Corría la fría tarde del 29 de julio de 1990 en uno de los parques de diversiones más grandes del mundo. A pesar de la molestia de una de las jóvenes, el grupo de amigos decidió subir a un juego, de esos que asustan con sólo verlos, el Matter Horn, una montaña rusa que imita al famoso pico de Los Alpes que lleva el mismo nombre. Luego de unos minutos los gritos de los atemorizados espectadores informaban de la tragedia: uno de los carritos había sido expulsado de la atracción, motivo por el cual fallecía Roxana Alaimo, mientras que su amiga, Karina Benítez, sufría heridas de gravedad. Esto, además de tener un notable parecido con el inicio de la película "Final Destination 3", fue el comienzo de mitos y leyendas populares que continúan hasta la actualidad.
Se trata del Italpark. Sus 4.500 m2 y los más de 35 juegos lo convertían en el centro de atracciones más grande de Sudamérica, pero la diversidad de opciones y la magia que, quienes tienen más de 30 años aseguran flotaba en el ambiente, era lo que lo volvía el paraíso ideal para cualquier niño.
Fue fundado por una familia de inmigrantes italianos en el año 1971 y sus puertas se cerraron definitivamente luego del accidente de aquella joven. Desde el lamentable episodio, cientos de rumores y prejuicios rondaron sobre el parque y esa maravilla ultramoderna sólo vive en los recuerdos de quienes llegaron a conocerlo.
Y después de la clausura...
La "condena solidaria" obligó a las partes involucradas —los dueños del parque y la Comuna— a llegar a un acuerdo para afrontar los costos de la indemnización. La Municipalidad de Buenos Aires tuvo culpa recurrente en el episodio, ya que no se realizaban las inspecciones técnicas preventivas correspondientes, pero sí, después de la tragedia, para reparar los supuestos problemas y reabrir la "feria de la risa", como era conocido el Italpark.
Los planes originales terminaron cambiando por completo cuando pasados los cuatro meses del accidente, el por entonces intendente, Carlos Grosso, decidió clausurar definitivamente el parque de diversiones.
El Concejo Deliberante en una audiencia pública decidió, entre tres opciones, crear un espacio verde en el predio donde funcionaba el ItalPark, ubicado en Libertador y Callao. Las dos alternativas restantes eran un parque recreativo o un complejo hotelero, pero el resultado fue el actual Parque Thays.
La causa civil, por otro lado, demoró seis años en ser dictada porque no se podía dar una sentencia hasta que no se expidieran las actuaciones penales. El expediente fue caratulado como "homicidio y lesiones graves". El juez, al dar a conocer su sentencia dijo: "Los parámetros de la Justicia Civil establecen que la vida de una persona no vale más de 100 mil dólares, pero la vida de un hijo, para mí, no tiene precio, por eso considero que el resarcimiento material debe ser alto. Perder un hijo es un dolor que no se mitiga jamás".
Primeros rumores
Cuando debía decidirse el destino del predio, surgió una teoría donde se afirmaba que el accidente en realidad había sido un atentado de quienes deseaban abrir un centro hotelero en su lugar. Esto fue desmentido poco después cuando se realizaron las pericias correspondientes y la Justicia determinó que todos los juegos presentaban fallas mecánicas. También descubrieron que el Matter Horn —entre otras atracciones— llevaba siete años sin tener una revisión técnica obligatoria.
En sitios de ventas por Internet se encuentran en remate algunos productos que pertenecen al legendario lugar. Por ejemplo, los autos chocadores salen 400 dólares, por lo que es casi inevitable hacer mención sobre la teoría que afirma que los juegos actualmente son utilizados en modernos parques, que al igual que el Italpark, priorizan lo comercial y olvidan los controles reglamentarios.
Por otro lado, vecinos del actual Jardín Thays atestiguan que las tierras están malditas: cada lugar que se construyó en ese sitio terminó en tragedia. En 1911 comenzó a funcionar un parque japonés. En diciembre de 1930 un incendio lo destruyó por completo. Años más tarde, se realizó una feria italiana, la que también terminó en tragedia cuando a plena luz del día se desató una tormenta eléctrica y un rayo acabó con la vida de un turista brasilero.
También cuentan los lugareños que quien conserve viejas fichas del Italpark, puede pararse de noche frente a la que era la entrada con una de ellas en la mano y automáticamente verá aparecer el parque y todos sus juegos. Las puertas se abrirán lentamente y el "suertudo" deberá subirse a la atracción que le corresponda según el pase que tenía, pero si al finalizar el tiempo no se retira por la puerta principal, algo terrible podría suceder.
Otra leyenda urbana asegura que los juegos que funcionaban en el parque fueron guardados en un depósito del ferrocarril Mitre para ser vendidos al exterior o utilizarlos como chatarra. En algunos foros, aseguran que los mismos empleados de la línea férrea participaron en el desmantelamiento, y que nunca se les abonó el trabajo, por lo tanto no dejaron que los dueños saquen las atracciones del galpón.
