Pese a los arrestos de pirotecnia verbal en torno a los salarios y su supuesta injerencia en la evolución del costo de vida, las paritarias siguieron su curso y continúan firmándose acuerdos.
Incluso, los porcentajes de aumento establecidos en varias de ellas estuvieron dentro de los parámetros que habían sido objetados por su presunto impacto directo en los precios.
Tal definición demuestra entonces que los riesgos no eran tales, que esos porcentajes que parecían desmedidos o llamaron la atención por su poca habitualidad no hicieron más que ir poniendo en órbita a ingresos que estaban absolutamente deprimidos y, por sobre todas las cosas, que la inflación está en niveles más altos de los que dicen las cifras oficiales.
Así, varios sueldos establecieron un punto de partida de alrededor de 3.000 pesos, que era la cifra que venía manejándose con sordina desde hace rato en ámbitos sindicales como razonable para ir adecuando los haberes a la realidad.
Por cierto hay casos inferiores, otros mayores y otros en los que se llegará a ese número cuando terminen de implementarse las mejoras en cuotas, un mecanismo que también estuvo de moda en esta ronda de negociaciones.
Uno de los acuerdos más recientes fue el de los empleados de comercio, situado en casi 30 por ciento. Y en los círculos oficiales se estima que al menos tres cuartas partes de los sindicatos ya estamparon su firma.
Entre los que dicen estar en vísperas del cierre de la negociación figura uno que no es menor: el de los camioneros, conducido por el jefe de la CGT, Hugo Moyano, y su hijo Pablo, socios del Gobierno kirchnerista.
Finalmente, el porcentaje sobre el que esa poderosa organización discute con el sector patronal también estaría rondando el 30 por ciento, de acuerdo a lo revelado públicamente por sus líderes.
Sin dudas será interesante ver lo que pacte Moyano, cuyos representados se ubican entre los mejores pagos del pelotón de asalariados en la Argentina.
Pero la cuestión de los sueldos no termina con la firma, sobre la mitad del año, de los acuerdos en general.
Sin descanso, se avecina una nueva etapa que quizás sea tan intensa como la que aún se está recorriendo, ya que varios gremios que firmaron hace rato y quedaron rezagados en cuanto a los porcentajes pactados por sus colegas más tarde, anticiparon su decisión de reclamar la reapertura de sus respectivas paritarias.
El “gordo” Oscar Lescano, líder de Luz y Fuerza, habitualmente uno de los que todos los años llega primero a acuerdos con el sector empresarial, ya avisó su intención de pedir una reformulación del aumento que rubricó algunos meses atrás, ubicado en algo más de 20 por ciento. Y el gremio de los trabajadores de estaciones de servicio -una organización siempre estratégica- que conduce el barrionuevista Carlos Acuña, reclamaría también una revisión del acuerdo.
Seguramente irán sumándose a la lista aquellos que firmaron hasta principios de 2011 pero ahora ven cómo lo que demoraron un poco más también consiguieron un acuerdo más beneficioso, al menos en materia de porcentajes.
Además, hay que tener en cuenta que varios fueron precavidos y en sus acuerdos incluyeron pautas de contingencia -para el caso de un desfase por influencia de los precios- con lo cual podrían apelar a ese mecanismo para reanudar tratativas.
En paralelo, la UIA y la CGT tuvieron una de las anunciadas reuniones para abordar en conjunto el tema de la inflación y de la actividad económica en general. El futuro de este intercambio y debate por ahora armonioso es una incógnita, y más aún lo es un eventual plan para combatir y evitar el desmadre de los precios así como promover el fortalecimiento de la economía nacional y el crecimiento y la calidad del empleo.
La iniciativa parece no hacer demasiada gracia o no despierta interés en el Gobierno, que a lo sumo escuchará lo que ofrezcan esos sectores pero sin dudas seguirá adelante con sus planes sin injerencias externas.
Además, es evidente el significado inicial de estas reuniones: una cautelosa toma de distancia de la administración kirchnerista.
Pero entretanto, siguen conociéndose estadísticas sobre la situación social, que continúa siendo preocupante.
La falta de trabajo así como la precariedad de los empleos y de los ingresos siguen incólumes afectando a importantes franjas de la población.
Lo mismo ocurre con el trabajo en negro, ya que se reconfirma que casi cuatro de cada diez trabajadores no están registrados.
Y así, como un ejército de virtuales náufragos, millones de ciudadanos continúan zozobrando en las encrespadas aguas de la informalidad, la marginalidad y el desamparo.