En el día de ayer, tomamos conocimiento de la desventurada y temeraria decisión del “dictador” de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Don Julio Humberto Grondona, de no renovar el contrato con el técnico del seleccionado argentino, Diego Armando Maradona, decisión que sorprendió a muchos, aunque a mi juicio resulta premeditada y sugestiva.
Lo cierto es que la ciudadanía argentina esperaba en realidad la renuncia indeclinable, o bien el despido “con causa” del titular de la AFA más que la forzada renuncia de su técnico, quien con un esfuerzo considerable intentó dar lo mejor de sí por la Argentina y su selección. Realmente Diego Armando Maradona salió de las tinieblas y con seriedad y responsabilidad hizo un papel digno, más allá del acierto o desacierto de sus decisiones durante las Eliminatorias y el Mundial de Sudáfrica.
Partiendo de la base de que, desde un principio se condicionó a Diego Armando Maradona, quien debía aceptar los caprichos del impresentable dictador Grondona para poder cumplir el sueño de dirigir a la selección argentina, fácil resulta concluir que en realidad la falta de Ruggieri, de Gamboa o de quien fuera —proscripciones todas impuestas por Grondona a su técnico—, importó la pérdida de la chance de ganar el Mundial, reparando incluso que dichas personas jugarían un papel preponderante si se repara en que las fallas del equipo fueron primordialmente defensivas.
Debemos destacar, para quienes lo desconocen, que estas actitudes antojadizas del Presidente de la AFA hacia Maradona, contaba con antecedentes en otros técnicos, como Marcelo Bielsa y José Néstor Pekerman, a quienes Grondona también hostigaba y presionaba para que se cumplan sus designios en la cancha. Así podemos recordar lo del doble 5 o que Crespo y Batistuta jugasen juntos…
Quien más resistió tales actitudes absurdas del Presidente de la AFA fue precisamente Bielsa, y ahora Maradona.
José Pekerman, en cambio, con personalidad más dócil, fue más maleable y prácticamente no ofreció resistencia a las imposiciones de Grondona en el Mundial de Alemania 2006.
Quién es Grondona
Julio Humberto Grondona es en realidad un oscuro anciano ga-ga, gestado durante la dictadura militar y que curiosamente pareciera ser un eslabón del régimen K, gobierno que en realidad cuenta con una política disímil a antecedentes como los que presenta el siniestro personaje al cual dedicamos estas líneas.
Mucho ya se ha escrito en este medio acerca de los negociados de este corrupto y mentiroso fantoche, los cuales consignamos debajo para el deleite del lector, quien quedará atrapado con la trama y con la impunidad con que opera aún hoy día (Prometo escribir un libro que recepte todo esto y mucho más, como las cuentas secretas que tiene el entramado encabezado por Don Julio).
Lo cierto y concreto es que este señor es quien muestra fracasos constantes en su gestión, administración fraudulenta permanente, negociados “arco iris”, es decir, de todos colores, registra un índice alarmante de violencia y muerte en las canchas, investigaciones de lavado de dinero y un prontuario pocas veces visto, pero curiosamente sigue en carrera y no se detiene ante nada ni nadie.
¿Cómo es posible?
Grondona pretende engrupir a todo el mundo con la salida de Maradona, cuando seguramente se esconden nuevos negociados tras tal trasnochada y patética decisión.
¿Porqué no se va Ud. y deja que su sucesor adopte decisiones más lógicas que las que Ud. hoy está capacitado para patrocinar?
Mentir es un recurso fácil de valer sin tener que pasar por esfuerzos ni penurias, aunque el precio que se corre es la posibilidad de ser descubierto. Mientras que la persona sincera no tiene que vigilar la versión que da de sus anécdotas y los episodios vividos, porque los transcribe al dictado de su memoria, en cambio el mentiroso debe controlar qué versión da de su historia, para que resulte coherente con la escuchada por cada persona ante la que ha presumido.
