La “economía” de los ocho años de gestión de los Kirchner se podría dividir en dos grandes etapas: la de Nestor Kirchner y parte de la gestión de su esposa y la de Cristina después del fallecimiento de su cónyugue.
Las dos gestiones tuvieron algunas características distintivas comunes: el autoritarismo, la prepotencia, la falta de diálogo, la ausencia de transparencia de los actos de gobierno, la mentira y el engaño y una corrupción abierta, descarada y generalizada.
En los primeros años de la gestión de los Kirchner el país creció a tasas similares a los más florecientes de los países asiáticos lo que le permitió incrementar su escasa legitimidad de origen y con otras medidas, incrementar la alicaída autoridad presidencial.
No obstante, ese verdadero record de crecimiento, se debe más a factores totalmente ajenos a las medidas gubernamentales. Entre ellos, a una creciente y expansiva tendencia positiva de la economía mundial, al bajísimo nivel al que había alcanzado la economía argentina en la crisis del año 2001 (era difícil caer más abajo), a la depresión de los salarios y a la cada vez más creciente demanda de los productos tradicionales que exporta nuestro país, en particular de granos y cereales.
En la primera mitad de la gestión del fallecido presidente, la gestión económica durante la permanencia del Dr. Roberto Lavagna al frente del Ministerio de Economía, se ajustaba a cánones lógicos dentro de las alternativas de la ciencia económica.
Cuando fue despedido del gobierno por diferencias insalvables con el ex presidente, la conducción económica del país fue asumida por este. Está de más decir, que este no contaba ni con los conocimientos adecuados, como tampoco el asesoramiento necesario para asegurar una gestión exitosa.
Y a partir de ese momento la economía del país fue conducida “a gusto y antojo” exclusivo de Kirchner dejando de lado principios elementales de economía, y manejándola como si fuera la administración y manejo de una estancia patagónica.
Su centro de gravedad, en vez de estar enfocado a la inversión y al crédito, lo estaba en no perder el apoyo de la ciudadanía. Y es así que las medidas demagógicas y de amplio corte populista fueron carcomiendo la excelente situación económica existente.
Cristina mientras vivía su esposo siguió casi exactamente la tónica de su esposo. Pero cuando este falleció, la Presidenta se encontró en absoluta soledad y se puso en evidencia lo que tanta veces manifestó: “por el hecho de ser mujer las cosas se le iban a hacer más dificultosas y complejas.”
Pero en esta cuestión Cristina se equivocó, las cosas no le salían como quería que saliesen no por ser mujer, sino por ser una mujer desprovista de conocimientos adecuados en el tema y con ideas confusas y totalmente equivocadas que en su soberbia y autismo proclama como ciertas.
No solo por falta de conocimientos, sino también porque no pose la capacidad para disciplinar y alinear a sus seguidores de la forma en que lo hacia su esposo.
Su única virtud, si así se lo puede llamar, es la apelar al sentimentalismo y al aspecto emotivo de los argentinos, utilizando para ello la postura teatralizada de doliente y sufriente viuda y a la charlatanería de feria con la cual logró obtener el 54 % de los votos en la elección presidencial.
Pero esa técnica servirá para convencer a los desprevenidos y a los esperanzados, pero no para arreglar la economía.
La situación del país cambió casi en forma radical: déficit fiscal, alta inflación, caída de los precios de los commodities, presión sobre el dólar, aumento del gasto público, disminución de las exportaciones y la cada vez más compleja situación de la económica mundial que, pese a que Cristina en su delirante visión de la realidad manifestó en reiteradas oportunidades que no afectará al país (¿mentira piadosa?), ya empieza a incidir fuertemente en nuestro país.
En palabras más sencillas, el dinero para la “fiesta” (con algunas similitudes a la fiesta de la gestión de Menem) se acabó. Internamente también se acabaron los lugares para obtener fondos. Tampoco tenemos acceso, por nuestra política aislacionista, al crédito internacional.
Además para empeorar la situación, la presidenta está absolutamente sola. No hay equipo económico ni de ningún otro tipo. No se puede confiar en el roquero guitarrista de campera deportiva ni en la coqueta señora, coqueta, pero con serias falencias de conocimientos económicos, que maneja el Banco Central.
Y es así que se están adoptando medidas aisladas, que en vez de mejorar la situación la empeoran cada vez más. Medidas que han fracasado decenas de veces en nuestro pasado.
Se habla de corralito, de aumento de tarifas de servicios públicos, de disminución de subsidios, éxodo y fuga masiva de capitales, pérdida de confianza, más perdida de seguridad jurídica y otras calamidades de ese tipo.
Una carta del correo de lectores de un importante matutino se pregunta si esto es la profundización del modelo que Cristina proclamó tantas veces. Pide que si es así, que al modelo lo entierren definitivamente.
Mientras tanto, la presidenta en el G-20, reunida en Cannes, ignorando la debacle económica en su propio país, seguía dando “cátedra” sobre la diferencia del anarco capitalismo financiero y el capitalismo serio e instando a sus “socios” a "cambiar de medicina" para regular los mercados y sacar a la economía mundial de la crisis.
¿Alguna vez la presidenta Kirchner pondrá los pies en la tierra o en su exacerbado narcisismo seguirá viviendo de sus fantásticas fantasías?
Alfredo Raúl Weinstabl