Que la Argentina no cuadra en ningún texto de economía es sabido y hasta puede ser comprensible, pero que la clase dirigente siga aplicando las mismas recetas importadas para resolver sus problemas macro, es devastador.

En este caso sería mucho más que atinado contradecir a Bill Clinton cuando criticando a George Bush dijo, “es la economía, idiota”. Yo diría: “no es la economía, genios”, a lo que agregaría ¿y si intentan razonar alguna vez mediante el rudimentario proceso sinapsial que utilizamos humildemente la gente común?

Como es sabido, el Jefe de Gobierno Porteño no logró su tan anhelado incremento de ABL a efectos de incrementar la recaudación fiscal.

Pero el tema de fondo no es precisamente la necesidad de recaudar, sino que, al igual que lo que solemos plantear sobre el Gobierno Nacional, la pregunta es ¿Qué hacen con la plata?

Sucede que Mauricio Macri dispone del presupuesto más alto de toda la historia de la Ciudad, esto es unos $ 1.600.- millones en concepto de coparticipación, y aún así, no sólo su gestión presenta déficit sino que además ha incrementado el endeudamiento mediante la emisión de Letras del Tesoro y Bonos externos e internos, sin contar el incremento de ABL que hizo en los últimos tiempos a determinados sectores de la Capital.

El argumento del Jefe de Gobierno es que necesita esos fondos para poder afrontar los incrementos salariales acordados por el Gobierno Nacional, que es muy bien predispuesto a conceder todo tipo de concesiones siempre y cuando con el fardo cargue otro.

Por mi parte, analizando algunas partidas presupuestarias significativas del GCBA, y otros documentos del mismo tenor de pública difusión, no tengo dudas de que se han destinado fondos al pago de exageradas comisiones a bancos por emisión de deuda y a solventar contratos sugestivamente caros en el marco de una burocracia que parece haberse incrementado durante su gestión.

La necesidad de Macri es la de reunir unos $ 750.- millones adicionales corriendo la alícuota del Impuesto sobre los Ingresos Brutos del 3 al 3,5 %, es decir, aumentarla en un 17 %, diferencia sustancial si se tiene en cuenta la situación generalizada de la economía nacional, más allá de que nos quieran vender espejitos de colores.

Ahora bien, hubo dos señores, un economista argentino llamando Julio Olivera que lo descubrió y otro italiano de nombre Vito Tanzi quien lo publicara en un documento del FMI bajo el título “Inflation, Lags in Collection and de Real Value of Tax Revenue”, en 1977, los que habiendo practicado de manera satisfactoria el proceso sinapsial entendieron que cuanto más aumenta la tasa de inflación, más disminuye la recaudación real que se percibe a través de los impuestos a causa del desfasaje entre la determinación del tributo y su pago.

A ver si lo explico mejor. Una actividad pasible de tributar una determinada alícuota sobre las ventas realizadas, debe ingresar a una fecha determinada al Fisco un importe correspondiente a la base imponible sobre la que se aplica la alícuota. Ahora bien, como hay inflación, cuando el contribuyente paga eso, el Fisco está recaudando menos justamente por el efecto inflacionario del período, ergo, el Fisco pierde plata, no lo logra resolver su problema deficitario y sigue aplastando al contribuyente que tiene que lidiar con la inflación, la disminución de las ventas y los “delirios del monarca”.

Macri, por ahí no es la salida, es para el otro lado. ¿Será contagioso el efecto De la Rúa? Recordemos que antes de ocupar el sillón de Rivadavia también fue Jefe de Gobierno Porteño y quedó algo…..perturbado

Si Macri quiere ser Presidente tendrá que ir evaluando la posibilidad de una abrupta salida aérea entonces. En fin, la historia los juzgará, aunque las autoridades actuales en general, me parece que no dan para libros de historia, más bien se asemejan más a los disparatados personajes de historieta.

Bueno, “los niños del futuro los juzgarán” entonces. Lo que yo espero es que no les dé por imitarlos, porque ahí sí que estamos fritos.

Nidia G. Osimani