Para no perder la costumbre, ayer al mediodía la Sra. Cristina Fernández abusó de la cadena nacional para exponer otra de sus genialidades populistas.
Entre tanta cosa que dice, desdice, teatraliza, grita, da clases de nunca se sabe qué, reta, ridiculiza, se victimiza por mujer o por viuda y vende una imagen de lo que nunca fue ni es, dejó planteada la inquietud de que los graduados en universidades públicas—entre los que ella se cuenta— deberían aportar de su bolsillo para que otros ciudadanos puedan estudiar.
"En algún momento tendremos que discutir que aquellos que hemos tenido la suerte de graduarnos en universidades públicas gratuitas y que no somos pocos, ver si no aportamos un poquito en becas a esas universidades", señaló.
"Es hora de desprenderse un poquitito de lo que uno tiene para que el país esté un poquito mejor".
Desconozco si la intención es crear agentes de retención o en qué mecanismo piensa, pero lo primero que a cualquier graduado de universidad pública se le debe ocurrir es que la idea no estaría mal si las reglas del juego estuvieran claras. Pero realmente no es así.
En este país hay mucha gente solidaria que no duda jamás a la hora de colaborar, incluso con dinero. Pruebas de esto tenemos de sobra en la historia argentina. Sin embargo, acá hay nuevamente varios puntos que no se explican.
Por un lado, existen partidas en el presupuesto nacional que desde siempre se destinan a la educación. Entonces las preguntas serían: ¿Por qué no usan ese dinero? Bueno, supongamos que no alcance, entonces ¿Por qué no alcanza? ¿No calculan bien el presupuesto nacional? ¿Destinan esos fondos para otra cosa? ¿Cuál? ¿Para financiar qué tipo de gastos?
Los ciudadanos que pagan los impuestos creen que los recursos para educación, salud, seguridad, justicia, etc., son utilizados para eso servicios públicos y bien administrados por el Gobierno ¿Estarán muy equivocados?
Lo segundo que cabría hacer es “replantearle” (ni siquiera refutarle) a
En ese contexto, el interrogante que englobaría sería si alguna vez los que siempre dicen que los recursos nunca alcanzan pensaron en la posibilidad de renunciar a sus enriquecimientos ilícitos en aras de la salud, la educación, la seguridad y la justicia de los sectores mas postergados. La hipocresía de la clase dirigente honestamente da asco. Haber incurrido y seguir incurriendo en la repugnante ostentación de riqueza malhabidas mientras hablan de la “pobreza estructural” o proponen que parte del pueblo financie a la otra parte del pueblo es de una caradurez mayúscula. Sobre todo teniendo en cuenta que ese sostenimiento que hace el ciudadano común del Estado, sus gobernantes lo dilapidan en "fútbol para todos", delirios de trenes bala, excentricidades personales, financiamiento de fuerzas de choque para meter miedo a la población en nombre del poder político de turno, compra de voluntades y tanta corrupción.
La tercera cuestión es considerar la cantidad de personas de otros países que vienen a estudiar a nuestras universidades públicas precisamente porque son gratuitas, al igual que a tratarse en nuestros hospitales públicos.
Entonces, si es el mismo Estado es el que promueve la inmigración de tantos latinoamericanos para conseguir mayor cantidad de votos en las elecciones, les otorga planes sociales, beneficios de todo tipo que ni los propios nativos muchas veces conseguimos, ¿por qué no siguen el consejo del político local antes mencionado y con esos fondos financian las universidades públicas, los hospitales públicos la seguridad, la justicia y a todos los inmigrantes latinoamericanos que quieran traer para que los voten y así seguir perpetuándose en el poder?
¿Alguien tendrá la respuesta estos interrogantes?
Nidia G. Osimani