Daniel Scioli exhibía el pecho inflado el jueves por la noche en la Legislatura, ya que había conseguido para su administración lo que la Nación y el gobierno porteño no pudieron: tener aprobado el Presupuesto 2011 antes de fin de año.
Para un dirigente que prefiere hacer culto al diálogo y al consenso por sobre la confrontación y las discusiones altisonantes, contar con esa herramienta esencial para planificar el desarrollo de su gestión en el crucial año electoral que se avecina, es tan trascendente como haberla conseguido con el apoyo casi unánime de la oposición.
Ese fue el valor agregado que el sciolismo se encargó de ventilar profusamente y que apuntó, indirectamente, a marcar la relación que su administración, a diferencia de la nacional y porteña, consiguió articular con el Acuerdo Cívico y el Peronismo Federal.
"Sabemos que él (Scioli) surge como el gran ganador de esta discusión, pero nosotros conseguimos fondos para garantizarles la gobernabilidad a nuestros municipios", se sinceraba un legislador del radicalismo tras la maratónica sesión de ambas cámaras legislativas.
Negociación y acuerdo
El acuerdo que permitió que el Presupuesto bonaerense 2011 viera la luz, en efecto, estuvo cargado de concesiones a la oposición.
El sciolismo admitió los planteos de más partidas para las comunas que enarboló la UCR y la ampliación de unos 1.000 millones en los fondos para Seguridad, el caballito de batalla de Unión Pro. Y hasta concedió que se le limitaran a un 8% del total de los gastos las facultades para reasignar partidas el año que viene.
El gobernador les había dejado en claro a sus legisladores que, aún con ciertas condiciones, no estaba dispuesto a enchastrarse en una disputa similar a la que se registró en el Congreso.
Semanas antes de esos episodios que enlodaron al Parlamento, había desechado incluso una sugerencia que le había llegado a su despacho: trabajar con un Presupuesto prorrogado, como ocurrirá en la Nación, durante el año que viene.
Pero el trámite no estuvo exento de sobresaltos. Esa foto tan deseada que buscó Scioli con legisladores oficialistas y opositores tras la aprobación del proyecto, estuvo a punto de naufragar.
La discusión sobre un artículo del Presupuesto había terminado abroquelando a la oposición en la Cámara baja, y una inminente votación negativa dejaría al gobernador sin ese premio tan ansiado porque el expediente debía volver al Senado.
Una rápida maniobra oficialista evitó el desplante, pero terminó con la otra gran concesión del Ejecutivo: la promesa a una reforma a la ley de Administración Financiera que implicará en forma permanente, un muy fuerte recorte a las facultades especiales para el uso de fondos.
Ese afán de Scioli por mostrarse conciliador con la oposición derivó incluso en otras negociaciones por afuera del debate parlamentario: varias comunas radicales del interior se llevaron un compromiso de obras que no está incluido en el Presupuesto.
La mira en 2011
Para el gobierno bonaerense, la posibilidad de mostrar un tono dialoguista y conciliador no tiene como destinatario exclusivo al ciudadano común: la movida también tocó la puerta del peronismo.
Si Scioli concedió al radicalismo la posibilidad de que las comunas contaran con fondos adicionales a los previstos, nunca perdió de vista que, por añadidura, también serán beneficiados los alcaldes oficialistas.
En la Gobernación la relación con los intendentes es otro de los temas sensibles, más cuando el sciolismo no abandona del todo su sueño presidencial aún cuando sus ministros parezcan concentrados en la reelección del mandatario.
Ya lo blanqueó un colaborador cercano de Scioli en el reciente viaje a Israel. "Daniel nos pidió que estemos preparados para todo", confesó.
La esperanza se alimenta en función del gran interrogante que, en rigor, recorre todo el espinel oficialista: si Cristina Kirchner irá o no por la reelección. O mejor dicho: si la actual mandataria logrará mantener para marzo o abril, cuando llegue el tiempo de las definiciones, ese halo de invencibilidad que la rodea desde el fallecimiento del ex presidente.
En el campo opositor
En la oposición bonaerense, en tanto, las dudas le vienen ganando por un campo la batalla a las certezas. El Acuerdo Cívico baila el nuevo paso de minué forzado por la irrupción de Ernesto Sanz como candidato presidencial.
El escenario de confrontación que parecía monopolizado por Ricardo Alfonsín y Julio Cobos, se ha puesto en duda producto de la cada vez más probable decisión del presidente de la UCR de anotarse en la pelea. Y los radicales bonaerenses, siempre sensibles a los movimientos internos, comenzaron a tomar nota de la nueva realidad.
En los últimos días se multiplicaron las reuniones de dirigentes de la Provincia con Sanz, interesados en conocer si su proyecto está asentado sobre bases firmes.
Pero el dato más fuerte llega de lo comentado en algunos encuentros reservados: algunos dirigentes cobistas bonaerenses ya evalúan esa opción para enfrentar a Alfonsín si el vicepresidente decide finalmente no anotarse en la carrera para llegar a la Casa Rosada.
Aquellos interrogantes que sobrevuelan el escenario político también embargan al peronismo disidente. Francisco De Narváez se apresta, el próximo jueves, a darle formalidad a su candidatura a gobernador con un acto que se desarrollará en el club Atenas de esta ciudad.
Pero esa certeza no despeja dudas ni incertidumbres. "Hay un gran desconcierto", admiten en la tropa del Colorado, profundizada además por las últimas insinuaciones del propio diputado nacional que no descartó hasta un acuerdo con el kirchnerismo.
De Narváez continúa sin un anclaje nacional cierto, en sintonía con la diáspora del Peronismo Federal acentuada tras la muerte de Kirhchner.
"El lanzamiento será para decir `acá estamos`, pero Francisco nos dijo que no nos peleemos con nadie", explicó uno de los dirigentes que lo consulta casi a diario. Por las dudas, claro.
José Picón
NA