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DEUDA, SUPERAVIT Y EXCLUSION SOCIAL

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¿DE QUIÉN ES LA CULPA?
¿DE QUIÉN ES LA CULPA?

    El duque de Atenas, en El defensor de su agravio (Agustín de Moreto, siglo XVII), canta: “Que quien por un vidrio mira/ que hace algún color distinto/ todo cuanto ve con él/ está del color del vidrio”. Sugerente. Introduce como protagonista al filtro del observador. Ramón de Campoamor (siglo XIX) rima: “Y es que en el mundo traidor nada hay verdad ni mentira: todo es según el color del cristal con que se mira”. Devino en refrán. “La realidad es traidora”, un cristal condena, otro redime. Un amigo del poeta respondió: “Pues si en el mundo traidor nada es verdad ni mentira / tampoco lo será el color del cristal con que se mira”. ¿Cristales verdaderos y falsos? Cada uno elige. Es un deber aclarar con qué cristal miramos. La discusión será más honesta: los cristales no serán falsos.
    Hace tres años que la deuda del sector público nos tiene en un paréntesis. Confortable para una mitad. Espantoso para la otra. Si el espanto de la pobreza no termina, no es posible construir una Argentina decente: con o sin default. De eso se tratan política y economía. ¿Y si no, de qué se trata? Acaso, como señala Rafael Argullol, ¿la realidad es así? En afirmativo esa es la fórmula con la que “la política contemporánea… huye como del diablo de cualquier posible acusación de utopía”. Detrás de los cristales de la excusa de “la realidad es así” sufren 18 millones. Aquí y ahora, así es la realidad.

 

Vida buena

   
Los amigos de Néstor Kirchner prometen que definirá el rumbo cuando el monstruo de la deuda externa en default esté enjaulado entre las rejas de la propuesta gubernamental. Entonces “la deuda” será controlable y no controlará al Gobierno. Con rumbo habrá una marcha más acelerada y menos incertidumbre. ¿Hay otro rumbo que no sea el de liberar a los argentinos de la cotidiana humillación de vidas penosas y sin futuro, de la saga del fracaso de treinta años del sistema social, político, económico y cultural? En La Nación, insospechada de demagogia populista, un cronista relató su viaje al espanto de la mano de militantes cristianos, católicos y evangélicos, titulares de salvoconducto para entrar y salir del infierno. Lepra, tuberculosis, raquitismo a metros de la buena vida. Felipe Solá amaneció a la realidad de la droga. La bautizó “planes traficar”. Poco importa lo tardío del anuncio. Sí importa saber que ya no habrá conciencia decente que pueda ignorarlo. Es posible que siga la “buena vida”. Pero no habrá “vida buena” para quienes, teniendo la misión de derrotar al flagelo, no intenten hacerlo. ¿Mega deuda, mega pobreza y mega droga? ¿Puede el Gobierno proyectar el largo plazo con el monstruo de la deuda externa suelto?¿Hay largo plazo con la pobreza? Salir del default de la deuda tiene sentido, si y sólo si, a la misma hora amanece el rumor de una obra gigantesca de inclusión. Mientras tanto, ¿la exclusión no puede seguir siendo la variable de ajuste de la economía? ¿O acaso no es la inclusión la condición sine qua non del crecimiento y de la salida del tirabuzón en picada de la deuda en el largo plazo?¿Esperar a la solución del default es realmente una alternativa?¿Qué está pasando?
    Roberto Lavagna viaja a Washington a buscar la llave para abrir la puerta para ir a pagar. El G7 (Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania y Japón) discutirá otra deuda externa de 120 mil millones de dólares: la de Irak. Estados Unidos y Canadá quieren una quita del 90 por ciento. Lo mismo que ofreció la Argentina en Dubai. Alemania y Francia aceptan para Irak una quita del 50 por ciento. Lavagna busca ayuda para lograr una quita mayor al 70 por ciento. Irak enseña cómo aplican los grandes el cuchillo cuando las consecuencias importan. Cada uno con el cristal de su color. El Gobierno necesita del G7 para que el Fondo convalide el resultado del canje. Es que la llave para cerrar la jaula la otorga el Acuerdo con el FMI. ¿Por qué? La Argentina debe acordar el refinanciamiento, por décadas, del capital que adeudamos a los Organismos Financieros Internacionales (OFI). Sin Acuerdo no habrá refinanciación. Sin ella, no cierran las cuentas del Ministro para salir del default. Para allá vamos.
    ¿Dónde estamos? Empujados por la mejora de los precios relativos provocada por la devaluación, y con “una buena política monetaria y fiscal” –dijo Rato–, estamos sobre una nube de buenos precios internacionales, bajas tasas de interés y buena performance del mercado mundial. El tiempo agota la devaluación. La política monetaria tiene límites próximos. El superávit se irá junto con el canje. Quedan las nubes. Ellas están altas, son frágiles y se desvanecen a la velocidad con que se forman. ¿Existe crecimiento sustentable que dependa exclusivamente del impulso exterior? Lo más probable es: no. Menos aún si del impulso externo depende la estabilidad de la carga de peso muerto de la deuda acumulada durante tres décadas. La salida del default es una estrategia de reducción de peso muerto. Más quita menos peso. Pero más quita, menos posibilidad de Acuerdo. Menos Acuerdo más peso. Cristales para elegir.
    En el film Luna de Avellaneda -metáfora de la Argentina reciente- una madre divorciada, sin un centavo para que su hijo pueda participar de la kermés del Club, interroga al chico para una respuesta entrenada. “No tenemos un mango, no es mi culpa, no es tu culpa,… es la culpa ¿de...?”. Adolescente responde: “De papá”. El debate por la deuda financiera impaga tiene muchos capítulos abiertos: uno es el de “la culpa”. Poner la culpa lejos es estrategia de supervivencia. Gambetear el análisis de las causas y del sistema que generó la deuda es otro default. Que por sus consecuencias es mayor que el de no pagar. Veamos.

