Siento profunda indignación. En nuestro país la vida pasó de ser un derecho, a ser un reclamo. La inseguridad dejó de ser una sensación hace mucho tiempo para convertirse en una dictadura que desaparece gente todos los días.
"El poder es impunidad", dijo Yabrán. Estamos bajo el poder de los impunes, de los que se jactan de manejarnos la vida sin que nadie nos proteja. Me siento indignado, triste e indefenso.
¿Quién nos protege? ¿Esta policía inoperante? ¿Esta justicia permisiva? ¿Un gobernador que quiere que creamos en él, que quiere hacerse pasar por Giuliani y Bergoglio a la vez, que termina siendo una especie de acompañante terapéutico? La verdad es que no le importamos a nadie.
Nos hacen creer que se ocupan, lo anuncian, pero ¿no les parece que cada vez estamos peor?
Parece, sin embargo, que el modelo continuará cuatro años más. Entonces pienso: ¿no nos parecemos como sociedad un poco al padre de Candela? Da toda la sensación de que él primó su seguridad, su botín, su salida de la cárcel o vaya saber uno qué, antes que su hija. Da la impresión (aunque quizás yo sea el equivocado) de que sabían quiénes y por qué habían secuestrado a Candela, pero había razones más importantes para no decirlo.
Nosotros sabemos que el Indec miente y que esconden pobres bajo la alfombra. Sabemos que hay muchos chicos como Candela que se mueren de hambre. Sabemos que la droga corre cada vez con más libertad. Sabemos que los funcionarios se enriquecen ferozmente. Sabemos de la corrupción de la obra pública. Sabemos que se gastan millones en futbol, en subsidios innecesarios, en publicidades hartantes.
Sabemos, sabemos, sabemos. Pero por alguna razón que evidentemente nos importa más, nos desentendemos. En resumen, tenemos un estado ausente y una sociedad distraída.
Así como debería ocurrir en la familia de Candela, cada uno de nosotros debemos hacernos cargo de nuestra responsabilidad de lo que pasa dentro del conjunto que formamos. Porque cuando hablamos de "este país" es "nuestro país". "Esta sociedad" nos tiene adentro y sin embargo la juzgamos desde el balcón como testigos.
Algún día debemos despertar nuestra conciencia para no vivir más estas pesadillas.
Andrés Vela
avela7777@yahoo.com.ar