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EL CONFLICTO SOCIAL: ¿LUCHA DE CLASES?

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ALGO ANDA MAL
ALGO ANDA MAL

    Las presidencias de Carlos Saúl Menem entre 1989 y 1999 dejaron en la Argentina una marca económica y social imborrable. Entre otras cosas: la pérdida del patrimonio público, la inequitativa distribución de la riqueza, el agigantamiento de la deuda externa y la triplicación del desempleo. Por eso creció el número de marginados mientras las clases media y alta disfrutaban la paridad cambiaria, el famoso 1 a 1. También comenzó una crisis económica que explotó en 2001 con la huída de Fernando De la Rúa de la presidencia, tras dos años de negligencia en la Casa Rosada.
    En ese año la protesta llegó masivamente a la clase media, empobrecida y víctima de las malas políticas -como el incipiente corralito bancario-. Eran tiempos de "piquete y cacerola, la lucha es una sola". Por primera vez más de la mitad de la población estaba bajo la línea de la pobreza, el clima era insostenible y la situación social intolerable.
    En el 2002, tras la crisis representativa en la clase política, el Gobierno de transición de Eduardo Duhalde superó esos momentos de gran conflictividad en los sectores más desprotegidos con un intenso clientelismo y un grado importante de represión. A fines de ese año empezó, también, un crecimiento económico que siguió con la presidencia de Néstor Kirchner pero que no significó redistribución de la riqueza. La clase media volvió a tener capacidad de consumo pero los pobres siguieron sin poder integrarse.

  
"En 2001 la opinión pública condenó la creciente brecha social, sin embargo actualmente la legitima y pide a los movimientos sociales que acepten su condición de marginalidad"
, afirma Maristella Svampa, socióloga, co-autora del libro Entre la ruta y el barrio e integrante de la Red de Intelectuales, Artistas y Académicos, en referencia al movimiento piquetero.


Los que cortan calles

  
A partir de las crisis del 2001 se  consolidó este sector, que logró articular un importante abanico de organizaciones reivindicativas de base -autónomas o vinculadas a partidos de izquierda o sindicatos- que funcionan con emprendimientos de trabajo productivo y comunitario, talleres de formación y de educación popular. Una parte de la población marginada -generalmente desocupada- pasó a ser contenido por estas estructuras, que le brindan los derechos que el Estado les niega, con una lógica de acción y valores que confrontan con las del orden capitalista. Más allá de los intereses políticos que tengan, todas las organizaciones territoriales reivindican la dignidad en las clases pobres y la equidad en la distribución de la riqueza.  

   
Desde 1996 -su nacimiento en el pueblo neuquino Cutral-Co- el movimiento piquetero lleva en su haber casi 7.000 cortes de calles y rutas, su método de protesta por excelencia. Es así como hacen peticiones y reclamos a los gobiernos nacional y provinciales, e incluso a empresas. Allí nace  la puja entre dos derechos: el de protestar y el de libre circulación.  



Reactivación de la inequidad  

   
Desde la devaluación del 2002 el precio de la canasta básica de alimentos creció, según datos oficiales, un 75 por ciento. En ese mismo período los aumentos salariales alcanzaron al 40 por ciento de la masa de trabajadores: los que tienen empleo regular, legalizado y con recibo.  
    El ministro de Economía, Roberto Lavagna, al referirse a la recuperación y el crecimiento de la economía, aseguró que "el motor fundamental" es el aumento del consumo interno. Pero la verdad es que la reactivación no les llegó a todos los sectores. Allí está la raíz del conflicto. El periodista Raúl Dellatorre escribió en un artículo algo que explica este fenómeno: "La economía de especulación de los noventa fue reemplazada por una más productiva, pero igualmente concentrada. Este nuevo modelo genera empleos para desocupados del anterior, pero solo para algunos. Son los menos", asegura.  
    ¿Por qué está fragmentada la sociedad? Sebastián tiene 25 años, vive de changas y milita en la Asamblea Barrial de Paternal. Es gráfico en su definición: "Pasa por el lado económico. Unos tienen y pueden tener y aprovechan las riquezas que generan en el capitalismo y otros quedan al margen y se mantienen con subsidios del Estado, con planes míseros, changas o laburos precarios. Hay unos que pueden volver a consumir esos telefonitos con pantalla y todo y hay otros que siguen igual que hace diez años, comiendo los mismos fideos", sentencia.  



Pingüino inteligente  

   
El gobierno de Néstor Kirchner ha adoptado una política de no reprimir las protestas, y se limitó a prevenir desbordes. Además logró la adhesión de la Federación Tierra y Vivienda -mayor organización piquetera, liderada por Luis D'Elía-y otras como Barrios de Pie y parte de la Corriente Clasista y Combativa. Así logró neutralizar la protesta. El movimiento quedó prácticamente dividido entre oficialistas, que no cortan calles pero reciben más planes y opositores -o "piqueteros duros"- que apuestan a ideales revolucionarios y se muestran intransigentes.  



Los pobres sin sentido  

   
La opinión pública, que se refleja en los medios masivos -consumidos principalmente por la clase media-, es hostil frente a la protesta social. En una encuesta de D'Alessio Irol, hecha por Internet y publicada anteayer en el diario Clarín, el 75 por ciento de los consultados cree que el Gobierno, ante los cortes, "debe asegurar el libre tránsito". Y el 48 por ciento piensa que la protesta piquetera "nunca tuvo sentido".  
    La pobreza se vuelve ineludible cuando miles de pobres organizados cortan las principales calles de Buenos Aires. El miércoles 4 de agosto, por ejemplo, se manifestaron aproximadamente 25.000 personas en Plaza de Mayo, el Congreso y la Legislatura, en contra de la reforma del Código de Convivencia y la Ley de Responsabilidad Fiscal, entre otros reclamos.  
    El movimiento piquetero -se habla de 500.000 personas- es sólo una parte de la población marginada del sistema de consumo. Pero es la que representa las reivindicaciones de los sectores más vapuleados. Con el conflicto social se vive una suerte de lucha de clases -con diferentes matices- que merece reflexionar sobre el problema de la inequitativa distribución de la riqueza. Pero para los medios masivos -por lo tanto, la opinión pública- el problema todavía se limita al corte en sí mismo.

 

 Mariano Giorgi

 

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