Recuerdo perfectamente el último adiós al Gral. Juan Domingo Perón. Miles y miles de almas pasaron por el Congreso Nacional para despedir a quien fuera, sin lugar a dudas, la figura más importante la política argentina.
En el momento de la despedida final, los discursos repetían las mismas palabras, las mismas oraciones. Las frases eran las de siempre. Sin embargo, hubo alguien que marcó la diferencia; su contrincante político de toda la vida, el Dr. Ricardo Balbín, pronunció las palabras más emotivas, las más creíbles e incluso las más sinceras que se podían decir en ese tristísimo momento. Pero no fueron las palabras de Balbín lo que hicieron que ese discurso quede de manera indeleble en la memoria de quienes las escuchamos. Fue otra cosa. Fue la credibilidad y la hombría de bien de quien las pronunciaba. "El viejo adversario despide a un amigo" fue la frase que más queda en el recuerdo y con la que podemos sintetizar todo el sentimiento y la carga emotiva de aquel discurso que se podía percibir, incluso, a través de la pantalla de un televisor.
Era otra época. Eran otros políticos, de los que tal vez el último haya sido el Dr. Raúl Alfonsín.
Lamentablemente, la diferencia de aquellos hombres a los de hoy es abismal, y es imposible dejar de comparar lo ocurrido en la despedida de Perón con la de Néstor Kirchner.
Quisiera dejar de lado algunos detalles que llaman la tención, como por ejemplo porque velaron los restos de Kirchner en
El hecho de realizar el velatorio en
Pero bueno, digamos que son detalles, “pequeños” detalles.
Lo que sí es realmente llamativo es que se le haya pedido a miembros de la oposición que no acudan, especialmente al Vicepresidente Julio Cobos y al ex presidente Eduardo Duhalde.
Esto no es más que una demostración y el fiel reflejo de lo que son como gobierno.
La división permanente, la confrontación constante. Por supuesto que no podían cambiar justo en este momento… y pensar que en todos los discursos K se pronuncian las mismas frases, tales como “luchamos por la unión del pueblo argentino y de Latinoamérica”, o “queremos construir una Nación para todos, sin divisiones, con mayor igualdad e inclusión” y por supuesto “dejemos atrás el odio y el revanchismo”, cuando son precisamente ellos los que utilizaron todo eso como política de estado, como forma de gobernar, como metodología.
Si algo logró Néstor Kirchner en los siete años que gobernó —sí, siete, los cuatro de su mandato y los tres de su esposa—, fue dividir a la sociedad, revolver inútilmente el pasado y transmitir odio a todo aquel que no compartía su metodología.
La prueba está en los cánticos que se escucharon en la calle, insultando a Julio Cobos, Eduardo Duhalde, Mauricio Macri, Carlos Reutemann y todo aquel que no fuera kirchnerista, al mejor estilo barra brava de fútbol.
Otra postal del folklore K fueron los micros trayendo gente desde el conurbano… clientelismo, que le dicen. Una constante de los actos K.
Claro, no vaya ser cosa que no fuera mucha gente de manera espontánea, y después se comente que fue más convocante el velatorio de Raúl Alfonsín que el de Kirchner. Para eso sí son buenos. Esos detalles no se les pasan por alto a los muchachos de Frente Para
Por último, es también llamativo todo lo que se lee en las redes sociales. Los kirchneristas piden respeto. El respeto no se pide, el respeto se gana, y si hay algo que hizo permanentemente Néstor Kirchner fue faltarle el respeto a sus adversarios, a quienes siempre consideró como enemigos. Desde
Néstor Kirchner siempre fue soberbio, siempre fue autoritario, siempre fue populista, y no puedo evitar pensar en una frase tan vieja como aplicable en ese caso: “Murió como vivió”, y no caben dudas de que hasta en su última morada Néstor Kirchner sigue fiel a su estilo.
Que en paz descanse.
Pablo Dócimo