Según algunos autores, pueden identificarse dos momentos en términos de globalización financiera: la primera entre 1870 y 1913 y la segunda a partir de la década de los noventa.
El primer período se caracterizó por los grandes flujos de capital a nivel internacional, libre comercio, gran migración de mano de obra y por mercados financieros hasta más complejos en ciertos aspectos que los actuales.
Al declararse la primera guerra mundial, la gran depresión del año ´30 y posteriormente la segunda guerra mundial, ésta globalización fue interrumpida abruptamente, hasta que a comienzos de los ´90 las operaciones realizadas en el marco del Plan Brady, permiten reestructurar las deudas de los países emergentes, otorgando confianza a sus bonos negociables. Aunque la circulación de capitales internacionales ya se había normalizado en los años ´70.
Ahora bien, si hay algo que parece ponen en duda muy pocos es que desde la cuidadosamente calculada instauración de la globalización, los ricos se han hecho más ricos y los pobres más pobres, salvo algunas excepciones.
Una variable que se ha agitado bastante en los últimos años en todo el planeta ha sido el empleo.
Así por ejemplo, hemos tenido una experiencia en los años noventa con las nefastas normas de flexibilización laboral, achicamiento del Estado mediante privatizaciones, retiros voluntarios no tan voluntarios, etc. Todo un pintoresco espectáculo de desregulaciones y liberación de mercados en nombre de un progreso que en realidad resultó un claro retroceso en varios aspectos.
Pero yendo al ámbito privado, llevamos muchos años observando como por todos lados las empresas prefieren recortar áreas, despedir personal y tercerizar funciones o subcontratar otras empresas para que realicen las tareas que antes contaban con personal fijo dentro de las mismas organizaciones, ya que esto les reduce sensiblemente sus costos fijos (sueldos por Convenios Colectivos, cargas sociales, etc.), con lo que incrementan sus ganancias, y los ricos se siguen haciendo más ricos y los pobres, más pobres y siguen engrosando sus filas.
Con esos excedentes las empresas invierten, y el sistema financiero internacional se ha transformado en un monstruo inimaginablemente sobrealimentado en el cual, hasta existen activos financieros que nadie sabe ni cómo se usan, pero que sin duda sí sirven para seguir haciendo más ricos a los ricos y empobrecer más a los pobres que arrastran a la clase media hacia abajo.
Otra modalidad interesante que ha venido proliferando son las fusiones entre grupos económicos y las llamadas “reingenierías” en las que la primera medida es despedir personal, o reemplazarlo por nuevas tecnologías donde aquel trabajo realizado por cinco operarios ahora se puede desarrollar con uno solo, es decir que ya hay cuatro desocupados más multiplicados por millones que si tienen más de 40 años difícilmente encontrarán empleo. Eso favoreció y seguirá favoreciendo a que el dinero circule por menos manos y se concentre cada vez más, además de que esos trabajadores pasarán probablemente a pertenecer a la casta de “desocupados” o, con mucha suerte a hacer algo cada tanto por chirolas.
Paralelamente, los servicios básicos de salud y seguridad, han sido deteriorados paulatinamente, dejando a más personas desprotegidas e incrementando su riesgo de supervivencia. Estar enfermo por ejemplo, se ha convertido en un excesivo lujo que pocos pueden darse.
Asimismo es destacable el hecho del bajo porcentaje de egresados universitarios que consigue trabajo en su área, por lo que terminan generalmente empleados en actividades de menor categoría para su formación, con menores salarios, subempleados o definitivamente desempleados, sin dejar de considerar que los empleos que suelen obtener como profesionales en su área resultan remunerados por un valor tan por debajo de lo que costó su formación que escasamente alcanza para afrontar el costo de vida promedio.
Si en una familia de clase media había un sólo sostén, es probable que ese grupo de individuos pase a ser clase baja.
Pero, vayamos ahora a dos conceptos íntimamente relacionados con esta cuestión de la extinción de la clase media, o al menos que parecen explicar el fenómeno. Estos son: “el internacionalismo liberal” y “el neomedievalismo”, opuesto al anterior.
La idea albergada por quienes procuran un “gobierno global”, proclama la necesidad de que sean garantizadas la paz y la seguridad internacional mediante el apoyo activo de las grandes potencias en un trabajo en paralelo con las Naciones Unidas. Digamos que esa sería la excusa más visible.