También cuentan que si alguien deseaba comprar un objeto perteneciente al parque lo derivaban a hablar con el "Perro" Cervero, un empleado ferroviario que se ocupaba de aquellas transacciones. El misterioso hombre interrogaba al posible comprador y si éste deseaba obtener un simple recuerdo para uso personal, lo regalaba. De lo contrario, la cifra estipulada era incalculable.
En otros sitios narran historias semejantes a películas de terror: “Si pasás por ahí de noche se ven clarito los juegos, un dumbo, un helicóptero y otros tantos junto a unas velas y se escuchan ruidos extraños. Los valientes que decidieron entrar nunca salieron, como Susanita, Tomasito y tantos otros”, explica Juan, un hombre de 83 años que dice conocer a la perfección la historia de las tierras, para quien “no sólo hay que respetarlas, sino también temerles”.
“Del otro lado del Río, en Luján”
Al comprobar el verdadero destino de los juegos, apareció una noticia que le daba mayor crédito a la "maldición" que rodeaba al lugar. Al parecer, los juegos fueron trasladados a un parque de Luján. Sospechosamente, dicho centro se llama Argenpark, y aunque con otro nombre, las atracciones son las mismas. Otra cosa en común, claro, es la falta de controles técnicos en las recreaciones.
Miles de personas llegan cada año a la ciudad de Luján, impulsados por la melancolía, para recorrer los dos parques, que, aunque separados por un río, se unen mediante juegos aéreos. Uno es llamado Argenpark, el otro, Parque Luján. Quienes lo visitan dicen sentirse presos de un viaje en el tiempo: los sitios no sólo tienen atracciones del legendario Italpark, sino lo imitan hasta en los más pequeños detalles.
Entre los muchos juegos que funcionan en el sitio y que pertenecieron al Italpark, incluyendo la montaña rusa más antigua, se encuentran la Súper 8 Volante, el barco Showboat, el Samba, el Torpedo, el Twister y el Súper Monza, entre otros.
Desde las boleterías, pequeñas cabinas con forma de cabañas e imágenes graciosas en la ventana, hasta las fichas, en las que sólo cambia la grabación del nombre de los parques. Todo es idéntico. Incluso la tragedia.
Paola Relea, la hija de uno de los dueños, relató que “los accidentes eran moneda corriente, por lo menos hay uno al mes”, y puso como ejemplo un episodio donde “una niña de no más de 10 años se rompió la cara contra el juego Pulpo, cuando se desprendió un brazo del mismo”.
Una de las muertes ocurridas en el Argenpark que tomó impacto nacional fue la de Rodolfo Herrender, un empleado de 51 años de edad que cayó al vacío al ser golpeado por un coche de una montaña rusa cuando se encontraba colocando una nueva cámara fotográfica.
Rodolfo era, según sus compañeros, el mayor conocedor de las atracciones de ambos centros, a tal nivel, que recrear el Italpark fue posible gracias a él, debido a que montó y reacondicionó las atracciones con una gran precisión.
El hombre era un aficionado a los parques de diversiones y a la fotografía. Se dedicaba a tomarle fotos a quienes descendían de los juegos. Halló la muerte cuando, por motivos desconocidos, comenzó a reparar un censor que retrataba a quienes estaban en el juego con éste en movimiento y fue golpeado por un carrito de la atracción.
Después del golpe, Herrender cayó al vacío ante 500 personas desde una altura de 5 metros. Cientos de llamados simultáneos al 911 lograron bloquear la línea de emergencias.
El panorama volvía a ser el mismo de aquella tarde del 29 de julio: el cuerpo sin vida yacía en el suelo, totalmente desangrado y con pérdida de masa encefálica, gritos desesperados y los esfuerzos médicos por salvar una vida que era presa, posiblemente, de la mala suerte que rodea a los juegos.
Si nos sumergimos en lo paranormal, podríamos creer que, con la muerte de Roxana se cerraba el Italpark y con él, un círculo de tragedias varias, que gracias a los esfuerzos de Rodolfo se reabría, pero esta vez en otro lugar y con otro nombre.
Pero en este caso, lo paranormal es preguntarse cómo, en juegos que funcionan desde hace cuatro décadas sin controles y sin inspecciones gubernamentales, hasta el momento no hubo más muertes.
Quienes se volvieron fanáticos de esta seguidilla de sucesos afirman que Rodolfo es la última víctima de la “maldición”. Sin dudas los parques mencionados encierran un misterio que está muy lejos de develarse. Pero de lo que tampoco quedan incertidumbres es que cualquier centro de atracciones del país puede ser un nuevo Italpark, si no se realizan los controles pertinentes.
Romina Soledad Giuffré