc.
En un alto porcentaje no ocurre nada grave. Todo queda como un mal presagio pronto olvidado. Pero en ciertos casos, el azar y las circunstancias juegan un papel determinante y, alguna vez, se tiene que dar la nefasta coincidencia con todo lujo de detalles, y al que le toca, ¡bueno! este se puede transformar en un acérrimo creyente en la premonición, de por vida. Un sueño, un presagio y… ¡la realidad confirmatoria! Quizás “una entre un millón” pero con esta idea trabajan los eternos chantas que dicen adivinar la suerte; alertar acerca de ciertos peligros en cierne y toda invención espuria que se nos pueda antojar. Esto último no les importa a los chantas; si ocurre por mera casualidad a cualquier sujeto entre innumerables fracasos, ¿quién le hace entender a esa persona que todo fue obra de la mera casualidad? Equivale a sacarse la lotería, pero nadie lo entiende así.
Por eso muchos parapsicólogos nos hablan, tratando de engañarnos, de las percepciones extrasensoriales manifestando que: “Los fenómenos paranormales más impresionantes son los que permiten ver una escena en su totalidad y con lujo de detalles mínimos. Las comprobaciones realizadas posteriormente son apabullantes, ya que, la realidad confirma la visión. Es exactamente como si la persona se encontrara en el lugar del drama.”
Algunos autores de libritos de parapsicología, nos hablan de percepciones dónde no sólo aparecen personas que anuncian la muerte de alguien, sino que a veces es el propio muerto quien anuncia la suya en forma de aparición. (¿Habrase visto algo más ridículo para engañar a los lectores con literatura de chantas?).
También refieren casos de un “cierto gran golpe en la puerta” seguido del anuncio de un fallecimiento. (Como si el espectro, puro espíritu, tuviera cierto poder de golpear sobre un objeto como una maza).
Con esto quieren significar que es el propio espíritu del difunto, quien salido de su cuerpo en forma de fantasma, quizás con “musculatura espiritual” de atleta, acude a los lugares donde viven sus parientes (a veces desde distancias muy grandes), sin aclarar si vuelan por el espacio, temporalmente invisibles, o se “materializan” in situ para decir alegremente a sus parientes y amigos ¡hola!, ¿cómo les va?, con el fin macabro de anunciarles su muerte. Otras veces se trata tan sólo de una voz la que lo anuncia. Leamos un caso típico:
Según cuentan Alain Sotto y Varinia Oberto en su librito titulado Más allá de la muerte, ed. EDAF, Madrid 1983: “Una noche se despertó una mujer al oír un gran golpe en la puerta. Instantes después, se sorprendió al escuchar la voz de su primo, que vivía a varios cientos de kilómetros de distancia, y cuyo precario estado de salud ignoraba, y decía así: ‘No te asustes.
Estoy muerto. Guarda todo lo que tienes’ (el hombre se refería a una suma de dinero que le habían prestado). ‘Manda que recen por mí y hazlo tu también’.
El fallecimiento fue confirmado por carta al cabo de unos días”.
Un niño de ocho años relata: “Acabo de ver a papá avanzando al frente con sus soldados contra los enemigos. Uno de ellos, escondido detrás de un árbol le ha disparado y le ha muerto”. ¡Y fue cierto! (Obra citada más atrás).
Los parapsicólogos también nos hablan de cierta proyección sobre el propio cuerpo en el trance mortal sufrido por otra persona. Tenemos el siguiente relato:
“Cierta mañana del mes de agosto, acababa de terminarme el café del desayuno, cuando me sobrevino un insoportable dolor en el pecho, en la zona del corazón. Nunca había sentido nada parecido, pero estaba segura de que me moría de un ataque cardiaco. Me di masaje en el pecho, tratando de calmar el dolor, pensando en mis dos hijos y en su espanto si ocurría aquello delante de ellos.
Tras unos minutos se me fue calmando el dolor y cesó por completo al cabo de un cuarto de hora.
Instantes después, le anunciaban a esa mujer que su padre acababa de fallecer de un ataque al corazón”. (Obra citada más atrás, pág. 17).
Esto se ve claro, según mi opinión de racionalista, son meras coincidencias. En algún lugar de la Tierra, tienen que ocurrir todas estas cosas, que algunos separan de las coincidencias azarosas subjetivamente, pero… definitivamente son genuinos productos de dichas coincidencias. Esto más todo lo referente a los muertos retornados a la vida (incluso los zombis), suenan a meras invenciones si no a estados críticos al borde de la muerte con ensoñaciones, y pertenecen a lo que yo denomino en mis libros mundo 2 o mundo ficticio, creado por la mente en contraposición al mundo real. (Para obtener un enfoque más amplio sobre este tema, véase mi libro titulado El mundo ficticio; Editorial Reflexión, Buenos Aires, 1996).
Ladislao Vadas