La campaña triguera de este año arrancó con el pie izquierdo, que no la favorece, a diferencia de los astros del futbol que logran pases y jugadas memorables frente a sus colegas "derechos" (Diego Maradona dixit) y continuaba por estos días con más contratiempos que beneficios.

El caso es que a la falta de acompañamiento climático, a la siembra del cereal le siguen jugando en contra la incertidumbre comercial que persiste para vender el grano nuevo y el encarecimiento de los insumos esenciales para lograr la productividad que transforme al cultivo en rentable.

Vayan esos datos por mencionar sólo algunos de los contratiempos que enfrenta esta campaña, retrasada más de lo previsto por la sumatoria de dificultades que soporta el ciclo.

Esta semana, por ejemplo, salieron a opinar sobre el tema desde la mayoría de los sectores involucrados con la producción granaria nacional y, como era de esperar, también se anotaron quienes aseguran que "es insuficiente", en volumen, la decisión oficial de liberar unos 3 millones de toneladas para la exportación. Esa afirmación se fundamentó en que las medidas gubernamentales siguen pasando por el andarivel del intervencionismo y, en especial, quienes cuestionaron el tema se encargaron de recordar que son muchísimos los productores que aún no pudieron vender gran parte de la cosecha anterior.

El rosario de reclamos volvió a pasar por el pedido de apertura 'permanente' de los registros de exportación, de manera que los agricultores puedan aprovechar la volatilidad de los mercados, cuando las cotizaciones suben y ameritan desprenderse del capital grano. También incluyen, claro está, la posibilidad de utilizar esa herramienta en los tiempos en que la demanda se activa en el ámbito internacional.

Ahora, por ejemplo, cuando ya es tarde para colocar el trigo del ciclo anterior, desde el Gobierno se plantean estímulos crediticios para impulsar una mayor cobertura en esta campaña, que se suman a la promesa de reapertura de registros para el cereal nuevo que se cosechará hacia fines de este año.

Sin embargo, en los despachos oficiales brillan por ausencia las sugerencias o medidas relacionadas con silos abarrotados con el grano que se colectó hacia diciembre de 2009, algo que descolocó económicamente a los chacareros y los dejó sin plata fresca durante el último verano.

Así, castigado por tercer año consecutivo, el implante del trigo 2010/2011 tropezó por estos días con otra piedra: los distribuidores de insumos de Buenos Aires recomendaron abastecerse de urea granulada, en un intento por evitar la compra del producto en épocas de alta demanda y escasa oferta.

Lo dijeron clarito, con todas las palabras: "por el momento hay stock suficiente, pero puede acabarse a medida que avance la siembra de trigo", o sea en unos 60 días, cuando se inicie la etapa de mayor consumo, fecha en la sería probable que el suministro se vea afectado a partir de las restricciones energéticas, puntualizaron desde las líderes proveedoras de insumos.

Ese dato preocupante ameritó más de un comentario de parte de los asesores en control de gestión, quienes se encargaron de recordar que el valor de la urea granulada se ubica en torno a los 430/440 dólares por tonelada más IVA. Un dato preocupante que se incorpora a las ya conocidas dificultades que enfrente el productor triguero para avanzar con las siembras nuevas.

El caso es que se está generalizando la intención de arrancar la cobertura con escaso o casi nulo aporte tecnológico, con eje en los agroquímicos y fertilizantes, además de los productos esenciales que benefician la pre y post emergencia del cultivo.

Puesto en blanco sobre negro y guste o no, la explicación de esos conceptos conlleva a una sola respuesta: menor rendimiento final a la hora de las trillas, especialmente si se agrega que el fosfato diamónico en la plaza local se mantiene en el astronómico valor de 580/590 dólares por tonelada.

Si bien las proyecciones de cobertura, privadas y oficiales, se mantienen en torno a los 4,2 millones de hectáreas en todo el país, una superficie que superaría holgadamente a la que se sembró el año pasado, el optimismo de lograr ese implante comenzó a desplomarse en los últimos días, cuando los principales especialistas del circuito anticiparon -de cara a los inconvenientes que enfrenta la campaña-, que nada indica por ahora que el crecimiento productivo crezca el 40 por ciento que se proyectó al inicio del ciclo.

No quedan dudas que urge poner en marcha incentivos que dinamicen las ganas de sembrar. Y lo urgente, en este caso, va de la mano con las inminencia que reclaman las ventanas de siembra, por si el dato había quedado en el olvido.

Gladys de la Nova
DyN