Rato y la culpa

   
Para algunos “la culpa” es del FMI. ¿De allí se sigue algo más que la satisfacción diagnóstica? Para Rato la culpa es de los funcionarios nacionales: el FMI solo pecó por “debilidad”. Hacía falta más mercado, más ajuste y menos Estado. ¿Qué habría quedado en pie? El ministro de Economía señaló ahora como culpables a los funcionarios nacionales. Aunque, dijo, nada podría haber ocurrido sin la complicidad del FMI y el mercado. ¿Acaso el cambio de funcionarios ha garantizado la solución de los problemas graves? Partiendo de la responsabilidad compartida hay otra visión: “la culpa” es de un sistema de funcionamiento económico, aún vigente, que genera y generará deuda. Avalan ese diagnóstico, por ejemplo, la continuidad del sistema de jubilación privada, la no imposición resarcitoria a los beneficiarios de la pesificación asimétrica, la especialización exportadora primaria, la ausencia de incentivos para invertir productivamente los recursos atesorados o fugados, etc. El cambio de funcionarios, sin cambio del sistema, no evitó ni evitará la reproducción de la deuda. El default no lo cambió: ¿cambiará el sistema si el default se resuelve? Del modo en que se resuelva el default, ¿depende el nuevo rumbo? El “sistema” genera deuda financiera y deuda social. La segunda es más grave que la primera. El cambio de “sistema” es condición necesaria para detener su reproducción. La pronosticada definición de rumbo presidencial post default, ¿será el cambio?
    ¿Saldremos del default? La propuesta de la Argentina hace rato que dejó de ser tan dura como la que quiere los Estados Unidos para Irak -quita de 90 por ciento-. Pero está lejos del 50 por ciento de quita que, para Irak, aceptan Francia y Alemania. La propuesta del Ministro es ascendente. Camina cerca del 30 por ciento de pago. Se aproxima al valor de mercado de los bonos en default. El precio del petróleo no deja de subir y el terrorismo no deja de perturbar. Los inversores escapan del riesgo de las empresas. Se pasan a bonos de renta fija del gobierno americano. Los bonos suben de precio: la tasa de interés baja. La tasa de interés más baja, aplicada a descontar la oferta argentina, aumenta su valor presente. ¡El petróleo y el terrorismo ayudan a mejorar el valor presente de la oferta argentina! Para analistas, FMI y acreedores no institucionales, la oferta debe reducir la quita a menos del 70 por ciento. Los mercados operan como si la oferta final fuera a ser mejor que lo propuesto hasta ahora: los bonos argentinos se tonifican. Las AFJP, el 20 por ciento de lo defaulteado, van a canjear. La mayoría de institucionales (financieros, seguros) también. El Ministro tiene un piso de 50 por ciento. Lavagna suma, a la aceptación del canje, el 50 por ciento de la deuda que atiende. Con un canje aceptado por el 50 por ciento de los defaulteados (25 por ciento de la deuda total) más la deuda que se atiende puntualmente, que es el 50 por ciento del total, el jefe de Economía dice que llega a un performing del 75 por ciento de la deuda (50+25). Si el canje fuera del 60 por ciento, “la contabilidad Lavagna” orillaría el 80 por ciento de toda la deuda en estado “normal”.