Cuanto más se cae en la tentación de mentir, más difícil es controlar la abundante base de datos de las versiones dadas y más imposible resulta comentar, repetir o seguir con coherencia lo novelado; de forma que los detalles desafinan, y esto es lo que sucede con Grondona y la asociación ilícita que encabeza como “Jefe”, estructura ilícita en la cual su séquito integra el carácter de miembros.
De acuerdo a reconocidos especialistas, el hábito se mentir se puede transformar en un trastorno de la personalidad que podríamos llamar 'seudologia fantástica' que es una compulsión a imaginar una vida, unos acontecimientos y una historia sobre la base de causar una impresión de admiración en los espectadores.
Maradona tiene razón: Grondona le mintió y nos mintió a todos los argentinos, y esta situación se torna intolerante. Este afán por impresionar del cachafaz Grondona está basado en su imperiosa necesidad de resultar valioso y genial por medios tramposos ya que por los naturales del apego al trabajo honesto o la espontaneidad le resulta imposible de conseguir.
No se conforma con ser una persona cualquiera —tal vez se vería a sí mismo con excesivo desarraigo—, sino que desea ser siempre una personalidad de primera magnitud, de esas que los demás admiramos embelesados y envidiosos, que no es el caso, obviamente.
Señor Grondona, mentiroso contumaz: Su personaje ha suplantado a su yo, con lo que su personalidad se instaló en una base “inauténtica” muy peligrosa, porque los halagos, impresiones y valoraciones que recibe de una pequeña porción de la población que va de contramano o que tiene su misma política del proceso militar merced a sus tretas, en realidad nunca los podrá saborear, porque sabe que no están dirigidos al Yo autentico, sino al falso, con lo cual no logra sentir lo que le gustaría sentir: sus dobles vínculos impiden que los placeres le lleguen. Es Ud. un farsante.
Como la sed de mérito nunca se sacia por este procedimiento cada vez se percibe su persona más desquiciada, descarriada e insatisfecha.
Conclusión: hay que jugar limpio. Señor Grondona y secuaces, absténganse de utilizar métodos ruines, como el creado por el infausto Joseph Goebbels ("miente, miente, que siempre algo queda"), ya que:
"Se puede engañar a algunos todo el tiempo y se puede engañar a pocos muchos tiempo, pero es imposible engañar a todos todo el tiempo". (Abraham Lincoln).
Ya es hora que deje de faltar intencionalmente a la verdad tratando de intimidar y/o de confundir; siempre priorizando sus intereses individuales mezquinos y corruptos, por sobre los intereses colectivos, jugando al habilidoso y eficaz, cuando la historia lo describe como un corrupto, inútil y mentiroso, y adicto a la moral del Tartufo y doble moral.
La Moral de Tartufo: “Ninguna fe impulsa a los hipócritas; no sospechan el valor de las creencias rectilíneas. Esquivan la responsabilidad de sus acciones, son audaces en la traición y tímidos en la lealtad. Conspiran y agreden en la sombra, escamotean vocablos ambiguos, alaban con reticencias ponzoñosas y difaman con afelpada suavidad. Nunca lucen un galardón inconfundible: cierran todas las rendijas de su espíritu por donde podría asomar desnuda su personalidad, sin el ropaje social de la mentira.”
Así como la pereza es la clave de la rutina y la avidez es el móvil del servilismo, la mentira es el prodigioso instrumento de la hipocresía.
Es hora de irse a casa a disfrutar de la familia, dejando la entidad rectora del fútbol argentino en manos de alguna persona digna de honrar ese cargo, con honestidad y capacidad. Por el dinero mal habido no se preocupe, que la justicia en algún momento lo decomisará y destinará a obras de bien público.
De este modo se afianzará justicia y tendremos un corrupto menos por preocuparnos y una gran entidad rectora del fútbol argentino que cuide de sus selecciones como corresponde, con seriedad e idoneidad, para que alcance los logros que merece.
No es poco.
Alejandro Sánchez Kalbermatten