La determinación de Cristina Kirchner de competir por la reelección en las elecciones de octubre es una de esas decisiones trascendentes, que no solamente impactan en el mundillo de la política sino que marcan el destino de un país y de su gente, al menos en el futuro inmediato.
Muchas fueron las especulaciones que se tejieron en las últimas semanas sobre el futuro de la Presidenta, la mayoría de ellas con base en su alicaído estado de ánimo tras la muerte de Néstor Kirchner, pero en rigor Cristina no tenía muchas opciones más que seguir encabezando el "proyecto nacional".
Es que el peronismo, que seguramente ahora la acompañará en su camino hacia la reelección, no le garantizaba —ni mucho menos— la sobrevida del kirchnerismo si ella no seguía al frente del armado electoral oficialista: se hubiera configurado, con certeza, un rápido pase de manos hacia un nuevo liderazgo.
Con su anuncio, la Presidenta dejó las cosas como estaban en el PJ: los gobernadores seguirán siendo gobernadores y los intendentes estarán obligados a renovar sus mandatos, a la espera de que dentro de cuatro años se abran los caminos hacia una movilidad ascendente siempre necesaria en la política.
En el “mientras tanto”, cobrarán fuerza los dirigentes más cercanos a la jefa de Estado, los que surgieron a la política grande al calor del kirchnerismo en los últimos años, que no solamente integrarán el Gabinete sino que también tendrán lugares clave en el Congreso, las provincias y las intendencias.
Cristina optó por hacer el anuncio este mismo martes, luego de pasar el fin de semana en familia en Santa Cruz. Seguramente allí obtuvo el aval de sus hijos Máximo y Florencia para seguir adelante. Y este lunes dio alguna pista en Rosario, donde su discurso por el Día de la Bandera tuvo un tono electoral.
Sabe, Cristina, que su anuncio no llegó en el mejor momento para el oficialismo, debido al estallido del caso Schoklender, pero cualquier asesor le habrá dicho que las repercusiones de semejante determinación podrán tapar, al menos por unos días, las olas negativas que llegan a la costa de su administración.
Develado el misterio mayor, resta ahora conocer el nombre del compañero de fórmula que tendrá la Presidenta. Pero esa decisión ya no tendrá la trascendencia que tuvo la de este martes, porque es sabido que ningún dirigente oficialista podría aportarle un plus electoral significativo a la jefa de Estado.
Se abre, ahora, una nueva etapa en la que Cristina será la figura central. Ella misma decidió que así fuera, a sabiendas de que su lanzamiento significaría, también, el fin del luto político que envolvió al oficialismo desde la muerte de Néstor Kirchner, su líder histórico natural.
Mariano Spezzapria
NA