Paradójicamente a lo que podría suponerse, el autor de esta frase es un modesto científico que detesta la fama y para quién los bienes terrenales resultan cosas de escasísimo valor.
Grigori Perelman, matemático ruso contemporáneo, pudo demostrar ni mas ni menos que la conjetura de Poincaré, uno de los siete enigmas matemáticos mas complejos del milenio que data de 1904, la cual a partir de ese momento se transformó en hipótesis. Pero vayamos por partes.
La topología es una rama de la geometría que estudia las propiedades del espacio. A partir de 1895, Poincaré, presenta una serie de trabajos dando origen así a la llamada “topología algebraica” que es una rama de la matemática en la que se usan las herramientas del álgebra abstracta para estudiar los espacios topológicos.
La conjetura de este matemático era que la 3-esfera, esfera tridimensional o hiperesfera, es la única en la cual todo circulo cerrado o 1-esfera, se puede transformar en un punto.
Es decir que, según este teorema, solo habría una variedad cerrada y simplemente conexa de dimensión 3 que es la esfera tridimensional.
La solución aportada por Perelman representa un valiosísimo recurso analítico para ser aplicado en nanotecnología, cosmología, industria aeroespacial, comportamientos aparentemente inexplicables de la naturaleza, entre otros.
Sin embargo, este genio, quien solo concedió una entrevista al periódico ruso Komsomolskaya Pravda, declaró: “No estoy interesado en el dinero ni en la fama. Sé como controlar el universo. ¿Por qué tendría que correr tras un millón de dólares?”.
Respondía así a la pregunta hecha por su interlocutor acerca de las razones que lo llevaron a renunciar al premio de ese monto que había ganado por su descubrimiento.
¡Qué paradoja!, con los modelos de líderes mundiales mediocres y ambiciosos que suelen acceder a cargos de extrema relevancia y de cuyas decisiones dependen ni mas ni menos que el destino de millones de personas.
Nidia G. Osimani