El efecto Campanella, dejó semillas, gente interesada en más cine, y Darín de nuevo en lo alto. No es el único. La patota gremial tomó nota y va por su Oscar al mejor drama terrorífico.
Todo siniestro. El titulo, un clásico: “EL zorro cuidando el gallinero”. Camioneros auspicia.
Ahí está Don Hugo Moyano, sin anillo para besar, pero casualmente ahora, defensor de los tercerizados. Otro actor estelar, el hijo del subsecretario de transporte de la Nación, Luna; sindicado como participante de la marcha intimidatoria y defendido por la Policía, y quien va camino de despegarse totalmente de la causa. Pero el guión es burdo. Es demasiado pronto para los encuentros ¿suavizadores? entre Diego Cardía, delegado atacado en Avellaneda, y Moyano. El cuerpo de Mariano Ferreyra todavía está caliente.
Mientras tanto los K se rasgan las vestiduras, como Mobutu en Zaire inaugurando estatuas para Lumumba, luego de mandarlo a matar, o las “acongojadas” solicitadas y notas del brujo López Rega y el Pepe Firmenich, luego del asesinato de Nuestro Padre Carlos Mujica, en el 74. Guionistas de Ciencia Ficción, los blogueros K fraguaron viejas noticias para adosarle a Pedraza a Duhalde, pero el “capo di tutti le capi del tren” se arrima cada vez más a la estación Kalafate.
Al rato, en otro toque clásico de flashback, las casualidades causales metían en la trama a otro ex ferroviario, de otro lugar, que en este caso, acusaba justo a un hombre ex filo k, y hoy duhaldista, mientras juraba lealtad a los k y deducía que la patota no podía, era afín al gobierno. Faltaba oírlo exonerar hasta al Gordo Tutto, patota barravaba k, aquel célebre del Hospital Francés ¿efecto de humo?
La izquierda, conocedora del cine, pareciera no comerse el sapo. Duda de la fiscal, y hasta vio en Hebe, una crítica solapada a su amiga Cristina, al atacar a Pedraza, con quién ella se había juntado 5 días atrás en River. Pero esta durísima realidad no es ficción por más que a varios en el poder, le interese transformarla en serie de enredos donde siempre caigan bien parados y la Patota, reciclada siga matando.
Juan Manuel Duarte
juanmaduarte@yahoo.com
DNI 23.464.924
En pocas palabras el autor de esta nota hace una acabada descripción de lo que significó el accionar de esa patota que culminara con la muerte del joven Mariano Ferreira y lesiones gravísimas a una madre de familia, las que no dejan abrigar mayores esperanzas de su desenlace. Solo cabe acotar que la cuestión de las patotas, sindicales o políticas, no es nueva ni nació con el actual gobierno kirchnerista. Son una necesidad para el accionar propuesto por proyectos políticos como el peronismo, hoy Justicialismo y aun, kirchnerismo. El accionar político mediante el uso de grupos de choque comenzó en Europa de la mano del movimiento fascista liderado por Mussolini, y adoptado por todos los similares surgidos en el Viejo Continente en la post guerra de 1914/1918. Así se los vio en Italia, España, Portugal, Alemania (las conocidas S.A.), y aún en Francia, Inglaterra y los mismos EEUU. Y en todos ellos sus elementos eran reclutados de los sectores marginales de la sociedad y su característica distintiva la violencia ejercida contra sus adversarios, en especial los movimientos obreros, que a partir del triunfo de la Revolución Bolchevique en la Rusia zarista y las terribles condiciones que tuvieron que vivir en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, tuvieron gran impulso. Acaecida la crisis económica de 1929 (la Gran Depresión de 1930) los reclamos obreros se incrementaron, al punto que la burguesía vio con gran preocupación la nueva situación creada. Así fue que apoyaron política y financieramente a estos movimientos fascistas, que les brindaban posibilidades de contener el avance de los trabajadores. Así el fascismo (y una variación del mismo, el nazismo) accedieron al Poder Político e implantaron por la fuerza su concepto de organización social, la cual se basaba en un sistema corporativo fuertemente subordinado al Estado, cuya función era (y es) garantizar la supervivencia del régimen capitalista, aunque de labios para afuera lo denostaran. Este sistema se basaba, claro está, en la fuerza y la represión. En la Argentina la crisis económica dio lugar al golpe de Uriburu de 1930 seguido por el “fraude patriótico”, pero las políticas implementadas se encontraban agotadas en la década de 1940, sucediendo el golpe militar del 4 de junio de 1943, y a partir de él la asunción del peronismo al Poder Político. Este peronismo había sido concebido en base al fascismo italiano y su organización social era similar. Se expresaba (y expresa) en la denominada “Sociedad Organizada”, en la cual los factores de poder teóricamente se organizan en tres fracciones de igual significación: Estado, Patronal y Sindicatos obreros. El encargado de fijar las políticas y sus tiempos es el Estado, y los otros deben acatar sus resoluciones. Es una estructura de mando de tipo vertical, tipo militar, donde el debate democrático está de más. Así los sindicatos obreros pierden su identidad como organizaciones de trabajadores que responden a los intereses de estos, y sus autoridades y políticas son determinadas por el conjunto de los afiliados en asambleas libres, para transformarse en simples oficinas adosadas al aparato del Estado (un Estado ligado a los intereses del capital) y ya no dirigidas por gremialistas, sino por verdaderos gerentes que eran mantenidos por una doble vía: las leyes que impedían, como hoy, que los trabajadores puedan darse sus propias organizaciones, y la represión por grupos de choque. Esta estructuración fascista de la sociedad es la que ha perdurado al través de los tiempos y los gobiernos, civiles y militares, pese a los principios políticos que cada uno de ellos decían sostener, ya que es la que mayor garantía ha brindado para disciplinar y frenar al movimiento obrero en sus justos reclamos de cambio social. A partir de Ménem (1989) y a propósito de asegurarse el apoyo de las estructuras sindicales a las “privatizaciones”, surge un nuevo elemento: la entrega de migajas de las mismas y otros “negocios” directamente ilícitos, a los jerarcas sindicales. Así los vemos en las AFJP, la ART, las privatizaciones de las Obras Sociales, y en varias de las empresas privatizadas, a más de los “negocios” de la facturación al Estado por prestaciones médicas no realizadas por sus obras sociales, o directamente en el turbio asunto de los medicamentos “truchos”. Todo esto requiere, a más de impunidad garantizada por el aparato estatal, grupos de choque para lanzar contra aquellos que se atrevan a cuestionar. Así llegamos a la actualidad, en que una nueva crisis económica mundial, en este caso financiera, y sus consecuencias, llevan a que los trabajadores deban encarar luchas por sus salarios y condiciones laborales. Luchas para cuyo disciplinamiento los sindicatos clásicos, los “oficiales”, nucleados en cualquiera de las CGTs, día a día se van mostrando más impotentes y eso pone en riesgo el seguir siendo los “preferidos” por los grupos de Poder Económico. Nadie paga nada a quien no le sirve. De ahí a la violencia de su accionar no hay siquiera un paso. La agresión que sufrieran los “tercerizados” del FFCC Roca y que costara la vida de Mariano, se inscribe dentro de estos: la defensa de privilegios y buenos negocios entre empresas, jerarcas sindicales y Gobierno, por un lado. Pero por el otro, es una respuesta desesperada ante el avance obrero. Por eso no ha de ser el último y es dable presumir que se intensificarán. La respuesta masiva dada por la ciudadanía en la Plaza de Mayo es la única garantía de evitar este accionar mafioso y nuevos muertos.