Se atribuye a George W. Bush haber dicho: “la honestidad quizás no sea la mejor política, pero es la más efectiva”, y en ese contexto pueden entenderse casi la totalidad de las cosas que están mal en el universo de los quehaceres humanos.

Ya hacia la década de los ´70, la comunidad científica internacional alertaba al mundo acerca de la evidente alteración del sistema climático como consecuencia de la acumulación de gases efecto invernadero en la atmósfera, representados por el Dióxido de Carbono – CO2 equivalente.

Hacia finales de los ´80, comenzaron a proponerse diferentes cursos de  acción concreta,  tenientes a mitigar el problema mediante diversas políticas implementadas por distintas Organizaciones representativas de los diferentes países que, tomando conciencia de la necesidad de hacer algo al respecto, promovieron encuentros mundiales de los que emanaron acuerdos internacionales que fueron perfeccionándose, modificándose y ampliándose con el tiempo.

Uno de esos acuerdos resulta ser el Protocolo de Kyoto sobre el cambio climático, nacido de un encuentro entre representantes de diferentes países reunidos el 11 de diciembre de 1997 precisamente en la Ciudad de Kyoto, acuerdo internacional cuyo objetivo era y sigue siendo, reducir en al menos un 5 % entre los años 2008 a 2012, las emisiones de seis gases generadores del recalentamiento global, esto es, el dióxido de carbono, el gas metano, el óxido nitroso y tres gases industriales fluorados que son los hidrofluorocarbonos,  perfluorocarbonos y hexafluoruro de azufre, tomando como año base a 1990. Es decir, que cada país suscripto al acuerdo debería reducir en un 5 % la emisión de esos gases en términos globales, pero cada uno tendría su propio porcentaje a reducir conforme a las características propias de cada uno de ellos.

Si bien se ha tomado conciencia a nivel internacional de la dimensión del problema a partir de los resultados de los estudios científicos, subsisten importantes intereses político-económicos de los países industrializados que obstruyen el avance de los compromisos asumidos por las naciones y/o han generado la negativa de otras a adherir al Protocolo de referencia.

Se denomina “efecto invernadero” al fenómeno por el que ciertos gases componentes de la atmósfera, retienen parte de la energía que el suelo emite en virtud de haber sido recalentado por la radiación solar.

La comunidad científica advierte desde hace muchos años que este efecto se ha acentuado en nuestro planeta a causa del Dióxido de carbono y el Metano de manera directamente proporcional a la indiscriminada actividad industrial de varios países, la que no permite que la energía solar recibida por la tierra retorne en tiempo normal al espacio, produciendo entonces el fenómeno de referencia y sus consecuentes: derretimiento del hielo polar, incremento de tormentas tropicales y ciclones, evaporación de suministros de agua y escasez de agua potable, inundaciones y erosiones de cultivos agrícolas, enfermedades contagiosas por aumento de ambientes patógenos y desarrollo de insectos peligrosos como el mosquito, la malaria, el dengue, consecuencias sociales como migraciones, entre otras tantas.

La política sobre el efecto invernadero generado por los seis gases mencionados más arriba, incluye, como todo tema controvertido en materia económica, una alta dosis de simulación o engaño por parte de los diferentes líderes políticos del mundo.

Para ellos, sea o no trascendental el tema para la supervivencia en el planeta, siempre van a mostrarse preocupados para no herir susceptibilidades de los lobbyes u otros líderes mundiales ocupados en la cuestión,  sea por interés genuino o por marketing.

Sin embargo en la práctica, la implementación de políticas correctivas es casi nulo, en muchos casos, sólo tratándose de avances y retrocesos porque eso elevaría a cifras siderales el precio de la energía, y es un precio político que ninguno está dispuesto a pagar.

Estados Unidos ha rechazado el Protocolo de Kyoto, por lo que fue duramente cuestionado, sin embargo, es uno de los pocos gestos genuinos que ha tenido un líder mundial de esa envergadura, claro que su argumento fue que los compromisos de Kyoto carecen de base científica y son por lo tanto arbitrarios. Es decir, que la sinceridad le duró sólo para no parodiar su adhesión, pero se le agotó a la hora de poner las cartas sobre la mesa.

Es importante destacar que aunque los países cumplieran con los porcentajes estipulados, el efecto mitigante sería insuficiente conforme a las conclusiones a las que arribaron diferentes estudios científicos.

Cuando Estados Unidos argumenta que los costos económicos para alcanzar el objetivo serían muy altos, no se equivoca en realidad, dado que las fuertes emisiones de los últimos años son producto de un alto crecimiento de la economía norteamericana a través de sus industrias. Cumplir con los estándares de Kyoto, implicaría para ese país por ejemplo, reducir en un 30 % su PBI, incrementando la electricidad en casi un 90 % y la gasolina en más de un 50 %.

Si bien la Unión Europea dice que han logrado parte de lo pactado en Kyoto superando en política a los Estados Unidos, sin embargo, de las quince naciones involucradas, sólo tres, Alemania, Luxemburgo y Gran Bretaña, redujeron los gases en un 2,5 % hacia fines de 1998, quedando luego prácticamente en stand by, y este 2,5 % se debe a cuestiones ajenas al Protocolo, como son por ejemplo, la abundancia de petróleo en Inglaterra (Mar del Norte) que impulsó el cierre de la explotación de carbón.

Si bien esta primera parte consiste en un breve resumen introductorio de la temática abordada, la presente investigación tiene por objeto conocer del modo más aproximado posible, cuáles fueron las medidas efectivas implementadas por los países que suscribieron el mencionado Protocolo, cuál es la situación de los países que no adhirieron teniendo una extraordinaria responsabilidad como los EE UU y otros, cuáles son las motivaciones político-económicas vinculadas a estas deficiencias y cuáles son los riesgos a futuro para la vida humana sobre el planeta, considerando los informes emanados de competentes autoridades científicas y técnicas internacionales en la materia.

En la segunda y tercera parte de esta nota se desarrollará entonces, más exhaustivamente.

Nidia G. Osimani