Como esto requeriría de la instauración de un gobierno centralizado en cuanto a la toma de decisiones, esto es, un sistema institucional de reconocimiento internacional y está difícil la concreción inmediata, la otra alternativa es el “neomedievalismo” que consistirá en el establecimiento del fin del Estado-Nación, resultando de esto, no ya un “único gobierno mundial” sino una “gobernanza global”.
Se entiende esto de “gobernanza” como una suerte de “gobierno relacional”, cediendo partes de un gobierno a un orden superior, por ejemplo el ente “Unión Europea” que está por encima de los gobiernos de los países miembros que lo conforman. También se conoce esto como “el quinto poder”, por la que se crea entonces una red de relaciones transgubernamentales.
La globalización ha demandado y sigue demandando los nuevos ajustes de las economías, las que decrecen sensiblemente en todo el mundo, aumentando de manera exponencial el desempleo.
En la concepción de un nuevo orden está la idea de las “clases transnacionales”.
El sistema capitalista se sustenta en la división de clases, y estas nuevas políticas tendientes a seguir implantando el “gobierno global”, procuran la existencia de solo dos castas: una alta dominante y la otra baja dominada, sin obstáculos intermedios, sin clase media que haga peligrar el sistema, inclusive con el riesgo de que alguno pueda escalar en la pirámide sustentado por su formación académica superior.
No, decididamente la clase media constituye, a entender de la elite corporativa, un serio peligro. Es que la clase media generalmente piensa, se cuestiona, tienen un cierto grado de instrucción, intuyen sospechan y si bien en el 90 % de las veces miran para otro lado, resultan arma de doble filo.
En realidad lo que se procura es la transnacionalización de esa clase media, una suerte de “ciudadano del mundo”, sin identidad definida, fácilmente manipulable por su vulnerabilidad y su falta de reconocimiento mediante valores propios que lo diferencien del resto.
La pérdida de identidad individual o como perteneciente a un cierto colectivo, ya comenzó con la aplicación de las teorías de las escuelas de administración, el nuevo management, la obligatoriedad de trabajar en equipo en universidades, colegios, empleos. Toda una hipotética revolución progresista en términos organizacionales que en el fondo buscaban esto, la despersonalización de los individuos.
Se necesita una gran masa de zombies con escasa posibilidad de pensar, de identificarse con valores propios, de sentido de pertenencia a un colectivo, a una nación, a un grupo propio elegido. Y para ser realistas, verdaderamente lo han logrado en gran parte.
La nueva crisis que estamos viviendo proporciona un terreno fértil para reorganizar las clases mediante la reformulación de estructuras laborales.
Definitivamente entonces, la clase media está condenada a ser eliminada en cuanto a que la mayor parte de la misma puede encontrarse en países latinoamericanos que aún, mal que mal la conservan y esto pone en serio riesgo la concentración de la riqueza, los ricos ya no dispondrían de todo lo que necesitan para tener el pleno control sino que siempre hay algún desubicado profesional clase media que exige su porción de la torta.
La idea de la elite es precisamente no arriesgar su riqueza a causa de una clase media transnacionalizada, sino de hacer desaparecer el concepto de “clase media” para reemplazarlo por la transnacionalización de una clase pobre de corte netamente “trabajador”, que no piense, que no exija nada, sin educación y perfectamente manipulable y sometida a través del miedo y el engaño... sino ¿para qué cree Ud. que la elite arma tan meticulosamente cada crisis aplicando recetas que nunca resultan y se llevan puestas cada vez a más miembros de esta vapuleada clase media?
Recordemos el interesante comentario que realizara el Presidente de Brasil Lula Da Silva hace varios meses atrás en el marco de un encuentro con su por entonces par francés Nicolas Sarkozy, comentario que quedó pasó por el desapercibido por la mayoría de los medios, pero que en definitiva confirma lo que se viene sosteniendo: “Hay que cambiar
En los últimos años, varios altos funcionarios de diferentes países, incluídos presidentes como la actual mandataria argentina, hicieron mención de manera muy tangencial al tema y como era previsible, muy pocos individuos parecen haber reparado en semejante declaración de intencionalidad.
¿No resulta demasiado sugestivo que tantos altos representantes de tantos países lo hayan dicho en diversas ocasiones y que a la vez nadie se haya puesto a pensar al menos de qué podrían estar hablando?
Nidia G. Osimani