Las cuentas del Fondo

   
Pero la clave no es la cuenta del Ministro sino la que hagan el G7, y el FMI. ¿Quieren un canje por más del 70 por ciento de lo que está en default? ¡Cristales! De la cuenta del Fondo depende que “salgamos de verdad del default”. Sólo si salimos, según dicen, se fijará el rumbo para liberar al 50 por ciento de los sometidos al espanto. Pero ¿el espanto puede esperar? ¿Sirve que espere?
    El canje y el Acuerdo no lo son todo. Para pagar, cualquiera sea el canje y supuesto el Acuerdo con el FMI para la refinanciación del capital adeudado a los OFI, hace falta un excedente de los ingresos del Tesoro luego de los gastos que no son servicios de deuda: un superávit primario suficiente. El Ministro fijó el superávit primario “para pagar deuda” en el Presupuesto 2005. Para él, el 2,9 por ciento del PBI -que es el que puede usarse para la deuda- alcanza para cumplir con lo que está performing y con el 100 por ciento de canje. Si la adhesión al canje fuera menor, con el sobrante, se comprará deuda no defaulteada. El superávit total es de 3,9 por ciento del PBI y es el resultado de mayores ingresos y de, entre otras cosas, salarios nominales públicos y los pagos sociales de transferencia que permanecerán sin cambios en 2005 y serán erosionados por la inflación. El Gobierno eligió que esas partidas paguen parte del costo del superávit que irá a los bonistas.
    El Presupuesto no exhibe crecimientos sustantivos para mejorar educación y salud; para la lucha contra la miseria y la droga; para combatir masivamente el desempleo, que no baja del 20 por ciento. Pagar lo que pagamos es socialmente muy caro.
    Rato hace otras cuentas. A través de su cristal “el 2,9 por ciento no alcanza para lo que Lavagna dice que va a pagar”. Para el FMI falta un punto más del PBI: sin 4 por ciento de superávit no será posible cumplir.
    El duque de Atenas dijo “enlazado en la sospecha/ está todo cuanto miro”. Con componentes de la receta neoliberal alojados en nuestras células cerebrales, estamos bloqueando nuestra comprensión de las prioridades y de la realidad. Paul Krugman y Joseph Stigliz, este domingo, en el Forum de Barcelona, concluyeron que “no hay una sola vía para el desarrollo”.
    La barrera del default puede levantarse en otoño. Entonces, ya no habrá razones para no cambiar el rumbo y liberar del espanto a la mitad de los argentinos. Si no se levanta la barrera, ¿quedará algún argumento que justifique la ausencia de verdadero compromiso con esa liberación?
    Lepra, tuberculosis y raquitismo, también en el siglo XXI, son daños irreversibles.
    ¿Ese es el costo de la deuda?
    ¿Qué cristal?
    ¿Vemos lo mismo?

Carlos Leyba

 

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